"Me niego a decir que no tengo hijos por no explicarlo": Así se sufre el duelo de perder un bebé al nacer
Duelo perinatal
La pérdida de un hijo durante el embarazo o en los momentos previos o posteriores al parto lo sufren cientos de familias en España
Los afectados piden mejorar los protocolos de atención al duelo perinatal en la sanidad pública
“Cuando te enfrentas a un duelo de una persona que ya ha estado aquí, tienes recuerdos, trabajas el duelo en base a ellos, el problema de esto es que no los tienes, tienes un futuro y una ilusión que de repente se destruye”. Ella es Gloria Rubio y perdió a su hija hace apenas un año y medio. Manuela nació el 24 de abril de 2021, estuvo 48 días ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Reina Sofía de Córdoba y murió tras no soportar dos operaciones para intentar revertir la condición con la que vino al mundo: una hernia paraduodenal derecha, una malformación congénita debida al fallo del proceso de rotación intestinal.
En la semana 28 empezó el calvario, pero fue en la 31 cuando una ambulancia tuvo que trasladar de emergencia a Gloria desde Pozoblanco hasta la capital cordobesa. La niña no viene bien, escuchó, sin saber exactamente porqué. Todo pasó muy rápido, fue una cesárea de urgencia, una reanimación y muchas dificultades para mantener a Manuela con vida durante los primeros minutos, y a sus padres con un mínimo de esperanza. “Estaba en shock, desde ese momento y hasta que mi hija muere viví de forma mecánica, no soy consciente de tener unos sentimientos u otros en ese tiempo”, cuenta la madre a el Día, convencida de que su testimonio va a servir para mejorar cómo se aborda el duelo perinatal en el sistema sanitario público español.
Volver a casa con el vientre y los brazos vacíos no era el plan, y duele. “La pude coger solo un par de veces”, cuenta Gloria, que aún lo recuerda todo. A su hija le practicaron pruebas para detectar por qué su barriga estaba tan hinchada, pruebas genéticas para ver de dónde venía su enfermedad y descubrir la causa de que su intestino estuviese recubierto por una hernia.
Las visitas eran cinco al día, de 10 minutos y con un protocolo muy estricto por culpa del Covid, la madre o el padre en completa soledad con su hija, los dos juntos solo podían entrar a la visita de las 12:00. “Ahí te sueltan solo, no hay ayuda psicológica, nadie que te explique, no hay nada”, lamenta Gloria, que pasó así “las horas más terribles” de su vida: en una sala fría, solos, sin saber qué estaba ocurriendo. Fue el 8 de julio “cuando salieron y me dijeron que mi hija estaba muy grave, con un fallo multiorgánico sin causa aparente y sin esperanzas”. En ese momento solo restaba aguardar.
El cuerpo de Manuela tardó dos días en llegar a Pozoblanco. No hubo velatorio, no querían ver a nadie ni hacerlo más difícil para la familia. Pero Gloria no va a olvidar su cara. “Tengo fotos, puedo verla”, expresa, y en el Reina Sofía recibió una caja con sus huellas, el chupete y la pulsera que usó mientras estuvo en la UCI. “La llevamos tatuada, para mi es muy importante mantenerla presente”, resuelve con soltura la madre tras someterse a muchísima terapia psicológica para aprender a vivir con el dolor. Manuela descansa junto a una lápida con un ángel y un libro de cuentos que le regaló uno de sus alumnos de Primaria: Adivina cuánto te quiero, de Sam McBratney y Anita Jeram. A Manuela la quieren “de aquí a la luna y vuelta”.
La lactancia materna y el duelo perinatal
En los días previos a la muerte de su bebé, Gloria se refugió además en la lactancia materna. Manuela se alimentaba por vena, pero la lactancia de Gloria estaba muy establecida y había que darle salida. “Yo me extraía con la intención de dársela, empecé a guardarla para ella pero mi producción era cada vez más y solo pudo tomarla dos días antes de irse”. La madre se extraía en casa, cinco sobres de 300 mililitros al día, conservaba la leche, la congelaba y la llevaba al lactario tras haberse sometido a una analítica para poder donarla.
“Donaba cuatro sobres y guardaba uno con la esperanza de dársela”, cuenta, sintiendo que “lo único que podía hacer por ella era extraerme, cada tres horas, sin mi hija en brazos, viviendo un vacío tremendo”. El legado de Manuela, como le gusta a su familia denominarlo, es que su madre haya podido ayudar a otros bebés a sobrevivir a través de las bondades de la lactancia materna.
La retirada de la misma, sin embargo, fue complicada, porque las pastillas que recetan para cortar la producción no le hacían efecto y recibió “muy poca orientación” al respecto, denuncia.
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