'El niño y el tiempo', la ópera prima como escritor de José Antonio Lora Rubio
Literatura
La obra de la editorial cordobesa Sótano Ediciones recoge las vivencias desde la niñez Almodóvar del Río marcada por la Transición
El autor plantea el libro como especie de diálogo con el lector
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Las vivencias desde la niñez en el pueblo, en el campo, marcadas por el sentimiento de culpa de la educación judeocristiana y más tarde por la Transición es la esencia de El niño y el tiempo (Sótano Ediciones, 2024), la ópera prima como escritor de José Antonio Lora Rubio (Almodóvar del Río, Córdoba, 1964).
El niño y el tiempo es, a lo largo de algo más de trescientas páginas de prosa poética, "un libro de vivencias, es biografía pura y dura. Cuento lo que me ha pasado. Evidentemente lo cuenta un niño, pero con los ojos de un adulto. Las vivencias son totalmente las que tuve de niño. Y esas vivencias, por un lado, son luces. Al final se han convertido en luces, pero en su momento hubo sombras, hubo sombras intensas, dolorosas".
Así describe en una entrevista con Efe Lora Rubio la experiencia que plasma en la nueva obra de la editorial cordobesa Sótano Ediciones que parte de su pueblo natal de Almodóvar del Río, donde está "mi adolescencia, la huerta" y en Palma del Río, donde reside en la actualidad y "hablo del instituto, de los grupos que se crearon, de lo que era la amistad, la lectura, que era como un descubrimiento, era descubrir el mundo".
En este momento, opina el autor, "creo que eso no sería igual. Creo que ya no se escribiría de la misma forma. Tendría su propia escritura, evidentemente. Pero creo que soy fruto totalmente de mi generación, de mi tiempo, de esa Transición que yo viví con una intensidad que ahora echo de menos y ahora me sorprende a donde estamos volviendo".
Un período que le sirvió para disfrutar con vehemencia de los movimientos estudiantiles universitarios en Córdoba, pero, también, para centrar su vida en el ámbito rural, a la que se ha dedicado profesionalmente desde 1991 como bombero forestal, incluso antes de que entrase a formar parte del operativo de la Junta de Andalucía contra los incendios forestales (Infoca).
"Mi infancia es producto de un pueblo, de Almodóvar del Río, en un principio, luego Palma del río, luego está Córdoba, cuando ya vine a la Universidad y aparece para mí el campo, sobre todo en mi más tierna infancia, cuando están mis abuelos, mis tías. Para mí el campo era el mundo, en los olores, los sabores, los sonidos, los pájaros. Luego fue la naturaleza, pero en un principio era el campo, era ese ámbito. Yo no podía vivir en una ciudad", confiesa.
Diálogo con el lector
José Antonio Lora ha planteado El niño y el tiempo como una especie de diálogo con el lector, que cree que se verá reflejado en la obra. "Desde el principio del libro ya hago una declaración de intenciones, ya le digo que lo que vamos a hacer es sentarnos enfrente el uno del otro como una especie de juego de espejos, y les voy a contar mi realidad, que en realidad es la suya".
Ello porque, según ha subrayado, "en el fondo tenemos las mismas vivencias, sufrimos con los mismos dolores, reímos con las mismas alegrías y le digo que va a ser un diálogo de tú a tú, directo".
La respuesta del lector es el principal objetivo del libro: "Tengo cosas que contar, si ya solo con eso, cuando alguien lea el libro, se ve reflejado en mis letras y le ayuda a expresar algo parecido a lo que yo he vivido, para mí será el máximo".
El niño y el tiempo es fruto de "todo un proceso", que José Antonio Lora entiende que comenzó "cuando pasaba largas temporadas con mis abuelos en Almodóvar del Río. Recuerdo algunas siestas, aquellas siestas de antes que paraban el mundo, en las que ya empezaba a escribir".
Eran "pequeños cuentos y, de alguna forma, fantaseaba con historias, con fábulas. Y ahí fue el inicio del libro. También es verdad que he tenido que ir madurando, se ha ido perfilando, he ido encauzando la forma, el estilo para poder sacar todo eso".
Tener que contar cosas
Y aunque su memoria le permita recordar situaciones que a su madre le parece imposible que retenga, porque debían ser momentos de cuando tenía tres años, sí ha tenido que pasar un tiempo para que el libro viese la luz, ya que cuenta realidad, alguna cruentas, aunque no sea en primera persona.
"No he escrito, evidentemente, para hacerle daño a nadie, pero tenía que contar cosas. Alguien puede sentirse dolido. Cuenta lo que ha vivido un niño, lo que ha sentido un niño y ya ha pasado. Ha pasado suficiente tiempo como para que quien pueda sentir ese dolor por lo que cuento, ya quizás ni lo note, porque no lo lea", reconoce.
En definitiva, "el libro es producto de mi generación y de mi tiempo", marcado por la Transición, aunque "no es un tema central, evidentemente, pero está ahí porque yo soy producto de una educación judeocristiana y a mí eso me ha generado, por mi propia sensibilidad, por mi manera de ver el mundo, unos sentimientos de culpa".
Esto porque "la idea del pecado la teníamos tan incrustada que, claro, a un niño le hace un daño enorme porque le estás haciendo que viva cualquier experiencia y sobre todo, cuando el cuerpo le despierta, el niño lo vive como algo que es un pecado, como algo extraño, malo".
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