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Mikel Lejarza
Toulouse
Entrevista
Córdoba/Poliana Lima es coreógrafa, bailarina y docente afincada en Madrid desde 2010. Desde niña siempre quiso dedicarse a la danza y a los 20 años la asumió como una parte esencial de su vida y como herramienta para hablar de la condición humana y lo misterioso de nuestra existencia. En 2022 estrenó la primera parte de su trilogía sobre la identidad con Oro Negro en el Festival de Otoño de Madrid. En 2024 ha llegado la segunda entrega de este proyecto con The Common Ground. Este viernes ha presentado en la Caja Negra del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) Oro Negro.
Pregunta.¿Oro Negro es una biografía coreográfica?
Respuesta.Bueno, realmente creo que todas las piezas de todas las personas del planeta son, en alguna medida, autobiográficas porque parten de la experiencia de uno para relatar y dar una visión del universo. Sin que pase por la experiencia del autor o de la autora, pues no... Siempre está esta criba. Sin embargo, realmente esta obra no es autobiográfica. Yo llevo preguntando sobre la identidad y la memoria desde múltiples aspectos, como la edad o el género, desde siempre, desde que empecé mi carrera en 2012 en España. Y es que es absolutamente inevitable, dedicándome al cuerpo, hacer la pregunta de la identidad porque nuestra condición en el mundo es corporal. No existe un ser humano si no tiene un cuerpo. La danza es muy propicia para debatir estos temas. Oro Negro siento que puede ser un impulso personal desde el que pueda comunicar más allá y que pueda presentar imágenes que dialoguen respecto a la identidad y a los múltiples linajes culturales que habitan el cuerpo de una persona. Linajes culturales como fuerzas, como mandatos, como alegrías, goces... porque todo esto que está en la cultura está también en el cuerpo de uno.
P.En su caso, Brasil tiene un linaje cultural muy rico.
R.Soy brasileña, he crecido en un país de pasado colonial, no fue metrópolis. Esta memoria está muy viva y en el caso de Brasil, con la especificidad de que es la mayor diáspora africana fuera de África. Entonces, tiene por lo menos dos matrices culturales muy fuertes en su cultura, en la cual una es visibilizada, que es la cultura occidental, blanca, y la otra no. Ahora no se remite a esta historia, no se habla de esta historia. Y para mí, Oro Negro toca y trae estos temas. Me parece relevante, no solamente para mí y para mi historia personal, porque no lo hago por esto. Mi tarea como artista es un servicio público, no es un ejercicio de autocomplacencia, ni un ejercicio narcisista. Mi historia, en definitiva, importa muy poco. Lo que importa es cómo estas imágenes llegan a un público y cómo pueden pensar sus propias vidas a través de su repertorio cultural. Y lo que pasa en Brasil no pasó solamente en Brasil. España también es un país diverso, múltiple, con múltiples raíces culturales, y esa es la función y la idea de la pieza.
Mi tarea como artista es un servicio público, no es un ejercicio de autocomplacencia, ni narcisista"
P.¿De qué forma han influido sus raíces en su forma de hacer danza?
R.Las raíces de uno están presentes en todo lo que hace. Brasil es como un cuerpo híbrido, como un lugar que pertenece a más de un sitio, que está formado por más de una cosmogonía. Hacía desde ballet hasta danzas que son tradiciones importadas del universo europeo, aunque es muy difícil hablar de Europa como una cosa única porque no lo es. Bailaba en las fiestas populares, que son muchas vinculadas a la diáspora africana y también obviamente a los pueblos originarios. Para mí la formación está tanto en la Poliana que se formó en una escuela de danza, como en la Poliana que bailó en fiestas en familia, fiestas populares, en discotecas... La artista que yo soy está conformada por todas estas experiencias. Pero, una vez más, no es que yo sea así, es que todos los artistas son así. Son más conscientes o menos conscientes, o se reivindican más de una cosa que de otra, pero es imposible separar lo que estudias, en lo que te formas, de todas las demás experiencias que vives. Entonces, yo siento que las raíces están presentes en mi cuerpo y, ojo, llevo 15 años en España. Mi cuerpo ya está también profundamente transformado por la experiencia de ser migrante y de estar en un país específico, como mi cuerpo, como mi forma de hablar. No siento que las raíces sean algo fijo, sino algo que está vivo, y yo ahora ya soy una mezcla entre mi vida en España y mi vida y mi origen brasileño.
P.¿El folclore brasileño tiene peso en su forma de crear?
R.Sí, aunque más que folclore yo hablaría de danzas populares. Aparte, yo crecí en una ciudad pequeña, semi industrial. Siempre doy el ejemplo de Móstoles o Pinto, cerca de Madrid. Tengo 40 años, crecí en un Brasil que se estaba industrializando a una velocidad vertiginosa, con mucho éxodo rural. Mi familia creció alrededor de una fábrica. Lo digo porque recibí muchas danzas populares y me formé mucho también a través de la televisión, pero no estaba enraizada en una cultura tradicional en la que las tradiciones sobreviven. Me imagino que este mundo popular sería lo que hoy es Rosalía para un joven o el reguetón, o lo que llega por la tele o por la radio. Está lleno de matrices culturales de diversos sitios. Me reivindico más conectada con lo popular, incluso con la cultura de masas, aunque en el ámbito en el que yo trabajo, que es como más bien erudito, se es muy crítico con la cultura de masas por razones obvias, pero sí que siento que desde ahí recibí lo popular. En definitiva, yo hablo de popular y no de folclore.
P.¿Cuándo surgió en usted la necesidad de expresarse mediante el cuerpo?
R.Yo creo que es más bien cuándo desaparece de los demás la necesidad de expresarse mediante el cuerpo, esa sería la pregunta para mí (ríe). De manera bastante generalizada, si pones música y hay un niño pequeño, se entrega a bailar. En mi caso, simplemente no acallé o paralicé esta facultad o este goce. Siento que la danza es una manera muy hermosa de saberse vivo y de jugar. Uno baila y no está preocupado, está bailando, está en comunión con algo. A mí me parece una manera de cruzar la vida. En definitiva, me parece que la danza es una filosofía. Desde muy pequeña nunca he dejado de bailar. Estoy formada en Sociología, pero estaba en la universidad y supe clarísimamente que está muy bien pensar y estudiar, pero si la danza no estaba en el cuerpo, para mí nada tendría sentido. Simplemente seguí esta intuición que era vital, energética y de salud, pero también espiritual y filosófica.
P.¿Qué referentes tenía cuando empezó en la danza?
R.Crecí en una ciudad a una hora y media de São Paulo capital, y había solo un cine. Yo no he tenido acceso a lo que uno entiende como gran cultura: teatro, danza... Entonces, siento que mis referencias han venido más de lo que más llegaba. En mi caso, fue más fácil acceder al cine que ver danza escénica. Fueron más mis referencias del cine y de la literatura porque son, de alguna manera, productos que llegaban a más sitios. Cuando empecé, tenía más deseo de traducir inquietudes personales que vinculaba a la literatura. João Guimarães Rosa, que es un gran escritor brasileño, ha sido un pilar para mí; es el más grande modernista brasileño. Luego, cuando empecé a ver el cine de Argentina, Lucrecia Martel también ha sido una gran referencia, y lo sigue siendo. Cuando tenía 18 años vi Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y también tuvo un gran impacto. Pero nunca he pensado en imitar y hacer una danza que se pareciera a eso. Sentía que estas referencias que tenía me cruzaban y yo tenía mucha necesidad de fraguar formas que consideraba propias, aunque nada es propio, ¿no? Siempre viene de otros sitios. De hecho, ahora mismo siento más la necesidad de las referencias. Y me parece que Maggie Mahon es una gran referencia; la brasileña Lía Rodríguez es una gran referencia, John Martins es una referencia... Todas ellas actuales.
Mi poética de la escena está totalmente fundamentada en lo que el cuerpo puede hacer"
P.¿Cómo es la poética que plantea en escena?
R.Creo que lo que más reivindico es una poética que nazca del cuerpo y sea desde el cuerpo. ¿Qué quiero decir con esto? Que confío plenamente en la capacidad del cuerpo de comunicar. Confiar en el cuerpo para comunicar y para crear una pieza significa que el fundamento de las piezas son cosas que el cuerpo puede hacer. Entonces, parto para crear la dramaturgia, para crear los movimientos, de cosas que el cuerpo ya tiene y no parto de una dramaturgia o una poética desde el teatro, por ejemplo. ¿Qué quiero decir? Que para crear los movimientos de la coreografía me relaciono con elementos que pertenecen al ámbito de la danza. Hablar de danza es hablar de un cuerpo, hablas de un cuerpo en movimiento, ¿no? Eso sería como la descripción fácil de la danza, muy sintética, fácil y abstracta de la danza. Un cuerpo en movimiento. Cualquier cuerpo tiene forma y tiene contenido, el contenido del cuerpo sería su peso y las formas del cuerpo son las formas que ya tiene. En mi caso, dos brazos, dos piernas, una cabeza... Y describir el movimiento sería hablar de tiempo y espacio. Entonces, en definitiva, yo construyo coreografía pensando en formas diferentes de usar mi peso, pensando en formas diferentes de relacionarme con el espacio, diferentes usos de la temporalidad del movimiento, más rápido, más lento, dinámico, monótono. Entonces, voy juntando estos elementos según la temática que tenga, que en el caso de Oro Negro es la identidad y los múltiples linajes culturales. La poética está totalmente fundamentada en lo que el cuerpo puede hacer y confío que el público va a poder leer y sentir, tener una empatía kinestésica. No es tanto representar determinadas cosas, sino ver este cuerpo, que está con una tensión muscular en particular, que se arrastra por el suelo, un cuerpo que corre, y cómo estas propias características del cuerpo y el movimiento van despertando en el público sensaciones, impresiones y sus consecuentes emociones.
P.Hace bastantes años que vive en España. ¿Cómo acoge el público español la danza contemporánea?
R.Creo que el público la acoge bien, siempre y cuando se eponga a ella. La cosa es que a la gente le encanta decir que la danza no tiene público o los programadores dicen que su público no está preparado para la danza contemporánea, justificando el no programarla. Pero, como todo, es una cuestión de verlo, de exponer y tener una programación de danza. La gente no es idiota, la gente es inteligente y tiene capacidades abstractas, tiene capacidad de jugar, tiene capacidad de mirar, y el público ya tiene su propio repertorio, su imaginación. Yo siento que al público español, como a cualquier otro público, basta con ofrecerse abiertamente para que responda y comience un diálogo. Yo no sé más que el público, el artista no sabe más que el público. La pieza ocurre en el encuentro entre el espectador y el artista en una pieza de danza, y ese es mi deseo. Aparte, me encantan los coloquios y mi experiencia con el público español es siempre hermosa, de poder conversar aún cuando no le guste la danza. Se produce una conversación y un intercambio bonito. Siento que es una cuestión de simplemente confiar y poner danza, exhibirla, y dejar que el mismo público decida.
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