“Nos hemos reafirmado como médicos al afrontar lo que ha venido con el coronavirus"
Isabel Orzáez. Médico de Atención Primaria en Espejo
Esta médico de familia, que lleva 15 años ejerciendo entre Castro del Río y Espejo, cuenta cómo ha vivido desde su centro de salud las semanas más duras de la pandemia
Médicos rurales: la barrera de contención del coronavirus desde los municipios de Córdoba
Isabel Orzáez hizo su residencia en el hospital de Linares y, cuando finalizó, empezó a trabajar entre Castro del Río y Espejo, donde lleva ya 15 años, tres de ellos con cupo en la segunda localidad. La medicina rural siempre ha estado en su vida desde que terminó la carrera, por lo que su llegada a estos municipios de Córdoba supuso seguir trabajando en lo que le gustaba y además hacerlo cerca de su casa, ya que vive en la capital.
Ha tenido la posibilidad de trasladarse, pero "me llama esta zona, se trabaja cómodo y la gente es estupenda", asegura. El tamaño de Espejo (tiene unos 3.300 habitantes) le permite no solo conocer a sus pacientes, sino a sus familias y las patologías porque "de una manera o de otra te llega la información". Esto hace que "no solo llegues a entender la enfermedad física, sino la emocional", apostilla.
Las semanas más duras de la crisis del coronavirus han sido "difíciles" para los profesionales de su centro de salud porque aunque están acostumbrados "a trabajar bajo presión porque en los servicios de Urgencias no dejas de ver pacientes realmente enfermos, con prioridad 1, no estamos acostumbrados a combinarlo con una pandemia, y espero que no lo vivamos más".
En definitiva, ha sido "duro y estresante" porque el factor psicológico ha jugado un papel fundamental en esta crisis. Así, al trabajo físico se ha sumado el desgaste emocional, "que nos ha pasado o nos va a pasar factura seguro".
En este tiempo, estos profesionales han hecho mucha atención telefónica, "a la que no estamos acostumbrados porque no estamos preparados para ello, pero así se ha solucionado más de lo que pensábamos". Los ciudadanos "lo han comprendido y lo han hecho fácil". Incluso en algunos casos ha habido que "convencerlos de que su patología requería asistencia presencial".
"El mismo miedo que tenían ellos lo teníamos nosotros porque sabíamos cómo iba a empezar la jornada, pero nunca cómo iba a terminar", confiesa Isabel. Ahora, pasadas las semanas más críticas y desde la distancia, cree que incluso ha habido "más miedo del que era necesario". Pocos pacientes han aparecido por iniciativa propia en el centro de salud (que cuenta con tres facultativos y tres enfermeros) en estos días. En el caso de los niños, "en los 15 o 20 primeros días no he atendido de forma presencial a ninguno, todo ha sido por teléfono y a través de fotos". Porque la doctora Orzáez quiso completar su cupo con niños, algo que le ayuda a sentirse "más realizada".
Tampoco los mayores han ido, salvo pocas excepciones, porque, según esta facultativa de Atención Primaria, han recibido mucha información por la televisión -en su opinión "alguna innecesaria"- y sus hijos también los "han convencido para que llamaran por teléfono". E incluso algunas personas que tenían otras patologías diferentes al coronavirus le pedían "por favor" que no las derivara al hospital.
En su cupo no ha habido muchos casos de coronavirus porque Espejo "no ha sido una localidad muy afectada", y los que dieron positivo ya están "recuperados". Desde hace dos o tres semanas el protocolo es hacer test a las personas con síntomas, pero antes se diagnosticaba por la guía clínica. En esos casos, daban las indicaciones por teléfono, como aislarse en una habitación, y hacían seguimiento cada dos días.
El contacto con los casos positivos ha venido sobre todo cuando volvían diagnosticados desde el hospital o tras su ingreso. "A la vuelta, después de haberlos tenido detrás del teléfono y que hayan evolucionado bien, impone tenerlos sentados en la consulta" porque "es una sensación de alegría y a la vez da sentimiento el pensar qué habrán sentido durante su hospitalización". Tal era su preocupación por ellos que se informaba de cada paso hacia delante o hacia atrás que daban sus pacientes ingresados mirando a diario su historia clínica.
Es decir, desde Primaria han hecho seguimiento a los que no han llegado a ser diagnosticados y se han quedado en sus domicilios, pero sus síntomas se correspondían con el coronavirus, y también lo están haciendo con los dados de alta en el hospital para ver que la evolución es buena.
Como experiencia, aunque no haya sido agradable, Isabel confiesa que sí ha sido enriquecedora. Una de las lecciones que saca esta doctora es la "capacidad de adaptación" de los profesionales sanitarios a los nuevos protocolos e indicaciones, que se actualizaban muy a menudo. "Nos hemos reafirmado como médicos al afrontar lo que ha venido, que no ha sido poco", apunta.
Estos buenos y no tan buenos momentos han ayudado a acercarla a sus pacientes, una relación "muy bonita" y que es "posible" en pueblos pequeños como Espejo o Castro del Río.
Por último, concluye que ahora, pasado lo peor, vienen a la memoria los aspectos positivos e incluso "hay cosas que se te olvidan", como la angustia de si llegará el material o el "qué pasará mañana". Todo esto, además, la ha pillado recién asumido el cargo como directora de la Unidad de Gestión Clínica de Castro y Espejo, por lo que ha tenido que gestionar esta crisis recién llegada al puesto.
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