Patatas Fritas Cristo de los Faroles: la artesanía más sabrosa
Comercios con historia
Este negocio familiar lleva 60 años sirviendo un bocado que nunca pasa de moda desde la calle Alfaros
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Córdoba/Existe un comercio en la calle Alfaros que mantiene su singularidad, esencia y carisma aunque hayan pasado más de 60 años de su inauguración. Este comercio es Patatas Fritas Cristo de los Faroles, un lugar coqueto e ideal para disfrutar de unas patatas fritas artesanales. El establecimiento fue fundado en 1965, cuando Lorenzo Luque Moreno subió por primera vez la persiana del negocio en esta misma calle, un comercio que después dio la bienvenida a su sobrino, el que hoy es protagonista de este reportaje.
Unos 20 años después de su apertura, fue su sobrino y actual gerente el que entró en el negocio para convertirse en su mano derecha. Empezó a trabajar con él, aprendiendo sus técnicas, aunque ya las conocía muy bien, pues se había criado en las inmediaciones de estas calles. Ya hace 40 años de este hecho y poco ha cambiado desde entonces. Todo sigue intacto, parece que apenas ha pasado el tiempo. Descrito por su propietario como un negocio familiar, actualmente Juan Yepes Luque es el alma de este comercio, aunque a veces se deja ayudar por su hermana, que vive a tan solo unos pocos metros del lugar.
¿Y cómo surgió la idea de encarnar el oficio de patatero? "En la calle de la Feria, un hermano de mi tío tenía otra tienda de patatas fritas. Se llamaba Pacoli. Viene de familia", relata. De una manera más personal, cuenta cómo nació el amor hacia este oficio: “Lo he visto desde pequeño. Mi tío era soltero y vivía con mi familia, es como si fuera un hermano mayor”. Recuerda Yepes que, cuando terminó el Bachillerato, decidió aparcar los estudios y pasó a formar parte de los pilares claves del negocio. Y, con el paso de los años, destaca que lo que más le gusta es que gran parte de la clientela es, además, amiga.
La materia prima es artesanal, ya que este negocio solo se dedica a las patatas fritas cocinadas con aceite de girasol puro, aunque ha introducido productos de otro patatero, que también forman parte del catálogo. Sobre esta profesión, que se puede decir que está desapareciendo, Yepes explica que "antiguamente si había más patateros, pero ahora solo quedamos dos". Respecto a la clientela que visita esta tienda, llega de toda la ciudad. Además, venden solo en este lugar y, como asegura el gerente, nunca han pensado en expandirse.
Pero, ¿cuál es la diferencia de esta patata y la que podemos comprar en otros sitios? "Yo estoy friéndolas. Las industriales son como una pequeña alberca. Esta obra de pura artesanía también esta acompañada por lagunas tecnológicas. Ni páginas web, ni redes, un peso de 60 años que se corona como lo más antiguo de la tienda", así como las cortadores de toda la vida y la selladora más efectiva para darle el mejor sabor a sus productos. Siempre lo mismo", subraya el maestro patatero.
¿Habrá tercera generación? "Yo tengo dos hijos, y si ellos quieren el relevo, aunque yo quiero que estudien, esto lo tiene siempre. Me gustaría que alguien continuara con esto. A mí me gusta venir todos los días. No me hace ganar mucho dinero, pero yo seguiría viniendo a trabajar a diario porque yo estoy aquí muy bien, charlo con mi hermana y paso el tiempo como en las tiendas antiguas, con el trato más personal posible".
Según describe el gerente del negocio, la labor tan tradicional que ejerce a diario "es como los antiguos ultramarinos, que te conocían e incluso te apuntaban". Juan recuerda que al principio "había que apuntar que al principio la gente no tenía dinero, ya que se hablaba de muchos años". Tras décadas de oficio siendo uno de los puntos gastronómicos con más folclore del Centro de la ciudad, cambios han tenido pocos: "una televisión y algún que otro aperitivo, pero el local sigue siendo fiel a su peso".
Pero lo mejor de Patatas Fritas Cristo de los Faroles no es solo su historia y su excelente servicio por Córdoba y para los cordobeses mostrado durante más de medio siglo con entrega y amor. Su receta 100% artesanal con el uso de una cortadora manual como toda la vida se ha hecho levanta pasiones entre los vecinos, entre los cordobeses e incluso a los turistas, que no dudan en pasarse por el establecimiento a saborear uno de los bocados más famosos de la ciudad de los cuatro patrimonios de la humanidad.
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