El radiofonista cordobés que impulsó la primera cadena de radio española
Rafael López Sánchez Cansinos nació en El Brillante, con 5 años se trasladó a la calle San Pablo, con 16 dominaba la radiodifusión y el motor, e hizo de su voz un referente de Córdoba
ELOY Vaquero ocupaba su fugaz alcaldía-trampolín de Córdoba a las Cortes Generales o el Ministerio de Gobernación. La ciudad oficial recibía al ministro Martínez Barrios, y el periódico republicano, luego falangista y finalmente de la Dictadura, ilustraba su portada con rostros de Jaén Morente, Vaquero, Troyano y otros del diario La Voz exiliados u olvidados tras el 36. En Los Carmelitas de Puerta Nueva, el incendio de un almacén amenazaba el retablo de Valdés Leal. Era un viernes 12 de junio de 1931.
El Brillante aparecía jalonado de casas señoriales, en donde las clases favorecidas aliviaban un verano que ese día alcanzó los 43º C; la temperatura más alta de España. Allí, en Villa Gloria, el secretario judicial en función de Juez en el Gobierno Civil recibía la noticia del nacimiento del primero de sus cuatro hijos, que llevaría por el nombre de Rafael López Cansinos.
Hasta los cuatro años, la voz de varias generaciones de radioyentes, creció en un auténtico paraíso. En 1936 la muerte del padre los obliga a trasladarse a la calle San Pablo. En la Sierra quedó un jardín propio con un coche de pedales que le vincularía de por vida al mundo del motor.
Las primeras letras fueron en la escuela amiga o de perra gorda, y luego en los Maristas, el Cervantes del palacete de los Cruz Conde, en donde cumplió los 10 años. En la Compañía acabaría el Bachillerato en 1947-48, compartiendo aulas, entre otros, con Juan Peinado, Rafael Mir o Pepe Atance.
Llevaba en su equipaje la afición a la mecánica, y desde muy joven participa en las primeras competiciones de motos en La Victoria en la categoría de 125 cc; durante tres años consecutivos de celebración obtuvo otros tantos primeros premios.
En aquella ciudad de los 40, la radio tenía locutores como Gonzalo García Morillas y Justo Merino Belmonte, quienes le transmitieron su pasión al jovencísimo López Cansinos. La marcha del primero a Tetuán para cumplir con el servicio militar le llevó a instalarse definitivamente en aquella ciudad del Protectorado, y Rafael ocupó el puesto provisionalmente, que acabaría siendo decisivo. Aunque su entrada oficial se produce en 1949, considera que su debut fue dos años antes con motivo de la explosión en el barrio gaditano de Santa María y San Severiano, formando parte de lo que él recuerda como "la primera cadena de radio que se hizo en España". Establecieron una red de noticias vía telefónica con centro en Radio Sevilla, y a través de ella se ponían en contacto con Cádiz para dar información, sobre todo a los padres, de los niños del Campamento del Frente de Juventudes del Puerto Santa María.
En el tránsito hacia los años 50, la voz de Rafael se hizo familiar en la radio que intentaba llevar algo de alegría a la Córdoba, todavía de medio luto, que no podía obviar a quienes sufrían el hambre o la enfermedad. Así, las ondas alternaban momentos de Copla o concursos de nuevos valores con público en las emisoras, con proyectos de solidaridad como los desarrollados para los Hermanos de San Juan de Dios. Emisiones en la que se subastaban por teléfono objetos y con una Cabalgata de Reyes Magos se llevaban regalos a los niños.
Durante dos décadas, y hasta los 70, el programa de López Cansinos mantuvo esa tradición a la que Córdoba respondía siempre de manera asombrosa. Un ejemplo de esa generosidad son las 450.000 pesetas recaudadas para los niños en alguna ocasión, cuando un piso en Ciudad Jardín tenía un precio medio de 150.000. En este sentido, otro momento histórico fue el que compartió con el Padre Agustín y la ya mítica Operación Ladrillo, hecha asimismo desde la radio. La idea de los hermanos Mansilla cristalizó en un colegio y en la iglesia del Naranjo.
Paralelamente su vida y sus horas, volcadas por entero a Radio Córdoba EAJ-24, le llevó en infinidad de ocasiones a certámenes y presentaciones en el Gran Teatro, el Duque de Rivas o el cine Góngora. Reportero y locutor, entrevistó en plazas y hospitales, en escenarios de catástrofes y alegrías; hijo, en definitiva, de la vieja escuela que supo compaginar el calor de la calle con la maestría de transmitir lo que se palpa, cerca de la verdad y lejos de la noticia virtual de extraños caracteres.
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