La memoria de las víctimas
exposición La Asociación de Víctimas del Terrorismo recuerda sus 30 años de historia
El padre del sargento Miguel Ángel Ayllón recuerda a su hijo, fallecido en el atentado de Carlos III, y señala que "hubiera llegado a ser un gran escritor"

Las víctimas del terrorismo tienen una sensibilidad especial. Su desgracia les hace ver todo de una manera diferente al resto de los mortales. Caen en detalles en los que nadie presta atención, y llegan a unas conclusiones que, por elementales, sacuden las conciencias de la sociedad. Manuel Ayllón es el padre del sargento Miguel Ángel Ayllón, quien, mañana hace 16 años, moría asesinado por la banda terrorista ETA junto al número 7 de la avenida de Carlos III. Manuel, junto a sus esposa, asistieron ayer en la Diputación a la apertura de la exposición en la que se conmemora el 30 aniversario de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT).
El matrimonio estaba en un segundo plano, mezclado con el público, mientras intervenía el vicepresidente de la Diputación, Salvador Fuentes, y la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza. Al terminar, los Ayllón recibieron el saludo y el afecto de todos los presentes. Manuel habló de su hijo, "un chico con muchas ganas de vivir, tenía 27 años y le gustaba hacer poesías; era más humano que militar y podía haber llegado a ser un gran escritor".
Mikel Azurmendi, Maite Pedrosa y Asier Ormazabal, integrantes del comando Andalucía de ETA, se encargaron de que el sargento de ingenieros Miguel Ángel Ayllón dejara de escribir. Era el primer atentado de la banda armada en Córdoba, lo que dejó una huella indeleble en la ciudad. Al cabo de los años se rotuló con su nombre la glorieta aledaña al lugar del suceso. "Se tardó bastante tiempo en el reconocimiento con esa plaza de Chinales, pero ahí está, aunque no aparezca en ningún callejero", comenta Manuel Ayllón con lágrimas en los ojos. Son los detalles que sólo percibe una víctima del terrorismo.
El mayor miedo que tienen las personas que han sufrido el mazazo del terrorismo es que sus familiares caigan en el olvido de la sociedad. Éste era el mensaje de los padres de José Manuel Alba, un guardia civil que falleció tras la explosión de una bomba lapa en el muelle de Uribitarte del puerto de Bilbao el 2 de septiembre de 1990. Tenía 22 años y toda una vida por delante. Aunque nacido en Zaragoza, Alba se consideraba cordobés, por residir aquí su familia, y en Córdoba fue enterrado. Su caso, como el del millar de víctimas de ETA, es muy similar, como explicó la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza. "El final de ETA tiene que ser con vencedores y vencidos, y lucharemos para que haya un final justo", dijo entre el asentimiento de todos los presentes.
En el perímetro de todo el patio principal de la Diputación figuran colgadas las portadas de La Razón, una revista interna de la AVT que nació a principios de 1990 "cuando nadie les tendía la mano, les ocultaban", como recordó Pedraza. Esta muestra conmemora el 30 aniversario de la fundación de este colectivo y pese al tiempo transcurrido la presidenta señaló que "aún no se ha producido el desarme ni la disolución de ETA".
El vicepresidente de la Diputación, Salvador Fuentes, mostró la solidaridad de la institución con todas las víctimas terroristas en un acto en el que se habló "de algo que no debemos olvidar".
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