Una noche con Cruz Roja de Córdoba: ayuda para quienes menos tienen en plena ola de frío

Atención a Personas sin Hogar

La Unidad de Emergencia Social de la entidad atiende tres veces por semana durante todo el año a más de medio centenar de personas que viven sin hogar

Una noche en la calle con la Cruz Roja de Córdoba, en imágenes

Los voluntarios ayudan a varias personas en el Gran Capitán.
Los voluntarios ayudan a varias personas en el Gran Capitán. / Juan Ayala

Córdoba/Cuando el frío golpea con fuerza, las calles de Córdoba se vacían en cuanto se esconde el sol. Las casas se convierten en esta helada época del año en ese cálido refugio familiar, íntimo y seguro del que no apetece salir. Y más en esta segunda semana de diciembre en la que, pese a que la Navidad ya está muy cerca y el ambiente por la ciudad crece, las temperaturas han rozado los cero grados centígrados. Han caído las noches y los cordobeses se han resguardado en el calor de sus hogares.

Sin embargo, mientras miles de cordobeses duermen, son muchos quienes carecen de algo tan humano como una vivienda. Las calles nunca están solas. Son decenas de personas las que viven a la intemperie. No tienen nada. Tan solo unos cuantos enseres personales que cargan durante el día y unas esterillas, colchas o mantas que ocupan techados, soportales y cajeros de bancos a la vista de todos los transeúntes.

La red de atención a las personas sin hogar de Córdoba (Red Cohabita), constituida en 2015, engloba a diferentes instituciones sin ánimo de lucro que a diario prestan su ayuda a quienes viven en la calle. Una de ellas es Cruz Roja, cuya Unidad de Emergencia Social recorre las calles de la capital cordobesa los martes, jueves y sábados durante todo el año. Equipados de alimentos, mantas y productos esenciales, los voluntarios cargan sus furgonetas cada noche con el objetivo de dignificar la vida de la Córdoba más invisible.

Javier Alférez (32 años y dos años como voluntario), Antonio Rafael Martínez (64 años y un año como voluntario) y Esther Molero (30 años y dos meses como voluntaria) son el equipo habitual de los martes. El pasado 10 de diciembre, los tres se reunieron a eso de las 20:00 en la sede de Cruz Roja Córdoba, ubicada en la calle Cañada Real Mestas, en el barrio de Noreña. En la cochera cargaron de material la furgoneta con todo lo indispensable: un depósito de caldo, otro de leche caliente, café y Cola Cao como opciones para beber; y pan, tortilla de patatas y magdalenas para comer.

El termómetro rozaba los tres grados cuando la furgoneta de la Cruz Roja abandonó su sede a eso de las 20:45 del martes. Con la ola de frío, son menos las personas sin hogar a las que atiende la institución, pues en esta temporada los albergues se llenan. Nadie quiere pasar la noche a la intemperie de un frío que cala hasta los huesos. Por eso, según las estimaciones de los voluntarios de Cruz Roja de Córdoba, atienden a unas 50-60 personas en invierno. En otras épocas, son unos 80 los usuarios del servicio.

Javier prepara los materiales antes de salir.
Javier prepara los materiales antes de salir. / Juan Ayala

La primera parada de la Unidad de Emergencia Social de Cruz Roja en Córdoba fue en la esquina del BBVA ubicado en la avenida del Aeropuerto, junto a los antiguos juzgados. Allí esperaba Manuel, ya conocido por los voluntarios, quienes lo primero que hicieron fue preguntarle si prefería "leche, café o un caldo calentito". Con su vaso recargado hasta arriba y echando humo, lo segundo que le entregaron fue una bolsa con pan, tortilla de patatas y magdalenas.

Ese es el menú de los martes. Los demás días, cambia. Por ejemplo, los jueves entregan embutidos como pavo y pollo que sean también aptos para la dieta de los musulmanes, y los sábados toca albóndigas. Una vez al mes, desde Cruz Roja reparten a cada persona sin hogar una bolsa de aseo básico para la higiene personal. También mantas, edredones y sacos de dormir, aunque este año los voluntarios echan en falta más abrigo de este tipo: "Este año han llegado menos donaciones de ropa de cama y entonces entregamos menos", lamenta Javier Alférez.

Llegó alguien más a esa primera parada de la avenida del Aeropuerto. Pocas personas para lo que acostumbran los voluntarios. Manuel, tras agradecer la ayuda recibida como cada noche, se marchó con la alegría de que, al menos durante este invierno, duerme en la habitación que le presta un conocido. Cuando el frío cesa, sin embargo, le toca volver a buscarse la vida durmiendo en la calle. Y es que los voluntarios de Cruz Roja recalcan que sus suministros pueden recogerlos todo aquel que no tenga hogar o no viva en condiciones dignas. Como señala Javier, "hay muchos que conviven más de 10 personas en pisos o que se han instalado en infraviviendas".

Ese es el caso de José Miguel, que reside en una vivienda que carece de las condiciones mínimas para ser habitada en el Sector Sur. Lo hace junto a su mujer, la cual no se encuentra bien de salud. Por eso es él quien cada noche se traslada hasta la esquina del Cordel de Écija con el parque Fray Albino donde la Unidad de Emergencia Social de Cruz Roja Córdoba hace la siguiente parada en su ruta solidaria. Allí recoge alimentos calientes y lo que necesite con un enorme sentido de la gratitud.

"Tenemos que decir gracias a la labor que hacen ellos (los voluntarios) para que las personas por la noche podamos llevarnos algo de comida, mantas y sacos de dormir. Podemos contar con ellos y, como yo, somos muchos los que estamos agradecidos porque lo hacen sin sacar provecho y eso muchos no se lo creen", destacó José Miguel, a lo que los voluntarios le respondieron con otro agradecimiento mutuo por las palabras. Después de tantas noches coincidiendo, tanto voluntarios como personas sin hogar se consideran "como una familia". A Javier le sorprende que incluso muchas noches algunos le preguntan a ellos que "cómo están", en vez de hacerlo ellos a quienes más desamparados están.

Los voluntarios de la Cruz Roja asisten a varias personas en el Sector Sur.
Los voluntarios de la Cruz Roja asisten a varias personas en el Sector Sur. / Juan Ayala

José Miguel, ese martes, fue acompañado de su vecina y del hijo mayor de edad de esta. Eran nuevos usuarios de este servicio que presta la Cruz Roja, por lo que, a diferencia de muchos, tuvieron que registrarse en la lista de la entidad. Como comenta Esther, la lista no solo funciona para contabilizar a las personas ayudadas, también sirve para informar a los nuevos usuarios de los servicios que prestan, de los puntos de encuentro y horarios que tienen y de conocer si necesitan algún tipo de ayuda sanitaria especial.

El perfil mayoritario de atención a personas sin hogar en Córdoba es el de un hombre español de entre 40 y 60 años de edad. Así lo confirman los voluntarios de la Cruz Roja, quienes, pese a la estadística, también se encuentran a muchos jóvenes nacidos a finales de los años 90 e incluso en los 2000. "Ver a personas jóvenes impacta mucho", aseguró Javier, quien, a punto de cerrar la furgoneta para dar por concluido el servicio en la parada cercana a la plaza de Andalucía, se encontró con la llegada de un fatigado Rubén, un joven de entre 25 y 30 años que por suerte llegó a tiempo a recoger su vaso de caldo caliente, aunque casi le costó un susto circulando en bicicleta.

Tras dejar el Sector Sur, Javier, Antonio Rafael y Esther pusieron rumbo al Centro, donde más personas sin hogar residen. En mitad de la avenida Ronda de los Tejares, a la altura de la calle Córdoba de Veracruz, detuvieron su furgoneta para atender a varias personas en el mismo sitio donde pasarían la noche horas después. Allí un marroquí con el que tuvieron muchas dificultades para entenderse debido al idioma al fin se inscribió en el listado de la Cruz Roja.

Ver extranjeros adquiriendo este tipo de ayudas es también habitual. Sobre todo, como explican los voluntarios, en épocas en las que no se necesitan jornaleros en el campo. "Cuando vemos a pocos extranjeros es porque trabajan en el campo durante la temporada y luego vuelven a la capital y duermen en la calle hasta la siguiente oportunidad de trabajo", comenta Antonio Rafael.

La próxima parada es seguramente la más importante de la ruta. Junto al Cajasur de la avenida del Gran Capitán había casi una veintena de personas esperando a que llegara la Cruz Roja. Mientras Esther y Antonio abrían las puertas del vehículo, lo primero que hizo Rafael fue ir directo hacia Miguel, un invidente que lleva varios años durmiendo en la calle en el Centro de Córdoba. Es la parada con más demanda de la ciudad y con solo al pasar por ahí se evidencia la dura situación: hay una serie de camas improvisadas bajo los techos de las sucursales bancarias a merced del frío y del paso de cualquier persona que conviven día y noche.

"¿Tienes algo de abrigo para dormir?", preguntó una mujer a Javier, quien le confirmó que sí y le hizo entrega de un saco de dormir. "Los sacos de dormir lamentablemente están contados, pero esta chica me ha dicho que la noche la ha pasado gritando de dolor a causa del frío", señaló el voluntario. En Gran Capitán es donde más tiempo paran. Allí todos los saludan como si de familiares se tratasen, incluso tras haber completado ya el reparto de comida y bebida caliente. Uno de ellos, por ejemplo, explicó que llegó a España procedente de Rumanía en 2006 y que ya tiene la nacionalidad española. Desde su correo electrónico envía su currículum a diario, pero no está teniendo suerte para huir de una vida entre cartones.

Javier, Antonio Rafael y Esther.
Javier, Antonio Rafael y Esther. / Juan Ayala

Los voluntarios abandonaron el bulevar del Gran Capitán a eso de las 23:00. La temperatura, lógicamente, iba descendiendo y ya rozaba los cero grados. Pero todavía quedaba un largo recorrido. Avenida de las Ollerías, Ronda del Marrubial, calle Jesús Rescatado y luego el albergue de Cáritas, uno de los puntos importantes también, pues son muchos quienes pasan fuera de este centro las noches de invierno porque se han quedado sin sitio. "Las plazas en los albergues van rotando, por eso les decimos siempre a las personas que se apunten", precisó Antonio Rafael. Después toca volver a la sede de Cruz Roja, donde, ya de madrugada, se hace un recuento de las listas firmadas por todos los asistidos y se lavan los equipos para que estén disponibles en el siguiente servicio.

"Ser voluntario de la Cruz Roja es una experiencia que tiene que vivir todo el mundo. Te permite valorar mucho más lo que es tener un plato de comida caliente todos los días y un techo", comenta Javier, quien junto a Esther y a Antonio Rafael, invitan "a todos a que se hagan voluntarios y puedan ayudar a personas que los necesitan". La "satisfacción" es inmensa. Pocas sensaciones mejores recuerdan estos voluntarios que la que sintieron cuando se reencontraron con Joaquín y Alberto, dos jóvenes de 20 años que vivían en la calle y que habían reconstruido sus vidas empezando como lavaplatos en un restaurante las pasadas navidades.

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