¿Quién hay detrás de la música callejera? Historias de la banda sonora de Córdoba
Música
Momentos complicados, luchas diarias y muchos sueños forman las estrofas de artistas como Juan Antonio Navarro, Juan Antonio Galiot o Carlos Puya
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Córdoba/Música en la calle, siempre siendo la banda sonora de los transeúntes, siempre llevando la alegría a nuestros oídos. Estos cantautores transmiten por sí solos, pero su experiencia y su vida son los pilares que construyen esa forma tan bonita de llevar la música a la gente. Detrás del sonido placentero, existen historias de inspiración, superación y formas de ver cumplir un sueño. ¿Conoces las historias de los músicos callejeros?
Juan Antonio Navarro tiene 25 años y lleva en el Puente Romano desde los 15. Empezó en la música hace una década. "El día que falleció Paco de Lucía no fui al colegio, empecé a ver el entierro y, a partir de ahí, nació mi curiosidad por querer tocar la guitarra. Yo aprendí solo, por lo poco que veía en el móvil, y ya con los años, tuve mi maestro", comenta. Desde entonces empezó a ejercer la música en la calle. Actualmente, es autónomo y vive en exclusiva de esta actividad. "Yo firmaría porque fuese de por vida, aunque sé que llega el momento en que las etapas se cierran", apunta.
Respecto a desenvolverse en el mundo de la música en esta ubicación o hacerlo en otro lado, como en un local, José Antonio indica que el factor diferenciador en ambos casos "es en primer lugar la libertad que se tiene siendo músico callejero; en segundo, las personas que conoces; y en tercero, que sientes felicidad al ver que tu música gusta a las personas".
Si se le pregunta cómo vivió su familia esta vuelta de tuerca en su vida, declara que "en mi casa lo ven como un trabajo normal, aunque en la pandemia tuve que dejarlo, porque me quedé sin guitarra, sin altavoz y me metí en el mundo de la paquetería. No se podía salir a tocar y tuve que venderlo todo, me quedé sin nada". Aunque, como indica, lo malo de su trabajo es que en momentos como esos es imposible poder vivir de la música. Como relata, no le llena el tema de tocar en bares, eventos... "Si nos siguen dejando, pues mi futuro lo veo ahí. A mí me dicen todavía el Niño del Puente y llegará el día que se me ponga cara de más mayor y ya no podré ser el Niño del Puente", bromea.
Defiende que sí que siente el cariño del turista, aunque donde afirma que más siente el calor es en el público local. "Hay hasta señoras mayores que te dan un beso en la frente. Vas caminando por la calle y te reconocen. No todo es el dinero, es cuando se te acercan, te agradecen, te hablan y te hacen formar parte de su vida", subraya.
A unos pocos metros se ubica Juan Antonio Galiot. Tiene 33 años y este es el tercer año que comparte su música en el Puente Romano. El amor hacia este arte le llegó a los seis años. Cuenta que durante su temprana edad le diagnosticaron un problema de audición y los médicos le recomendaron a su madre que le pusiera un poco de música para intentar paliar este problema. Con el tiempo, este problema pudo modificarse, pero el vínculo con la música ya no se rompió.
Empezó desde muy niño a estimular esta pasión, hasta que entró en el conservatorio en la modalidad de piano. Al tiempo, a este instrumento se le sumaron el bajo o la guitarra. Con estas doctrinas aprendidas, comenzó a escribir canciones. Aparte de llevar sus partituras a la calle, Galiot tiene un proyecto grupal con el que lleva más de una década. Se llama Mar Araña. Además de estas tareas, el cantautor tiene un disco en solitario y un segundo en preparación.
"En Córdoba tenemos un escenario maravilloso, más bonito es complicado. Un público que va cambiando, no siempre es el mismo, y esto te permite tener esa sensibilidad de cómo quieres enseñar tu música. No tener que gestionar con el dueño de un pub, de un bar o lo que sea. Más accesible, más fácil, y puedes elegir tú cómo puedes hacerlo", explica Juan Antonio. Además de dedicarse a la música callejera lleva más de una década ejerciendo de maestro. "Yo soy un privilegiado, ya que esta es la necesidad de enseñar mi música y no tanto un medio de vida", explica para reflejar que existen varios compañeros en la calle de Córdoba que se dedican en exclusiva a esta actividad.
Respecto a cómo es el día de un músico callejero, sostiene que "la calle lo que te da es la cercanía con la gente. Yo cuando he tocado con mi grupo en un escenario, la feria de un pueblo o en donde sea, tú estás arriba y la gente está abajo. Para bien o para mal, aquí a la gente la tienes delante. Todo es mucho más espontáneo o cercano. Al que le gusta te lo dice en el momento, y tienes un feedback instantáneo que es muy bonito", defiende.
Córdoba también disfruta de la música de Carlos Puya. Tiene 44 años y lleva cuatro años en este mundo. Empezó en la música entre los 13 y 14 años y es autodicta. Con 21 tuvo un parón de más de una década, donde la música desapareció de su vida. En 2010 sufrió una meningitis bacteriana y perdió la audición en el oído izquierdo a causa de un derrame cerebral. La enfermedad lo dejó en 41 kilos de peso y tardó bastante tiempo en volver a andar.
Un día un amigo le ofreció tocar en un local y lo demás es historia. Ha estado años haciendo micros abiertos y ha hecho ciclos de cantautores de renombre. "A raíz de la pandemia me veo con tres hijos y en 2021 me saqué la licencia. Antes iba con piano y guitarra, ahora solo con guitarra. Mis tres hijos y yo vivimos de esto. El trabajo es muy bonito, pero es muy inestable", insiste. Carlos destaca a los músicos que tocan sin licencia, "a la gente que te amenaza e incluso te intenta robar", como barreras para llevar a cabo el trabajo.
El músico recuerda una anécdota en la que varias personas coinciden en la idea de que "mucha gente te dice que por qué no vas a la tele por lo que bien que tocas, aunque mi triunfo es llegar a fin de mes", defiende. "El problema que tenemos la gente en Andalucía es que piensan que los músicos callejeros estamos pidiendo limosna. De Madrid para arriba no es igual, la población te ve como un artista, no como alguien que está pidiendo. El dinero que más conseguimos es por los turistas", lamenta. De esta forma analiza cómo es la percepción del ciudadano respecto al trabajo que ejerce.
"Si les echas horas, le sacas un sueldo; el equipo que te compres, sufre mucho", ya que muchos instrumentos son de madera, refiere. De forma más personal, Carlos busca un trabajo para compaginar con la música callejera, "puesto que es un empleo que desgasta; yo hay días que he estado 11 horas en la calle cantando y tocando. Una de las cosas por lo que estoy buscando un trabajo aparte es porque, dentro de diez años, no sé cómo voy a estar, si quieres ganar un sueldo decente", refiere.
"El mayor problema que tenemos es el intrusismo", añade. Desde su perspectiva más personal señala que "se nota mucho cuando vas y no estás pensando en que no llegas a pagar el piso". "Además, tienes que estar con veinte ojos, ya que tienes la funda de la guitarra con el dinero. Me han robado, hacen como si van a echarte algo y te quitan los billetes. Es un trabajo que te cambia el horario según la época del año", subraya.
Estos tres músicos demuestran que la banda sonora de nuestra calle seguirá sonando mientras estas historias quieran coleccionar un capítulo más en su vida y exista una persona que valore tanto al arte como al artista.
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