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Gumersindo Ruiz
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Cultura
Quien visite el Museo de Bellas Artes de Córdoba podrá visualizar obras relevantes de distintas épocas y autores. Su exposición permanente narra la historia del arte en la ciudad cordobesa. No obstante, esto sólo es una pincelada de todas las obras que atesora este espacio museístico y que van más allá de lo que el visitante puede encontrar.
Recientemente, el Bellas Artes ha abierto al público uno de sus mayores secretos. Se trata de las visitas organizadas al taller de restauración, un espacio donde se llevan a cabo diversas funciones además de la conservación y el adecentamiento de las obras.
Así lo ha informado la única restauradora en plantilla que tiene el museo, María José Robina. Entre la multitud de tareas que realiza la experta se encuentra la limpieza de los marcos y medición de los mismos, la realización de informes de restauración para cualquier tipo de finalidad o el montaje y desmontaje de exposiciones y de las obras en los propios marcos.
Para el montaje en pared ayuda todo el equipo siempre que las obras sean de un tamaño prudencial, ya que algunos cuadros pueden alcanzar hasta los 80 kilos. En tal caso, para su colocación se precisa la ayuda de una empresa externa.
El museo tiene una previsión de obras a restaurar, pero la elección "es muy relativa". La profesional asegura que cada año se van viendo aquellas obras que precisan de una restauración más urgente, aunque es algo subjetivo ya que se puede dar el caso que mientras se procede a la restauración de una pieza se entrometan otras más urgentes que por alguna razón se necesiten con mayor premura.
El periodo de duración en el que una obra permanece en el taller puede variar durante todo el proceso de restauración, dado que "la obra a simple vista requiere una serie de tratamientos que luego sobre la marcha se ve que necesita de más tiempo. Se adapta en función de lo que se va viendo en el proceso", comenta.
En la actualidad, en el taller del Bellas Artes destacan dos grandes obras en restauración. Por un lado el lienzo de La Anunciación, una obra que llegó a esta colección en 1844, procedente del convento del Santo Ángel de Córdoba, y por otro, La Negación de San Pedro, obra atribuida a Palomino.
De la restauración de esta última pieza se encarga Robina, quien insiste en que ya va por la fase final, la de reintegración. La profesional inició esta restauración la primavera pasada y estima que para enero ya estará terminada. Este lienzo estaba muy "debilitado" y se ha tenido que intervenir en todos los elementos del mismo.
Esta obra de Palomino se tuvo que reentelar, lo que significa pegarle una tela de refuerzo a la original que se encontraba en mal estado. Para procesos como éste en cuadros de grandes dimensiones, como es el caso, se necesita de varias personas, por lo que conservadores y personal de oficina acuden a ayudar a la restauradora. "Hay veces en los que se echa de menos no tener un compañero", relata.
A La Negación de San Pedro también se le ha sustituido el bastidor por uno nuevo y se ha procedido a la limpieza eliminando los barnices oxidados que aportan un toque amarillento que oscurecen los colores originales, entre otras fases.
Otra de las tareas que también realiza la restauradora son las mediciones de varias piezas que muestran la visita de Julio Romero de Torres a Argentina, y que el año que viene serán expuestas con motivo del centenario de este hecho. Según adelantan desde el museo, esta exposición verá la luz en la primavera de 2022.
El director del Museo de Bellas Artes de Córdoba, José María Domenech destaca que la finalidad de las obras restauradas no siempre es el expositivo. Muchas de ellas se vuelven a guardar en los almacenes, aunque sí se hace una presentación de forma temporal una vez que concluye la mejora.
En los dos almacenes del museo hay obras que datan desde la apertura del mismo en los años 80, obras de aquella época que se encuentran en peor estado, ya que había cuadros en los que la pintura se desprendía. Muchos de ellos están engasados con una protección provisional a la espera de un tratamiento completo.
Domenech narra que de todas las obras que cobija el centro sólo hay expuestas entre un 5 y un 7%. En cifras, esto se traduce en unas 5.500 o 6.000 piezas de las que sólo unas 150 se pueden conocer en la visita museística. Cada una de las exposiciones del centro narran una historia. "No es más importante exponer más piezas como que el discurso que se cuente quede bien contado con las piezas más adecuadas para eso", asegura el director.
El recinto se compone de seis salas. Entre ellas está la sala de dibujo, que se construyó en los años 90. Este espacio cuenta con unas características definidas para poder aguardar las obras gráficas, dado que por su material se necesita una determinada intensidad lumínica. De hecho, estas obras tienen una temporalidad más breve para que no resulten dañadas.
Gracias a la evolución y desarrollo de la tecnología, muchos de los aparatos que intervienen en el adecentamiento de las obras han agilizado todo el proceso de restauración. Robina recuerda tiempos en los que los profesionales acudían con las obras a centros médicos para obtener una radiografía del cuadro, o cuando se sacaba un pigmento de la obra a mejorar y se llevaba a un laboratorio.
En la actualidad, existen materiales, como el equipo de florescencia de rayos X que hace una identificación de los pigmentos sin dañar a la obra y poder así determinar la composición y, en algunos casos, conocer la época o si tiene alguna intervención posterior.
Los generadores de nitrógeno también son recurrentes para acabar con los ataques de xilófagos o plagas que se encuentran en las piezas. De esta forma, el aparato saca el oxigeno e introduce nitrógeno, un gas inerte.
En el Museo de Bellas Artes de Córdoba hay obras de todas las épocas, desde el Medievo hasta la actualidad. La forma más común de obtener nuevas obras es mediante adquisiciones, subastas, donaciones o depósitos. Esta última opción se asemeja a un préstamo, ya que cuando se levanta el depósito la obra en cuestión vuelve a su lugar de origen, por lo que "se intenta que la estancia de la pieza sea permanente", señala el director.
En este año 2021, Domenech detalla que solo ha llegado al museo un cuadro nuevo. Las cuestiones burocráticas para adquirir un cuadro son extensas y complejas, por lo que en ocasiones pueden tardar hasta dos años para que se formalice una donación, incluso la Comisión Andaluza de Bienes Inmueble puede rechazar la propuesta.
Entre museos es más constante realizar depósitos de obras. Por ejemplo, el Museo Reina Sofía de Madrid cuenta con un Santiago Matamoros de Lucas Valdés del Bellas Artes de Córdoba, que a su vez acoge una Inmaculada de Palomino propiedad del Museo del Prado.
Por otro lado, el centro cuenta con una serie de carencias técnicas que limitan su desarrollo, ya que además de la prudencial extensión del mismo, en algunas ocasiones hay salas que permanecen cerradas al público por la falta de personal. En este edificio público, también se alude a la falta de un ascensor o infraestructuras de accesibilidad.
La pasada semana se llevaron a cabo varias visitas de público al taller del Bellas Artes. Allí se encontraba la restauradora Inmaculada Páez, trabajadora externa del museo y encargada de la restauración del cuadro La Anunciación.
Paéz desprendía entusiasmo al narrar las labores que sigue en su procedimiento de restauración, ya que dicho cuadro se encontraba en mal estado de conservación. El público se mostraba atento a cada uno de los pasos que narraba la profesional y que iba acompañando con material audiovisual.
La restauradora explicó paso por paso el procedimiento a seguir desde cero cuando hay que restaurar una obra de esta envergadura, desde el empapelado de protección, las catas, limpieza, retirado de parches, limpieza ajedrezada, entro otros.
Además, la experta también iba mostrando los distintos aparatos que ha utilizado durante el proceso, desde una aspiradora hasta otra herramienta que aporta luz rasante y luz ultravioleta, así como unas radiografías que han sido realizadas por una expresa externa.
Esta pintura en cuestión, está relacionada con la cofradía de clérigos de La Annunciata, impulsada por los jesuitas en Córdoba al amparo del obispo Francisco de Reinoso (1534- 1601).
La obra estuvo atribuida a Francisco Pacheco, pero los estudios más recientes refieren su autoría al círculo de Pablo de Céspedes (1538- 1608) y su estilo artístico se adscribe al manierismo, imperante en la ciudad a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII.
Debido al éxito cosechado, el director del museo plantea volver a organizar de forma "más recurrente" este tipo de visitas que ya se había realizado anteriormente destinada a escolares o grupos reducidos.
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