La pianista que se enamoró de La Habana

Rafaela Serrano Rodríguez, aunque formada en Madrid, emigró hasta Cuba, donde se convirtió en toda una referencia en el campo de la pedagogía musical hasta su retirada

La pianista que se enamoró de La Habana
Pilar Bartolomé

17 de septiembre 2017 - 02:33

Nació en Fernán Núñez en 1862. En octubre de 1876, Rafaela Serrano Rodríguez fue matriculada como alumna de piano en la Escuela Nacional de Música de Madrid, en la clase de Zabalza. En junio de 1879 obtuvo el primer premio en el concurso de piano convocado por la Escuela Nacional de Música y en junio de 1880, el de armonía, materia que había estudiado con Folques. Premios que la convirtieron en la única alumna de piano elegida para formar parte de la clase de conjunto instrumental creada por Valentín de Zubiaurre. Además, llegaría a ocupar la plaza con carácter interino del profesor Zabalza. El 27 de enero de 1880 acompañó al violinista español Pablo de Sarasate en la Sociedad de Escritores de Madrid. Después de dedicarse durante un tiempo a ofrecer conciertos, emigró a La Habana para estudiar y perfeccionarse con Nicolás Ruiz Espadero, una de las grandes figuras del piano cubano, hijo de la gaditana Dolores Espadero, quien marchó a la isla en 1810 y debe considerarse la responsable de la renovación del salón musical habanero y el primer nexo que hubo entre el piano de la península ibérica y el cubano.

Rafaela Serrano actuó en el Casino Español y en el Círculo Habanero y unos años más tarde, comenzó su labor como profesora del Conservatorio Nacional de Música, ocupando las cátedras de piano y armonía. A partir de 1915, cuando el pianista, compositor y pedagogo holandés Hubert de Blanck Valet, considerado elPatriarca de la Música en Cuba, fundó el Conservatorio del barrio del Vedado, se incorporó al claustro de profesores de la Escuela Nacional de Música Hubert de Blanck, de la que llegó a ser secretaria docente y la dirigió hasta que se jubiló a finales del curso académico 1927-1928.

Sus conocimientos pedagógicos los plasmó en Teoría razonada de la música, texto del citado conservatorio durante muchos años, en cuya segunda edición colaboraron Molina Torres y Menocal; así como dos volúmenes de Cantos escolares, para uso de las escuelas públicas de Kindergarten. Escribió la mayor parte de los textos didácticos que el establecimiento empleaba, todos ellos aprobados por la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes cubana. Esta cordobesa es autora además de varias composiciones para piano que, lamentablemente, no parecen haber sobrevivido.

Estaba plenamente integrada en la vida y la cultura cubana, como prueban sus numerosas adhesiones y participaciones en organismos y sociedades musicales: fue fundadora y socia de honor de la Sociedad de Conciertos que en 1886 organizó el maestro Modesto Julián, fundadora de la sociedad Solidaridad Musical y socia de la Liga Musical Cubana y de la Orquesta Sinfónica de La Habana, que vienen a ser las entidades musicales más representativas de la capital cubana de finales del siglo XIX y principios del XX.

Fruto del cariño y admiración, sus alumnos y colegas organizaron un acto de homenaje con motivo de su jubilación, que tuvo lugar la tarde del 6 de mayo de 1928 en el Teatro Nacional. El eminente musicólogo y compositor cubano Eduardo Sánchez Fuentes pronunció unas palabras, que resultaron en un artículo dedicado a la figura y aportación a la música y la educación musical cubana de esta pianista cordobesa y que fue publicado en la colección Folklorismo. Uno de sus más destacados alumnos fue César Pérez Sentenat.

Durante el siglo XIX se consiguió crear un ambiente adecuado para las habilidades femeninas, que gradualmente pudieron abrirse paso en sociedad, sobre todo a nivel artístico. Hubo mujeres que alcanzaron una sobresaliente maestría en el arte musical, que las llevó a destacarse entre sus contemporáneos, y a dedicarse profesionalmente a la docencia y la interpretación. Son varios los trabajos que han empezado a visibilizar la presencia femenina en el ámbito artístico, si bien se han centrado en el campo de las Bellas Artes, dejando el apartado musical en estudios sobre tonadilleras o bien ocupándose de aspectos muy concretos, como su presencia en la zarzuela de los Quintero.

El piano fue uno de los instrumentos más representativos de los salones románticos, junto con el violín y la voz. En este contexto, las mujeres comenzaron a destacarse ya no sólo como intérpretes, sino también como pedagogas y compositoras, abriéndose paso gradualmente en un mundo claramente masculino.

Salvo el conservatorio de Bruselas, que dispensaba clases de composición a las mujeres desde 1833, el resto de conservatorios centroeuropeos no permitieron este tipo de formación hasta al menos 1860. Las mujeres no tuvieron permitido estudiar música en la Universidad de Oxford hasta 1921. Y orquestas profesionales como la Filarmónica de Berlín no permitieron que las mujeres formaran parte de sus plantillas como miembros plenos hasta 1983 y la Filarmónica de Viena hasta nada más y nada menos 1997.

En el caso particular de Andalucía, la problemática social y política propia, hacían aún más complicado que las mujeres progresaran en el ámbito cultural y artístico. Así, Rafaela Serrano Rodríguez, que marchó a probar fortuna (y la encontró) en Hispanoamérica, murió en La Habana en 1938. Por toda su labor de educación, gestión y apoyo a la música cubana, Rafaela Serrano es considerada una primera figura en la que fue su tierra de adopción y una de las grandes pedagogas de la educación musical cubana, aunque por desgracia su recuerdo no perdura del mismo modo en la historiografía musical española.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último