El pontanés que revolucionó el Concurso de Córdoba y el flamenco
Cordobeses en la historia
Antonio Fernández Díaz 'Fosforito' nació junto al Genil y cosechó sus primeros aplausos en el Pay-Pay, arrasó en Córdoba y grabó su nombre con oro en los anales del cante más puro
NICETO Alcalá-Zamora presidía la II República y Azaña hacía lo propio en el Consejo de Ministros de España. En Córdoba las amas de cría se ofrecían en los anuncios de la prensa, y la sombrerería Padilla Crespo inauguraba una gramola en la plaza de la República para que el público escuchara fandanguillos y ópera. Autoridades con sombreros canotier y escolta municipal de casco blanco, repartían pan entre las mujeres de luto y los niños desnudos de San Andrés, que no podían aspirar al kilo de plátanos a 0,80 céntimos del puesto de la Calle Nueva, ni a la carne de borrego lechal que Sandalio Vidal despachaba ya en el mercado de la Plaza Grande a 3,50 pesetas el kilo.
Era el miércoles 3 de agosto de 1932. Conchita Díaz, la mujer de Amador Fernández, alumbraba un quinto hijo, de los ocho que habrían de tener, en el número 4 de la calle Pósito, cerca del meandro que dibuja el río Genil sobre la tierra del puente que vio nacer a tantos hijos ilustres. Uno de ellos sería Antonio Fernández Díaz, internacionalmente conocido por Fosforito. Nadie sospechaba entonces que estaba llamado a ser la desgarradora verdad de la voz del flamenco, y poseedor, entre otros incontables galardones, de la IV Llave de Oro del Cante.
Su padre, al que llamaban Fósforo, estaba emparentado con artistas del flamenco desde el siglo XIX, como Francisco Luna, y era ya popular por su magnífica garganta, aunque no quiso el destino, ni las circunstancias, que pudiera dedicarse profesionalmente al cante y hubo de optar por el oficio de blanqueador, dice de él Antonio Fernández Fosforito, quien fue conocido en un principio como Antonio del Genil, hasta que a un periodista le hizo gracia aquello de Fosforito, y con ese nombre se quedó el muchacho que empezó a deslumbrar a propios y extraños con apenas ocho añillos.
La fortuna quiso que hiciera el servicio militar en la flamenquísima Cádiz, donde a la par que cumplía con la obligación castrense, continuó buscándose la vida con el Cante. Pronto se hizo un sitio en el Pay-Pay del castizo barrio del Pópulo de la ciudad de la Bahía, por donde transcurren recuerdos que todavía le emocionan. La vida fue dura también allí para el joven cantaor, que iba andando desde el Puerto de Santa María a San Fernando, cuando el flamenco no era, ni de lejos, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y el rancho del cuartel miserable. Todo ello derivó en una delicada operación de estómago de la que apenas pudo restablecerse, porque tenía que cantar. Eso hacía en el Pay-Pay la noche que sintió el calor de la herida entre los dedos, y sangrando salió de allí.
Luego vino una anemia que lo dejó sin voz en 1953, regresando a su pueblo al calor de la familia. Allí se restableció y tomó clases de guitarra por soleá de manos del tocaor Manolo Santos. Iba acercándose el mes de mayo de 1956 y el primer Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba, que en 1965 pasaría a denominarse Concurso Nacional de Arte Flamenco, y al que se presenta Fosforito ganándolo con autoridad en las cuatro secciones de que constaba en aquel año, dominando los 16 cantes exigidos. El hecho, sin precedentes, marca un antes y un después en el Concurso y en la vida personal y profesional de Antonio Fernández. Un crítico calificó la presencia y el éxito del cantaor como "Fosforito, o César o nada".
A partir de entonces, para el de Puente Genil comienzan a soplar buenos vientos y así, en ese mismo año, firma un contrato con la discográfica Philips. Con los cantaores que habían ocupado segundos puestos en el Concurso de Córdoba, crea el espectáculo Festival de Cante Grande; se le ofrece actuar en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, y desde 1958 a 1960 realiza una gira artística a nivel mundial que comienza por los países de Oriente, recalando el día 1 de enero de 1961 en el Teatro Price de Madrid. Por aquellas fechas llegó a cantar en un año en 300 festivales, "o los que hicieran falta" según confiesa el maestro, además de cantar en la Feria Mundial de Nueva York.
El 29 de Marzo de 1964 contrajo matrimonio en Málaga con la joven bailaora María Isabel Barrientos Rojo, su compañera inseparable, su gran amor y madre de sus cuatro hijos. Ella abandonó el baile y, durante un tiempo, fijaron su residencia en Madrid, antes de recalar definitivamente en Málaga, en donde fueron creciendo Antonio, Alberto, Alejandro y Raquel que les han hecho abuelos de 5 nietos.
Ahora Fosforito viaja con frecuencia a Puente Genil, vive en Alhaurín el Grande y se desplaza casi a diario a la cercana capital para asistir a las tertulias del Café Central, donde se le venera. Otras localidades como Jerez, le dieron ya su reconocimiento tras ganar el Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología, en 1968, de la que es director honorífico. Pero posee también el de profesor honorífico del Claustro de Alcalá de Henares; las medallas de Oro de su pueblo, de Málaga, Andalucía o la del Mérito en las Bellas Artes, entre otros muchísimos reconocimientos nacionales e internacionales. El último otorgado por Córdoba, ha sido poner su nombre al nuevo centro consagrado al Flamenco en la mítica plaza del Potro.
No hay comentarios