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Loco por la música
La música está con nosotros a cada paso que damos. Unas personas la pueden percibir y aquilatar con certeza y otras muchas simplemente la entienden como parte de su experiencia vital. Hoy les acercaré a una serie de curiosidades que a buen seguro les harán detenerse a pensar y a sentir.
¿Han sentido alguna vez las pulsaciones del corazón acompasadas con la música que escuchan? Pues eso ocurre porque nuestro cuerpo reacciona a ese ritmo y el corazón adapta sus latidos a la música que estás escuchando; la música influye en la presión arterial. Ese fenómeno que todos hemos vivido alguna vez de estar tarareando en nuestra cabeza una letra o melodía todo el tiempo sin parar y sin quererlo tiene un nombre peculiar. Se llama gusano musical.
Casi siempre observamos a personas haciendo deporte con cascos puestos o en los gimnasios se escucha música todo el tiempo; pues bien, está demostrado mediante un estudio realizado en 2008 por Científicos de la Universidad de Brunel y publicado en la revista especializada Journal of Sport & Exercise Psychology, que la resistencia física aumenta cerca de un 15% si hacemos deporte escuchando música y mucho mejor si esa música es rítmica, como el pop, el rock, etc.
Por otro lado, la reacción de nuestro cuerpo a ese efecto rítmico de la música mientras hacemos deporte es excelente para nuestra salud, ya que liberamos dopamina, que es una de las hormonas que se generan en nuestro cerebro cuando realizamos actividades plácidas y/o excitantes. También está comprobado el efecto vasodilatador que tiene la música en nuestro cuerpo.
Expertos del Centro médico de la Universidad de Maryland afirman que al escuchar música beneficiamos a nuestro sistema cardiovascular tanto o más que cuando hacemos ejercicios o tomamos ciertos medicamentos. En las pruebas realizadas por ultrasonidos a varios pacientes se concluyó que al estar escuchando música sus vasos sanguíneos aumentaban o disminuían su diámetro sobre la media estándar.
Si la escucha es de nuestra música favorita, la dilatación de los vasos llega a más del 25%; si es música relajante es de más del 10% y si es música que nos alegra, pues llegamos casi al 20% de aumento en el diámetro de nuestros vasos sanguíneos. En cambio, si es música que nos provoca estrés, la contracción de nuestros vasos sanguíneos llega casi al 5%.
Casi todos hemos disfrutado alguna vez en una discoteca o sala de fiestas. Pues según un estudio realizado en Francia en 2008 y publicado en la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research, el volumen alto afecta a nuestros sentidos, y no me refiero obviamente al auditivo, sino a la reacción que nos provoca en nuestro cuerpo a beber más alcohol en menos tiempo, es decir, cuanto más alto es el volumen de la música, más rápido se consume la bebida. ¿Entienden ahora por qué en las discotecas ponen la música a un volumen tan alto?
Otro estudio consultado afirma que el arte de la oratoria, o sea hablar en público, se nos desarrolla profusamente si dominamos algún instrumento musical. De acuerdo a un artículo de Nina Kraus, profesora en la Universidad Northwestern, investigadora de la codificación neuronal del habla, la música y su plasticidad, y catedrática de Audiología, aparecido en la revista Nature Reviews Neuroscience, durante el ejercicio y práctica musical para tocar un instrumento se establecen "conexiones neuronales que mejoran también otros aspectos de la comunicación humana".
Esto ha quedado demostrado con el ejemplo de niños que poseen formación musical y su vocabulario y capacidad de lectura es exponencialmente superior a la media. Obviamente, esto también explica el fenómeno de que los músicos sean capaces de escuchar de forma más nítida una conversación cuando existe un ruido de fondo en comparación con otras personas sin formación musical.
Es cuando menos curioso, según se afirma en un estudio que data de hace unos años, que nuestro oído derecho recoge mejor los sonidos del habla, mientras que el izquierdo es más receptivo a las ondas musicales. Dicho estudio, realizado por Barbara Cone-Wesson con el apoyo de las universidades de California y Arizona (EEUU) y publicado en la reconocida revista científica Science, recoge entre sus datos que al parecer desde el nacimiento nuestro oído está estructurado para distinguir entre los diferentes tipos de sonidos y codificarlos correctamente en nuestro cerebro.
Nuestra concepción del mundo que nos rodea y la percepción que tenemos del mismo depende en muchos momentos de la sensación que nos provoca la música que escuchamos y esto puede llegar a condicionar cosas tan diversas como nuestras relaciones sociales, aspiraciones futuras y hasta nuestra forma de vestir. Todos sabemos que nuestro cerebro es sumamente importante, pues bien, está demostrado que escuchar música es una de las que, podríamos decir, únicas actividades que obligan a esta parte de nuestro cuerpo a trabajar en su totalidad. Estudios certificados afirman que según que género musical estemos escuchando, nuestro cerebro se estimulará con mayor intensidad reduciendo los efectos del estrés y aumentando nuestra conexión emocional y humana con otras personas.
En cambio, otros estudios aparecidos en la revista Applied Cognitive Psychology, afirman que es recomendable realizar actividades como estudiar materias no musicales sin música de fondo, ya que el silencio ayuda a aumentar nuestro rendimiento cognitivo en esas situaciones puntuales.
Algunos pensarán que la música como mejor se disfruta es con los ojos cerrados y posiblemente no vayan muy desencaminados. En la Universidad de Tel Aviv se realizaron estudios hace unos años que determinaron mediante la ayuda de pruebas de resonancia magnética funcional que la escucha de música con los ojos cerrados afectaba a nuestras reacciones y temores. Así, mediante el estudio cerebral de unos 20 pacientes a los que se les hizo escuchar música de terror, se comprobó que la amígdala, que es la zona de nuestro cerebro vinculada al miedo, aumentaba exponencialmente si mantenían lo ojos cerrados durante la escucha. En cambio, si abrían los ojos el efecto desaparecía o no era el mismo.
En definitiva, la música es buena para la salud y, sin importar la cultura, es un elemento inherente al ser humano. Tal y como reflexionó Victor Hugo, “la música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio”.
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