La realidad de un adicto a las apuestas: "O  salgo del juego o me quito la vida"

Juegos de azar

Antonio Monserrat lleva 20 años de lucha contra la adicción a las salas de apuesta y el juego, una situación que lo llevó al extremo de casi perderlo todo

Antonio Monserrat posa junto a su mujer en la sede de la Asociación LAR.
Antonio Monserrat posa junto a su mujer en la sede de la Asociación LAR. / Juan Ayala

“El fondo es infinito, se hace más hondo con cada recaída, o salgo del juego o me quito la vida”, así de difícil es la historia de Antonio Monserrat, un paciente con adicción a las salas de apuestas y juegos ahora rehabilitado, pero que ha recorrido un largo camino, de más de 20 años, que casi le cuesta la separación de su mujer y su familia, depresión, la pérdida de ahorros, deudas y casi la vida para llegar a donde está ahora.

“Yo no juego por ocio, juego por competición”, reconoce Antonio, que considera un problema que “siempre que jugaba, lo hacía por un beneficio”. Así comienza la historia de este Guardia Civil retirado que a sus 26 años, cuando tuvo algo de poder adquisitivo, comenzó a gastarlo en juegos y apuestas.

Para hacerlo, engañaba a su mujer sobre el dinero. “Lo ocultaba sacando cuentas fuera de casa, con tarjetas de crédito, hasta el punto de tener que ampliar la hipoteca para pagar deudas”, reconoce.

La depresión tocó su vida cuando se dio cuenta, tras varias recaídas, de que no era capaz de salir del juego, “entré en un círculo vicioso de autodestrucción”, expresa, porque jugaba, consumía cocaína y bebía alcohol, “lo que estaba buscando era que reventara, o me muero o pierdo a mi familia, ya lo daba todo por perdido”, expresa.

Superó la adicción a las sustancias antes que la del juego, una realidad que a simple vista no parece tener explicación, pero la Asociación de Ludópatas Asociados Rehabilitados de Córdoba (LAR) considera que el juego puede ser más peligroso que otros vicios. “El alcohol y las drogas parecen más dramáticas porque es más espectacular lo que ves, pero a un ludópata es muy difícil ayudarlo, no hay medicina aparte de los ansiolíticos, todo está en su cabeza, es una enfermedad psicológica” explica la presidenta del centro, Pilar Isidro.

Monitores, técnicos, psicóloga y voluntarios de la Asociación LAR.
Monitores, técnicos, psicóloga y voluntarios de la Asociación LAR. / Juan Ayala

La muerte está, casi siempre, presente en los discursos de un ludópata. “Tienen tendencia al suicidio, hay muchísimos casos por el juego, unos lo consiguen y otros no” explica Isidro, y asegura que en estos 27 años de gestión en la asociación, “que se sepa, al menos diez personas se han quitado la vida en Córdoba por el juego, eso es mucho”. A Antonio, por ejemplo, le quitaron el armamento en la Guardia Civil por baja psicológica y hoy se alivia de ello: “menos mal que fue así”.

Y es que, el punto determinante en la historia de Antonio llegó cuando sacó el dinero que tenía ahorrado para los estudios de su hijo y lo gastó en una sala de juegos: “si ya has robado a tu hijo, más bajo no puedes caer”. A partir de allí, decidió buscar ayuda en LAR, “me quedé hecho polvo”, expresa.

Tras jubilarse temprano por una lesión en la rodilla encontró una forma de vida siendo monitor en la asociación, ayudando a personas como él, además cada vez más jóvenes, que llegan al centro. “Le saco lo más duro y lo más oscuros a los chavales”, expresa, “llegan pensando que han tocado fondo, pero tú no sabes lo que es tocar fondo, se hace más hondo con cada recaída, te marginas y te quedas solo, como un antisocial”.

Para alcanzar su recuperación Antonio ha sido “autovetado” de las casas de apuestas de Córdoba y de toda España y, al querer entrar, en teoría, cuando le piden su documentación y saben del veto, no deberían dejarlo pasar. El problema, asegura, es que “nadie le presta atención a eso porque les conviene que entre todo el mundo”. El juego es lucrativo, le genera dinero a las empresas y al Estado con los impuestos, mientras “no le cuesta nada porque la Seguridad Pública no cubre este problema”, critica Monserrat.

Ahora, cuatro años después de haber pisado por primera vez la asociación, “disfruto de la vida, la veo con otro color, si no hubiese venido aquí no sé lo que hubiese pasado”, admite, mientras coordina con técnicos y voluntarios del centro las actividades que realizan cada año por el Día Mundial sin Juegos de Azar.

Las atenciones se duplican y la edad media baja

Desde LAR actualmente atienden alrededor de 65 personas, que aumentan a más del doble considerando que llegan al centro con familiares e incluso amigos, a los que también se trata a través de los programas de psicología y conversaciones con personas rehabilitadas.

Cada caso es diferente y se aborda de manera personalizada, pero la media de tiempo en recuperación ronda los dos años, aunque siempre hay riesgo de sufrir recaídas. En Córdoba los pacientes son cada vez más jóvenes, con una media de edad que casi alcanza a los menores en el caso de los videojuegos. Una de cada tres mujeres sufren de este tipo de adicción y la mayoría no acude en busca de ayuda.

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