La princesa que inspiró los mejores versos
Wallada Bint Al-Mustafakí Su historia de amor con el poeta Ibn Zaydun es toda una leyenda. Era la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba del siglo XI
Wallada (la que alumbra), de la familia real de los Omeya, nació en Córdoba el año 994, hija de Muhammad III al-Mustakfí, bisnieto de Abd ar-Rahman III, que accedió al trono en 1023 después de provocar una revuelta popular contra el monarca legítimo y asesinar al también Omeya Abderramán V. Diecisiete meses después tuvo que abandonar el palacio califal, disfrazado de mujer y fue envenenado por uno de sus oficiales en Uclés (Cuenca). Se le considera como uno de los personajes más viles de cuantos vivieron en el caos entre Almanzor y los almorávides.
Tras el asesinato de su padre, al no tener este heredero varón, vendió sus derechos sucesorios, dejó el palacio y se independizó de toda tutela masculina, optando por un modo de vida inusual, de absoluta despreocupación por los convencionalismos sociales. Abrió palacio y salón literario en Córdoba, al que concurrían los poetas, juristas, literatos, viajeros de élite y la alta sociedad de su tiempo. Y donde ofrecía instrucción a hijas de familias poderosas y acaso instruía a esclavas en la poesía, el canto y las artes del amor. Al cabo ella era hija de Amin'am, una esclava cristiana enviada a cultivarse a Medina, y su nodriza y maestra fue la esclava negra Safia.
Su posición social le permitió ser la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba. Se paseaba sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de Bagdad, llevaba versos suyos bordados en la orla de su vestido. Los del lado izquierdo dicen: "por Alá, que merezco cualquier grandeza/ y sigo con orgullo mi camino"; los del derecho: "doy gustosa a mi amante mi mejilla/ y doy mis besos para quien los quiera". Era una belleza exuberante al ideal de la época. Su comportamiento fue considerado por los mulás locales como perverso y fuertemente criticado, pero también tuvo numerosas personas que defendieron su honor, como Ibn Hazm, el famoso autor de El anillo de la paloma. Wallada era una mujer acostumbrada a mandar, en la calle, en la casa y en la cama.
Cuando tenía unos 20 años conoció al hombre que marcó para siempre su vida. Es un encuentro de famosos, buscado por ella. Ibn Zaydun era un noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento. Se enamoró de él en una noche de fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre cordobesa de entonces. Naturalmente se enamoraron, pero lo mantuvieron en secreto dada la vinculación del poeta con los Banu Yahwar, el clan rival político de los Omeyas. Tras unos amores estrepitosos, apasionados y versificados, pronto se rompió el idilio.
El prestigio de Ibn Zaydun, como el principal poeta y amante de la mujer más bella de Córdoba, despertó muchos celos entre sus rivales, como Abu Amir ibn Abdús, visir del califa, que creó una intriga venenosa dirigida a destruir la amistad de su enemigo personal con el califa y su romance. Tuvo éxito, al ceder Ibn Zaydun con la esclava favorita de Wallada. Herida por la traición, nunca le perdonó. Después de separarse de Zaydun, entró en una relación con el visir Ibn Abdús que estaba enamorado de ella, y terminaría por tomar las propiedades de Zaydun y encarcelarlo. Aunque el califa era aficionado a él, el escándalo alcanzó tales proporciones que más tarde lo exilió a Sevilla. En esa época de cautiverio físico y amoroso escribió Ibn Zaydun sus poemas más famosos. Pero Wallada no quiso volver a verlo. Eso es lo que creó realmente la leyenda.
Ibn Zaydun, tras recobrar la libertad, recorrió Córdoba errante y ojeroso, enfermo de amor, y se supo de sus poemas sumisos, implorando el perdón que nunca le fue concedido. Algunos creen que utilizó la forma de amor udrí, precedente del amor cortés occidental, para expresar su pasión. Otros, como Nykl, piensan que su relación con Wallada es como la de Musset con Georges Sand.
Arruinada en su fortuna, Wallada recorrió la España de los reinos de taifas, quizá también la cristiana, exhibiendo su talento, pero siempre volvió a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo, aunque sin casarse con él y bajo cuya protección le sobrevivió, siempre altiva y hermosa, hasta cumplidos los 80 años. Remotos los días de esplendor y veladas literarias, pasó el resto de sus días dedicada a la enseñanza. Entre sus alumnas destacadas, también poeta, Muhya bint al-Tayyani. Ibn Zaydun rehizo su vida y una destacada carrera política en Sevilla, a la sombra del feroz Mutamid, padre del rey poeta Mutamid. Wallada murió el 26 de marzo de 1091, el mismo día en que los almorávides ingresaron en Córdoba.
De sus poemas, que fueron misivas entre los dos amantes, se conocen dos, de celos, de añoranza y deseos de reencuentro; un tercero, de decepción, dolor y reproche; cinco sátiras -género que dominaba a la perfección- escritas en términos durísimos y uno más alusivo a su libertad e independencia, que lucía bordado sobre los hombros de su ropa.
La historia de Wallada la Omeya no es un cuento de las mil y una noches, sino una historia real, en un Al-Andalus lleno de esplendor. Hoy en Córdoba hay un monumento que nos recuerda la historia el amor truncado entre los dos poetas.
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