María Señán, fotografía de lo invisible

Historia de Córdoba con nombre de mujer

En una época en la que ser fotógrafa no estaba bien visto, María Señán se hizo cargo del negocio familiar y sus fotografías de Córdoba convertidas en postales dieron forma a la imagen de la ciudad

Subh: símbolo femenino del poder califal

La fotógrafa cordobesa María Señán
María Señán Aldanondo en su estudio cordobés de la Plaza del Triunfo. Archivo Manuela Revuelto. / María Señán
Lola Jiménez - Periodista y guionista

20 de abril 2025 - 06:58

Fascinada y temerosa de lo que puede hacer la inteligencia artificial, hace unos meses comencé un curso sobre este prodigio de la ciencia. Lejos de evaporar fantasmas, a medida que avanzo en la materia me estoy volviendo más y más hipocondríaca de las redes neuronales generativas, al tiempo que también aumenta mi fascinación.

La principal enseñanza, al margen de alguna que otra “ayudita” para documentarte y ordenar tus archivos físicos y mentales, es la de interiorizar el vértigo como una nueva forma de vida.

Para recuperar la calma, una echa la vista atrás buscando algo de sosiego en otras épocas, en las que las novedades caminaban más pausadas. ¿Y qué descubre? Pues simple y llanamente que el sosiego nunca ha existido cuando se trata de inventar y patentar.

Vamos a diseccionar esta tesis aplicándola a un campo tan presente en el día a día como es la fotografía -congelada o en movimiento-.

La primera fotografía de la historia está datada en 1826, y aunque es cierto que aquí los avances se toman sus meses y años, no es menos cierto que la velocidad relativa a la que ha evolucionado la tecnología fotográfica ha sido vertiginosa.

En 1894, Thomas Alva Edison ya estaba grabando fotografías en movimiento, lo que dio lugar al cine, y de ahí la televisión, las plataformas, las inagotables redes sociales, los videojuegos, los hologramas, etc.

Vista del Gran Teatro en el Bulevar de Gran Capitán
Vista del Gran Teatro en el Bulevar de Gran Capitán / María Señán. Archivo Municipal de Córdoba

Un admirable progreso tecnológico que, por supuesto, no ha sido homogéneo. Mientras Edison grababa sus primeras secuencias en el estudio Black María de Nueva Jersey; aquí en Andalucía, un fotógrafo de gran prestigio, Rafael Señán, decide expandir a Córdoba el modelo de negocio que ya le funciona en Granada, dotando a la ciudad de un peculiar estudio fotográfico, el llamado estudio turístico. Reproduce en 3D el bosque de columnas de la Mezquita, combinándolo con arcos nazaríes de la Alhambra, y completa el decorado con elementos árabes, además de ropajes con los que los turistas se podían disfrazar y posar como si fueran reyes o reinas de Las mil y una noches.

El mundo es grande y muy heterogéneo, ya lo vemos. El mundo se mueve a distinto ritmo, pero se mueve y se mueve muy rápido.

Donde el mundo sí es muy homogéneo y extraordinariamente lento es en esa doble vara de medir que excluye a las mujeres de los grandes avances, de los grandes inventos y, por supuesto, del registro de patentes.

¿O creemos que no hubo mujeres en todas estas artes? La fotografía siempre contó con ellas, pero conocerlas y reconocerlas resulta altamente arduo. Ni siquiera firmaban sus obras, ni siquiera eran nombradas. ¿Cómo rescatar lo que no se nombra?

Con la intención de sacar a la luz aquello o, mejor dicho, a aquellas que no se nombran, hace unos años, mi equipo y yo, decidimos poner en valor el papel de las mujeres en la historia de la fotografía. El resultado ha sido una película documental, donde las mujeres del audiovisual de hoy nos miramos en el espejo de aquellas mujeres del siglo XIX que nos abrieron camino. Un aprendizaje que ha cambiado la percepción de nosotras mismas y que ha ayudado a nuestros compañeros a reconocernos en nuestro presente y en nuestro pasado como profesionales de la imagen.

Fuente del Potro
Fuente del Potro / María Señán. Archivo Municipal de Córdoba.

Con la ayuda de un gran investigador, Antonio Jesús González, autor de la publicación Andaluzas tras la cámara, y otras tantas estudiosas y archiveras, como Ana Verdú, directora del Archivo Municipal de Córdoba, y descendientes de fotógrafas pioneras, como Elvira Padillo, hija de Elvira Ruiz, hemos construido fotograma a fotograma la historia de las primeras mujeres fotógrafas de Andalucía. Mujeres decididas que no me resisto a nombrar brevemente, habida cuenta de que no creo que sean nombradas muchas veces más.

Madama Fritz, primera daguerrotipista en Andalucía; Madama Lorichon, primera fotógrafa andaluza con estudio propio en Málaga; Amalia López, reputada fotógrafa almeriense instalada en Jaén; María Señán, propietaria del primer estudio turístico de Córdoba; Sabina Muchart, primera fotoperiodista en Málaga, o la egabrense Elvira Ruiz, ganadora del gran Premio Kodak de 1930. Son muchas más, pero ellas nos dan la medida de lo mucho que se silencia cuando se trata de mujeres.

Ellas son las protagonistas de La mujer de la foto, un trabajo audiovisual en el que he estado acompañada de compañeros y de compañeras, a las que he querido hacer visibles en el propio documental, jugando a romper la cuarta pared, ese muro invisible que separa al público de la escena, y dejando que vea lo que pasa antes y después de la grabación. Lo que descubre no es ningún misterio. En esta producción, como en todos los acontecimientos de la vida, están las mujeres. Hay mujeres redactoras, productoras, guionistas, fotógrafas. Hay mujeres que consiguen la financiación, hay mujeres que documentan y dirigen. Obvio, que diría mi sobrina con sus flamantes 19 años.

Una de las mejores fotógrafas de Córdoba en el siglo XX

Pero no fue tan obvio para nuestras antepasadas. A modo de ejemplo, abordaremos el caso de María Señán, una joven de exquisita educación que en lugar del magisterio o tocar el piano, para lo que se había formado, prefiere dedicarse a la fotografía. Podríamos pensar que esto ocurría ante la mirada orgullosa y complaciente de su padre, que estaba encantado con el hecho de que su hija siguiera sus pasos. Pero no, Rafael no estaba nada contento con los gustos profesionales de María, ya que en aquel momento ser fotógrafa “casi no estaría ni bien visto” -frase extraída del documental-.

María tuvo que perseverar. Su empeño la llevó a ser una de las mejores fotógrafas de la Córdoba del siglo XX. María manejaba desde el retrato árabe y el trabajo de laboratorio hasta fotografías propias de distintas vistas de la ciudad, que darían lugar a las icónicas postales de brillo, promocionando el nombre y la imagen de Córdoba por todo el mundo.

Fallecido el padre en 1911, María se hace cargo del estudio fotográfico que aún hoy se conserva junto a la Mezquita. Previamente, su madre, Nicasia Aldanondo, también fotógrafa, fue la responsable de este estudio, mientras su marido pasaba más tiempo en el de Granada. La nueva realidad hace que las mujeres de la casa centralicen todos los esfuerzos en Córdoba, donde María adquiere mayor responsabilidad, algo que no se traduce en mayor visibilidad. Incluso después de morir su padre, la firma seguía apareciendo con la R de Rafael o simplemente con el apellido Señán.

Ella, que fue la encargada de continuar con el negocio familiar de Córdoba. Ella, que transformó en postales las escenas más auténticas de la Córdoba de la primera mitad del siglo XX. Ella, que manejaba la luz, el encuadre y el laboratorio fotográfico como nadie. Ella, que se atrevió con el color, rescatando del blanco y negro o el sepia a sus propias obras. Ella, que dejó a buen recaudo un “espacio joya”, el estudio turístico de la Plaza del Triunfo de Córdoba; que aún hoy se conserva como si no hubiera pasado el tiempo, gracias a las manos de otra mujer, Manuela Revuelto, su gran apoyo y su compañía hasta que a María le llegó la muerte en 1983. Ella, que nos enorgullece por su sublime percepción del mundo a través de las imágenes. Ella, que tanto aportó al arte de la fotografía cordobesa. Ella sigue siendo a día de hoy una gran desconocida.

María Señán nació en 1894, casualmente el mismo año en el que Edison grababa por primera vez a una mujer en movimiento, una bailarina, para mayor coincidencia, también andaluza. Otra mujer decidida, capaz de cruzar el océano en busca de un sueño que alcanzó, llegando a las mayores cotas de popularidad por su calidad artística en la danza. Su nombre, Carmen Dauset. Su rasgo más característico y, tristemente, el que más la conecta con nuestra ilustre fotógrafa, la falta de visibilidad y reconocimiento.

Sirva este artículo como homenaje a todas ellas y como reclamo para que la inteligencia artificial afine sus conocimientos e introduzca un nuevo algoritmo: el rescate de la memoria de las mujeres silenciadas.

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