Las madres capuchinas de Córdoba se hacen bizum para salvar su convento del siglo XVII

Solidaridad

Las monjas necesitan 17.000 euros para poder sustituir la cubierta del tejado y restaurar algunas zonas "muy deterioradas" de la iglesia y la sacristía

Desperfectos en el techo del monasterio de San Rafael. / H.G.

La Córdoba (pre)veraniega pide batalla con una primera ola de calor anticipada. Mientras las grandes calles peatonales de granito gris del centro se protegen con toldos, otra Córdoba de plazas y rincones se defiende a sí misma con sus propias armas. Con la que está cayendo, solo el Gran Capitán en Las Tendillas y Manolete en Santa Marina, son capaces de resistir quietos. Pasadas las doce, dos monjas capuchinas emprenden por la sombra el regreso a su refugio: el convento de San Rafael, que no se encuentra en su mejor estado de conservación y necesita una rehabilitación urgente, por lo que sus moradoras han iniciado una campaña de captación de fondos. A pesar de ello y, a escasos metros del picajoso ruido de la calle Alfonso XIII, se encuentra la paz, en todos los sentidos.

La plaza de las Capuchinas se constituye como un oasis de descanso para el grupo de chicas con polo y falda de uniforme de instituto que se come el bocadillo del recreo; La iglesia sirve como zaguán antes de cruzar hasta el patio de entrada del convento, si no se accede por la puerta lateral de Conde de Torres Cabrera. Ha sido San Antonio y una decena de velas se posan bajo la hornacina de una de las advocaciones más cuidadas por los cordobeses.

El sonido del timbre retumba desde cualquier parte del convento, aunque no molesta, está ahí, como parte del decorado que encaja simétrico con el canto de los pájaros, el suave movimiento de las plantas, las columnas del patio y el acento mejicano de las educadas monjas que ofrecen limonada y magdalenas.

Sin embargo, la invitación de las madres Capuchinas es para que se mire en la tramoya, más allá del idílico escenario que aparenta ser. Desde hace más de un mes solicitan el apoyo económico de los feligreses para la sustitución de la cubierta y la restauración de algunas zonas de la iglesia y de la sacristía que se encuentran "muy deterioradas". Las últimas lluvias volvieron a poner en jaque el tejado de este convento que, a pesar de que "se ha arreglado hasta cuatro veces, vuelve a quedar igual", explica la madre superiora, Elisabeth.

En total, necesitan 17.170 euros de los que gran parte irán destinados a impermeabilizar la azotea, demoler toda la cubierta y sustituir las tejas para poner punto y final a las goteras y humedades que rodean gran parte del edificio y que han obligado a deshabitar un cuarto por amenaza de caer en ruinas.

Durante el primer mes, han conseguido recaudar algo menos de 3.000euros entre la venta de magdalenas y rosquillos que ellas mismas hacen, y las donaciones que reciben tanto en la cuenta abierta que tienen en Cajasur (ES89 0237 6001 4091 7208 7657), como a través de Bizum, la última novedad a la que se encomiendan desde hace menos de una semana. "Nos dijeron que nos lo hiciéramos porque es más cómodo que las transferencias", explica la madre superiora. Quienes quieran ayudar de esta manera pueden hacerlo seleccionando la pestaña Donativo ONG e introduciendo el código 02618.

Agujero en el techo del convento de las Capuchinas. / H.G.

Aunque el objetivo es hacer la obra antes del otoño, "todavía falta", asegura la abadesa reconociendo que "no son momentos fáciles para la gente tal y como están las cosas". Otra de las opciones que se plantean es escribir una carta al Cabildo de Córdoba, que ya les prestó ayuda cuando se derrumbó la cocina, apunta Elisabeth.

Otras obras en el convento

El mal estado de unas infraestructuras antiguas y los pocos ingresos que tienen, provoca una continua situación de precariedad entre las 16 hermanas clarisas que habitan el convento. Esta realidad viene arrastrada desde 2019 -si no de antes- cuando ya se vieron obligadas a pedir de nuevo la ayuda de los cristianos para sustituir toda la instalación eléctrica después de varios amagos de incendio. "Entonces llegó la pandemia y todo se paró", recuerda Elisabeth, creyendo que no conseguirían ayuda para afrontar el pago de la "costosa" reforma.

Obrador en el convento de las Capuchinas de Córdoba. / H.G.

La última obra, terminada en el mes de marzo, ha sido la construcción de un nuevo obrador dentro del propio convento para hacer los dulces con la idea aparejada de "poder vender aquí con más seguridad" que en la calle, explica la hermana. El préstamo para esta obra -no es con ninguna entidad bancaria, sino con la empresa- aún está pendiente de pago, lo que hace más complicado solventar una nueva reforma, aunque el ánimo de estas monjas por salvar su convento no desiste por mucho que el sol apriete o la falta de dinero asfixie.

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