Las puertas de la Mezquita-Catedral de Córdoba

Patrimonio

Las numerosas puertas del monumento no sólo fueron concebidas como meros puntos de acceso al edificio, sino también como enclaves esenciales para comprender el ceremonial que en él se desarrolla

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Una vida al son de campanas

Puerta de la Palma. / Juan Ayala

El 2 de noviembre de 1984 se cerraba la octava sesión del Comité del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, que había comenzado el 30 de octubre en Buenos Aires (Argentina). En dicha sesión, se acordó la inscripción de diversos monumentos en la Lista de Patrimonio de la Humanidad, entre ellos La Alhambra y el Generalife, en Granada; la Catedral de Burgos; el Monasterio y Sitio de El Escorial; el Parque Güell, Palacio Güell y la Casa Milà, en Barcelona... y la Mezquita de Córdoba.

La excepcionalidad que representa que una mezquita, en lugar de ser destruida con la reconquista cristiana, se conservara en armonía con el nuevo culto, fue motivo fundamental para que la Unesco accediera a otorgarle el título de Patrimonio Mundial. De esta forma, la convivencia entre religiones que representa esta vasta construcción -tal y como ocurrió en la Córdoba de los omeyas, cuando el templo se construyó- resultó realmente extraordinario para el comité evaluador de las candidaturas que se presentaron ese año. Su buena conservación y su unicidad han hecho que las visitas -millones desde esa declaración- aumenten progresivamente año tras año en un monumento que siempre tiene algo por descubrir, como sus innumerables puertas.

Porque las puertas no sólo son concebidas como meros puntos de acceso al edificio, sino como enclaves esenciales para comprender el ceremonial que en él se desarrolla. Cada una de ellas anticipan al visitante la maestría artística que se despliega en el interior.

Las más conocidas

Una de las puertas más antiguas del conjunto monumental es la Puerta de los Deanes, puesto que sus orígenes se remontan a la mezquita fundacional de Abderramán I. A pesar de las diversas reformas que en ella se han sucedido, es posible apreciar cómo la estructura del arco remite a los modelos de tradición arquitectónica visigoda. Presenta el característico despiece radial de las dovelas, alternando piedra y ladrillo. Está ubicada en el muro occidental del conjunto monumental, entre el llamado Postigo de la leche -uno de sus accesos más sencillos- y la Puerta de San Sebastián. Ésta Puerta de los Deanes se llama así desde su período cristiano, haciendo referencia a la persona que presidía el Cabildo cuando el obispo se encontraba ausente.

La Puerta de las Palmas originariamente recibía la denominación de Arco de Bendiciones, ya que era el enclave en el que se procedía a la bendición del pendón real, como parte del rito de coronación de cada nuevo monarca. Hernán Ruiz I será el encargado de emprender su reforma en el año 1533, añadiendo un cuerpo superior plateresco con el relieve de la Anunciación. Junto a esta escena sorprende la presencia, en los ángulos inferiores, de pequeños seres fantásticos de carácter mitológico. Es el arco más destacado de los 19 que conforman el muro Norte del antiguo haram (sala de oraciones), o de la actual Catedral de Córdoba, y es el acceso principal al Templo. Ya lo fue cuando el edificio tuvo un uso musulmán, y lo sigue siendo actualmente, en su uso cristiano. Hoy en día, y desde el siglo XIX, ese acceso es conocido como Puerta de las Palmas.

Puerta del Perdón. / Juan Ayala

La Puerta del Perdón es una de las puertas destacadas en el ceremonial de la Catedral, al acoger el tránsito de algunas de las más importantes solemnidades religiosas. Concluida en el año 1377, se suceden en ellas diversas reformas, como la que tiene lugar en 1650 por parte del arquitecto Sebastián Vidal. En ella se aprecian restos de pinturas murales que, atribuidas a Antonio del Castillo, representan a Nuestra Señora de la Asunción, flanqueada por San Miguel y San Rafael. Vidal respetó su arco ojival, pero suprimió dos de sus cinco arquillos lobulados ciegos realizados a modo del alminar musulmán. Por el contrario, construyó un gran arco de descarga de medio punto ligeramente rebajado, apoyado en los dos grandes pilares, envolviendo a su vez a los tres arquillos lobulados supervivientes del siglo XIV. Sobre el citado arco realizó un gran friso de corte clásico decorado con triglifos, en cuyo centro se halla una representación escultórica de El Padre Eterno. Las pinturas al fresco albergadas en el interior de los tres arquillos lobulado representaron en un primer momento a la Virgen María, en el centro; y a San Lorenzo y San Esteban, en los laterales. En los nichos de las pilastras había pinturas que no se conservan y que representaban a San Pedro y San Pablo, junto a otras de San Acisclo y Santa Victoria, santos patronos de la ciudad.

La denominación de la Puerta de Santa Catalina está relacionada con la presencia cercana del primitivo convento de Santa Catalina y se registra documentalmente en el año 1268. A través de ella discurrían algunos de los principales actos litúrgicos celebrados en la Catedral. Su aspecto actual corresponde a la intervención del arquitecto Hernán Ruiz II, quien le otorga una impronta renacentista. La puerta se estructura a través de un arco de medio punto sostenido por dos columnas, resolviendo el desarrollo del segundo cuerpo mediante una serliana. Su restauración ha posibilitado la puesta en valor de las pinturas murales que, localizadas en las hornacinas, representan a Santa Catalina, a San Acisclo y a Santa Victoria. La Puerta de Santa Catalina es la segunda más importante del conjunto monumental desde la consagración al cristianismo del templo en el siglo XIII (29 de junio de 1236). Se encuentra en el muro este de la Mezquita-Catedral, perteneciente a la ampliación realizada por Almanzor, y dando entrada al Patio de los Naranjos.

Puerta de Santa Catalina. / Juan Ayala

Desde el traslado de la Carrera Oficial de la Semana Santa al entorno de la Mezquita-Catedral, todas las cofradías están obligadas a pasar por el conjunto monumental en sus salidas procesionales, accediendo al Patio de los Naranjos por la Puerta del Perdón y abandonando el que es el primer templo de la Diócesis por la Puerta de Santa Catalina.

Las otras puertas

En la fachada oeste del conjunto monumental -que discurre a través de la calle Torrijos, de norte a sur-, además de la Puerta de los Deanes, se ubica el Postigo de la Leche, diseñado por el arquitecto Hernán Ruiz I, cuyo aspecto actual data de la primera década del siglo XVI. Son numerosas las teorías y referencias que los historiadores del monumento han efectuado sobre éste antiguo Postigo de la Leche. Según refiere la web artencordoba.com, "se cuenta que en tiempos de la Córdoba más empobrecida, las mujeres que no podían hacerse cargo de sus hijos recién nacidos los dejaban en las gradas del postigo, con la esperanza de que alguna persona allegada al Cabildo de la Mezquita-Catedral, y por lo tanto con posibilidades económicas, se interesara por ellos. También existe la teoría de que el Postigo de la Leche recibe su nombre porque, en su interior, solían las madres lactantes resguardarse del mal tiempo, a la espera de poder ser contratadas para la Casa Cuna".

En esa fachada también se ubica la Puerta de San Esteban, que fue construida en el siglo VIII por Abderramán I y reformada posteriormente por Muhammad I en el año 855. Es la puerta más antigua de todo el templo y sirvió de modelo para el resto de las puertas lateras construidas en época musulmana. Es también conocida como Puerta de San Sebastián, Puerta de los Visires o Puerta de Bab al-Wazara. En la misma fachada está también la Puerta de San Miguel fue construida en la ampliación realizada por Abderramán II y en el siglo XVI se le añadió el escudo del obispo Juan Daza. Es también conocida como Puerta de los Obispos.

Puerta de los Deanes. / Juan Ayala

Otras puertas de esta fachada son la del Espíritu Santo, la del Palacio -también conocida como Puerta de San Pedro o de la Paloma-, la de San Ildefonso y la del Sabat -todas ellas construidas en la ampliación que del monumento llevó a cabo Alhakén II-. Esta última comunicaba la Mezquita con el antiguo alcázar andalusí a través de un puente que fue derribado en el siglo XVI.

En la fachada este -que discurre a través de la calle del Magistrado González Francés, de norte a sur- además de la Puerta de Santa Catalina, se ubican la de la Grada Redonda -su aspecto actual es de estilo churrigueresco y data del año 1738-; la de San Juan, que recibe su nombre de la capilla de San Juan Bautista, que se encuentra al otro lado de dicha puerta y que fue restaurada en 1913 por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, quien también restauró aquel año otras puertas que también tienen al otro lado capillas que también le dan nombre, la del baptisterio, la de San Nicolás, la de la Concepción Antigua, la de San José y la del Sagrario. En esta fachada se ubica asimismo la Puerta de Jerusalén. Esta entrada tiene su origen en la ampliación realizada en la Mezquita por Almanzor, entre los años 976 y 1002.

En la fachada norte -que discurre por la calle Cardenal Herrero, de oeste a este-, se ubican, además de la Puerta del Perdón, la del Caño Gordo. De estilo neoclásico, fue construida en el siglo XVI y reformada en el siglo XVIII. Recibe su nombre por su cercanía a la fuente del Caño Gordo.

Los balcones

La fachada sur de la Mezquita-Catedral -que discurre a través de la calle del Corregidor Luis de la Cerda- está poblada de balcones. Este muro se corresponde con la quibla de la antigua Mezquita. La parte occidental, construida por Alhakén II, está edificada a modo de muro doble. Por otro lado, la parte oriental, construida durante la ampliación de Almanzor, se trata de un muro sencillo.

Situados en el extremo occidental, extendiéndose a lo largo de cinco de las naves, se encuentran dos filas de balcones. Fueron construidos en el siglo XVIII con el objetivo de mejorar la iluminación de las estancias situadas entre el doble muro de la quibla. En la fila inferior de balcones pueden verse dibujados los blasones de algunos obispos; destaca el de San Clemente, un balcón de estilo plateresco construido en el siglo XVI y al cual se accedía desde la antigua capilla dedicada a este santo, donde ahora se encuentra el Museo de San Clemente.

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