La madre anónima de Séneca

Cordobeses en la historia

Estatua femenina de época romana.
Estatua femenina de época romana.

HELVIA Albina fue la otra mitad del origen del cordobés más universal, Lucio Anneo Séneca, cuyas raíces germinaron en los campos de olivos de Arjona. Perteneciente a una familia rica e ilustre de Itálica que se asentó en el Valle de la Bética, el padre, Marco Helvio Novato, fue magistrado sacerdotal, compartiendo el duunvirato de aquel municipio jiennense, conocido entonces como Alba Urgabona. Fruto de su primer matrimonio fue la madre del filósofo, que quedó huérfana nada más nacer, siendo criada por la segunda esposa de Marco Helvio, quién le daría otra hija que compartió la vida como hermana, más que como hermanastra, con Helvia.

La madre de Séneca debió llegar a Córdoba a muy temprana edad, pues se sabe que contrajo matrimonio a los 14 años, uno después de lo establecido para las mujeres, a las que se las consideraba aptas para la unión desde el momento en que lo eran para procrear. Siguiendo esta premisa, fue comprometida y desposada con Marco Anneo Séneca, conocido como El Retórico o El Viejo, 14 años mayor que ella, también de relumbrante estirpe romana y con hondo arraigo en la Bética.

De la unión nacieron tres hijos, que pronto comenzarían a dispersarse, marcando la biografía de Helvia con constantes nubarrones de despedidas y nostalgias, de las que su esposo fue también partícipe, pues dicen sus difusas y escasas biografías que, debido a las ausencias de éste, tuvo oportunidad de demostrar sus grandes dotes como administradora del patrimonio familiar. Parece ser que la relación entre la pareja estuvo llena de cariño, al menos por parte de ella, a pesar del rechazo de Séneca "el Viejo" al desarrollo de su formación intelectual, actitud que le impidió, entre otras iniciativas, gozar de las enseñanzas de los maestros de su hijo.

Con su primogénito, Marco Anneo Novato, viajó hasta Roma, donde éste se consolidó como magistrado, conservando el apellido materno, hasta ser adoptado por un amigo de su padre y pasar a llamarse Marco Junio Galion. El pequeño, Lucio Anneo Mela, por decisión propia, se quedó en Córdoba, cuando Helvia se trasladó a la capital del Imperio, considerándola el mejor destino para el futuro de sus hijos. Y, entre ambos, Séneca, el gran motivo de la marcha.

Es Ambrosio de Morales quien considera la posibilidad de que dejara la Bética con parte de su prole. Dice el cronista, refiriéndose a Séneca el Viejo, que "se fue de Córdoba a Roma con su mujer, Helvia, que otros llaman Albina, y con dos hijos que en ella tenía, nuestro Séneca y su hermano, Junio Galion, y dejó aquí el tercer hijo y menor de edad, Anneo Mela que fue el padre del poeta Lucano". Y cuenta también que la marcha del filósofo a Roma se produjo por el reclamo del propio emperador, a decir de una fábula que circulaba por esta ciudad, aunque asegura recogerla "no más porque se pueda contar, y se pueda reír por estar tan donosamente fingida". En base a ésta, sería el propio Augusto César quién le mandó llamar "movido por la fama de alto ingenio que Séneca, aún en su niñez, ya mostraba".

El mismo autor da por cierto que era "niño chiquito" cuando hizo el viaje en brazos de su tía, y acompañado de Albina, según desvela la carta de consuelo a su madre -y contradiciendo sus palabras anteriores- mientras el padre y el abuelo quedaban en Córdoba. "Consolación a mi madre Helvia, el opúsculo escrito por Séneca desde su exilio de Córcega, resume la parte trágica de la vida de esta mujer. En la epístola, el hijo hace balance de las múltiples desdichas que la marcaron: "La fortuna no te dio ni un solo día sobre el que no hiciese pesar la desgracia, ni siquiera exceptuó el de tu nacimiento. Apenas nacida, perdiste a tu madre, o más bien, al venir al mundo". También le recuerda cómo en treinta días perdió a su tío "que tanto te quería" y al esposo, "al que amabas tiernamente", así como las separaciones de sus hijos, la acogida de los nietos y la muerte de uno de ellos, al parecer hijo de él mismo.

Pero todos los reveses de la fortuna no estaban recogidos en aquellos textos. A Helvia, le aguardaba aún la pérdida trágica de su padre, Marco Helvio, posiblemente, víctima de las iras e intrigas de los poderosos. Aunque por las epístolas de Séneca, se sabe que sobrevivió a su esposo, nada conocemos de la fecha de su nacimiento ni muerte, pero es posible que alcanzara una vejez, si no más grata que su juventud, sí rodeada de las atenciones del hijo que había dejado en Córdoba y que, a la larga, marchó también a Roma, tras los pasos de su nieto Lucano. Veintitrés siglos después de su existencia, la capital de la Bética, rotuló una calle con su nombre.

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