Manuel Concha: "Quiero que se me recuerde como un hombre bueno que ha pasado por la vida intentando hacer el bien”

Entrevista

Realizó el primer trasplante de corazón de Andalucía, que se llevó a cabo el 10 de mayo de 1986 en el Hospital Reina Sofía

El Palacio de Congresos le rinde homenaje este martes con un gran acto

El Hospital Reina Sofía de Córdoba contará con un quirófano híbrido

Manuel Concha, en la entrevista concedida a 'El Día'
Manuel Concha, en la entrevista concedida a 'El Día' / Miguel Ángel Salas

Córdoba/Reconoce sin tapujos que, como dice la canción de Alejandro Sanz, tiene el corazón partío entre Cádiz, donde pasó buena parte de su infancia y juventud, y Córdoba, donde se desarrolló profesionalmente como cirujano cardiovascular y donde reside. Manuel Concha Ruiz (Nules, 1942) fue de los primeros médicos en hacer cirugía cardíaca en Andalucía, al realizar el primer trasplante de corazón en esta comunidad, en el año 1986 en el Hospital Reina Sofía, y también a la persona de menor edad en España, un bebé de ocho días, en agosto de 1994. A sus 82 años, el cardiólogo lleva una vida tranquila en la capital, encerrado en su despacho leyendo y escribiendo. Además, no perdona su visita diaria a las 08:00 para hacer unos largos en la piscina de Vista Alegre y su cita de cada miércoles en la Tertulia de San Nicolás. Este próximo martes 10 de septiembre, el Palacio de Congresos de la calle Torrijos de Córdoba le rendirá un más que merecido homenaje por toda su trayectoria profesional médica y también cultural.

Pregunta.Más de 200 personas han confirmado ya su asistencia al homenaje que le va a rendir el Palacio de Congresos. ¿Se lo esperaba?

Respuesta.El verdadero artífice del homenaje ha sido Juan Salado, concesionario del Palacio de Congresos. Un día fui a visitar una exposición allí de Aurelio Teno y estaba tomando un café y una chica se me acercó y le dije que yo inauguré este Palacio de Congresos en 1986, con el VIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Cirugía Cardiovascular. Sin decirme nada, ella enseguida avisó a Juan Salado, él vino y así empezó la cosa. A los pocos días me llamó y me dijo que querían hacerme un pequeño homenaje, que ahora ha resultado ser un gran homenaje, donde estuvieran presentes representantes del cuerpo sanitario y de la ciudad y poner una placa conmemorativa que se va a llamar El Rincón del Doctor Concha. Juan Salado ha sabido aglutinar a un montón de gente y se ha encargado de todo. Nosotros hemos citado a algunos amigos, a mis hijos, y mi mujer es la que se ocupa un poco de coordinar esto.

P.¿Cree que Córdoba estaba en deuda con usted?

R.Voy a ser sincero: Córdoba a mí me ha tratado muy bien. Me han hecho ya varios homenajes. Llegué aquí en 1977 y la verdad es que es una ciudad, como yo le llamo siempre, a la medida del hombre. Es una ciudad donde te sientes cómodo. Me he criado en Cádiz, y Córdoba es una ciudad del mismo tamaño, salvo que aquí no hay mar, pero bueno, hay río y es un estilo de ciudad cercana.

P.¿Qué recuerdos tiene de su niñez?

R.Nací en Nules (Castellón) y llegué a Cádiz con cinco años, justo cuando se murió Manolete. Trasladaron allí a mi padre después de la Guerra Civil para la reconstrucción del barrio de San Severiano, que fue donde me crie. Estudié Magisterio y di clases un par de meses para sustituir a uno de mis hermanos que era maestro.

P.Pero finalmente estudió Medicina.

R.Sí, pero no había pensado estudiar Medicina. El jefe de mi padre, don Francisco, era arquitecto y me tenía mucho cariño porque tenía otro hijo de mi edad y, además, una de mis tías era costurera e iba a coser a su casa todos los días. Un día preguntó a mi padre qué iba a estudiar y le contestó que no había podido conseguir la beca. La matrícula para estudiar Medicina en aquella época costaba 3.000 pesetas -18 euros actuales- y mi padre ganaba 1.200 o 1.300 pesetas al mes. Don Francisco le dio las 3.000 pesetas para la matrícula. El curso había empezado dos semanas antes y, el primer día que llegué, un profesor, que luego resultó ser muy amigo mío, me hizo una pregunta que no supe contestar. Me puso un cero. A partir de entonces me esforcé y después me dio matrícula de honor.

P.Con 27 años dejó Cádiz y se fue al Hospital Puerta de Hierro en Madrid.

R.Entonces era el único sitio en el que había el programa de interno residente. Me admitieron y de allí salí de adjunto y, posteriormente, me fui seis años a Valencia, donde subí el siguiente escalón, que es el de jefe de sección, hasta que salió la plaza en el Hospital Reina Sofía a la que me presenté, junto con Téllez, un compañero que tuve en Puerta de Hierro. Los dos quedamos finalistas y, en el tribunal, estaba precisamente el que había sido mi jefe superior en Puerta de Hierro y que favorecía a Téllez. Nos empataron en puntos y nos hicieron volver a examinar. Téllez me decía que si quería nos lo echábamos a suerte, pero yo no me echo a suerte nada. Nos citaron al mes siguiente para examinarnos otra vez y me dieron la plaza a mí. Cuando salimos de aquel segundo examen, justo en la puerta del claustro, no se me olvida, mi jefe dijo que yo no iba a pasar de hacer varices en el hospital, como diciendo que no podía hacer nada, que no iba a triunfar. Esa fue la realidad.

Un momento de la entrevista
Un momento de la entrevista / Miguel Ángel Salas

P.¿Cómo quiere que se le recuerde?

R.Lo digo con toda honestidad, yo quiero que me recuerden como lo que he querido ser, un hombre bueno y que ha pasado por la vida intentando hacer el bien a todo el que he podido.

P.Fue el responsable de llevar a cabo el primer trasplante de corazón en Andalucía. ¿Cómo recuerda aquel hito?

R.Era joven y fue en mayo de 1986, unos diez días antes de inaugurarse el Palacio de Congresos. Nos habíamos preparado mucho, junto con el doctor Montero, que trabajaba conmigo y que era mi discípulo predilecto; para mí era un tío muy valioso. Fuimos a Londres a aprender con el doctor egipcio Magdi Yacoub, el médico que más trasplantes del mundo ha hecho -este médico aún vive y tiene 89 años-. Allí vimos una operación y, en pleno trasplante de corazón y pulmón, perdió el equilibrio y cayó encima del enfermo, pero no dijo ni una palabra. Se sentó, se puso un pañuelo en las manos y esperó a que cambiaran todo. Aquello me impresionó, no dijo nada. Es una anécdota que me ocurrió a mí personalmente y que me dejó impresionado. Antes nos exigían varias cosas, como haber estado en un centro reconocido para poder iniciar el programa de trasplantes, y también que tuviéramos la unidad de rehabilitación. Y, bueno, una vez cumplido todo esto, nos dieron la autorización para poder trasplantar pulmón y corazón, pero el primero fue el corazón.

P.¿Recuerda las horas previas de aquella operación que ha pasado a la historia?

R.Sí, sí lo recuerdo. Si algo caracteriza a un médico es tener temple, pero aquel día estuve paseando por el pasillo como un gato encerrado para aplacarme un poco los nervios hasta que llegó el corazón, que fuimos recoger en un helicóptero de la Guardia Civil a Granada. Fue mi discípulo Montero y, mientras, yo estaba ya abriendo el paciente para trasplantar el corazón en cuanto llegara. La verdad es que estaba muy expectante. No es que tuviera miedo, pero estaba preocupado por la sorpresa que iba a ser que un trasplante de corazón se hiciera en Córdoba. Hasta entonces en España se habían hecho dos: uno en Barcelona y otro en Pamplona, y nosotros éramos los terceros que empezábamos. Era una responsabilidad que sabía que me echaba a la espalda, pero esa responsabilidad no me creó trauma. Tengo los nervios templados, estoy acostumbrado a sufrir en el quirófano

El día del trasplante estuve paseando por el pasillo como un gato encerrado"

P.Y tras realizar aquel primer trasplante de corazón de su vida, ¿cómo se sintió?

R.Sentí una gran satisfacción. No me creo nada del otro mundo; creo que es un trabajo para el que hay que estar ilusionado, en el que se tiene que estar siempre aprendiendo de los maestros. Los míos eran gente toda sencilla, gente humilde, normal, y eran los mejores del mundo.

P.Es importante tener los pies sobre la tierra y ser humilde, ¿no?

R.Creo que es muy importante. Lo más importante es cómo piensas tú por dentro. Tienes que pensar que no eres ningún ser extraordinario, sino una persona que ha trabajado, que ha hecho las cosas, que no ha dejado ningún cabo suelto, y que se ha preparado para eso, y es una satisfacción muy grande, sobre todo después porque cuando me jubilé, iban ya 600 trasplantes.

P.Han pasado más de cuatro décadas desde entonces. ¿En qué ha cambiado la cirugía cardiovascular desde entonces?

R.Hay cosas en la medicina que sí han cambiado, como la robótica, pero eso no se aplica al trasplante ni a la cirugía del corazón. Los resultados siguen siendo buenos, pero la técnica no ha cambiado mucho; prácticamente, en los últimos 25 años no ha habido grandes cambios en cirugía del corazón. Lo que sí ha habido es mucho aprendizaje, sobre todo en el tratamiento inmunosupresor de los pacientes, en los fármacos para controlar el rechazo, a usar las dosis correctas, y a analizarlos bien.

P.La formación y la investigación son claves para los médicos.

R.Hay dos cualidades fundamentales para ser un buen médico. Una es el aprendizaje continuo y, otra es la humanidad. Yo creo profundamente que el médico tiene que ser un hombre humano, un hombre que tiene que estar cerca del paciente. El humanismo y el aprendizaje continuo son las dos cartas fundamentales para progresar en la medicina, y no digamos en la cirugía.

P.Además de su carrera profesional, también ha cultivado numerosos saberes a lo largo de su vida: el flamenco, la cultura, el arte, la escritura…. ¿Cómo ha podido compaginar todo?

R.Estiraba muy bien el tiempo. Creo que la clave, o el secreto que yo he tenido siempre, por lo menos he querido tenerlo, es la administración de tu tiempo. Lo mismo estaba en una tertulia, que iba de viaje al Polo Sur, o que estaba en el desierto... Si tú organizas todas esas cosas y lo llevas con un ritmo propio, lo puedes equilibrar. Eso depende de la capacidad de cada persona. Siempre he tenido la suerte de estar bastante centrado en el sentido de todas las actividades que he ido realizando y, entonces compaginar muchas cosas ha sido una de mis habilidades.

El humanismo y el aprendizaje continuo son las dos cartas fundamentales para progresar en la medicina"

P.¿Se le ha quedado algo por hacer o no?

R.Siempre se quedan cosas, pero he hecho bastante más de las que pensaba, como cruzar el Atlántico a vela, ir al desierto... Siempre se quedan cosas por hacer desde el punto de vista lúdico. Desde el punto de vista médico, creo que he cubierto mi fase, y mi alegría mayor es que mis discípulos son ahora los que siguen la ruta y siguen trasplantando. No he sido un jefe egoísta y he transmitido todos mis conocimientos a mis discípulos, como es lo que yo vi que hicieron conmigo los grandes maestros.

P.¿Echa de menos ejercer la medicina?

R.Pues no creas, pero muchas veces sueño con operaciones.

P.¿Todavía?

R.Sí, pero no angustiosas, sino que estoy operando. Me jubilé con 72 y ahora tengo 82 años. No fue un corte brusco, sino que seguí viendo enfermos y creo que con 74 o 75 años dejé todo. Para mí no fue traumático.

P.¿Cómo es ese día en el que de repente no tiene que ver pacientes?

R.Bueno, me siguen llamando para que les dé consejos. Es cierto que hay un vacío de pronto, pero bueno tenía mi consulta y mi biblioteca en la que me encerraba para trabajar y para escribir.

P.Decía al principio de la entrevista que quieren que le recuerden como un hombre bueno, pero ¿cómo se define?

R.Como un hombre trabajador, como un hombre que cree en las personas, como un hombre que quiere hacer el bien a todo el mundo, y que cree mucho en la amistad. Mi mejor amigo ha sido el pintor Antonio Povedano, a quien conocí nada más llegar a Córdoba en 1977. Con él me acerqué mucho al flamenco.

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