Y el retablo de San Rafael de Córdoba resucitó
Patrimonio
El monumento de la calle Lineros, que siempre ha sufrido la mano del hombre, estaba en la UVI arquitectónica y pictóricamente hablando por el paso del tiempo y el vandalismo
El retablo de San Rafael ya luce en la calle Lineros de Córdoba
Una ruta para descubrir la presencia de San Rafael en Córdoba
A falta solo de los faroles y de la pequeña imagen de la Virgen de Linares, el retablo de San Rafael y los Santos Mártires, que estaba en la UVI arquitectónica y pictóricamente hablando, ya luce restaurado en el número 27 de la calle Lineros. Para devolverlo a su estado más original, tal y como destaca la arquitecta de la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU) María Rosa Lara Jiménez, "uno de los aspectos importantes del proyecto es que comenzó con un proceso de investigación".
Esa tarea investigadora está rubricada por la restauradora Marina Ruiz y destaca que el retablo de San Rafael es un altar de calle cuya autoría se atribuye a Antonio María de Monroy (1762-1823), quien lo hizo realidad en 1801. Desde entonces ha sufrido numerosos actos vandálicos a lo largo de los años. "De hecho, la mano del hombre le ha hecho más daño que el paso del tiempo", relata el conservador y restaurador José León, de la empresa Dédalo, entidad que ha realizado la restauración que ha intentado devolver al monumento a su estado más original.
El retablo cuenta con un lienzo del Custodio de Córdoba, San Rafael, flanqueado por otros dos en los que están representados los dos patronos de la ciudad, San Acisclo y Santa Victoria. Se trata de uno de los pocos altares de calle conservados en la capital, como el conocido altar de calle de la Virgen de los Faroles, sito en un muro exterior de la Mezquita. "Su origen constructivo, según reza la cartela de piedra próxima al altar, fue debido a la destrucción vandálica la noche del 22 de enero de 1801 de una imagen de la Purísima Concepción de Linares, situada en una hornacina en ese mismo lugar, y considerada como la Conquistadora de Córdoba, imagen de gran devoción histórica en Córdoba desde la época de la Reconquista", sentencia la restauradora.
Ante estos hechos, los vecinos recaudaron una cantidad de dinero con el objetivo de construir un nuevo altar, "realizando el encargo a Antonio María de Monroy, pintor y escultor reconocido en esos momentos en la ciudad y la provincia". Se le encargaron los tres lienzos para el cuerpo central, de los santos patronos y mártires de Córdoba, y una pequeña talla de Virgen de Linares para la hornacina inferior, pieza atribuida al escultor Lorenzo Cano (1750-1817).
Una piedra colocada en el lugar con una inscripción detallaba en latín que “Córdoba reconocida siempre en su Custodio ofrece a San Rafael Arcángel este monumento erigido con las limosnas de personas piadosas el desagravio de la injuria sin testigos inferida a la antigua imagen por mano enemiga, el día 22 de febrero de año corriente de 1801. Y en prueba de agradecimiento por haber visto nosotros salva a nuestra ciudad de la amenazadora mortífera epidemia que devastaba la baja Andalucía y ciudades comarcadas. Y porque nada falte á la piedad de los cordobeses así mismo a la Santa Virgen María, bajo la advocación de Linares y a vuestros titulares Acisclo y Victoria, con espíritu gozoso lo consagran”.
Décadas después, estuvo a punto de ser destruido por la orden política de 1841 de Ángel Iznardi, conminando a eliminar este tipo de instalaciones religiosas de época barroca en las calles de Córdoba. "La intercesión del escritor y político Modesto Lafuente y Zamalloa, salvó al retablo, junto a los Triunfos de San Rafael y las esculturas externas de las iglesias", relata la restauradora.
"Durante unos 80 años, el monumento fue deteriorándose e incluso lo aderezarían en algún momento, pero no tenemos testimonio de esas décadas", añade. En 1924 la prensa local denunció "las malas condiciones del altar", por lo que un año después, el alcalde de la ciudad, José Cruz Conde, encargó su restauración a Enrique Romero de Torres, y los lienzos fueron sustituidos por otros nuevos realizadas por su sobrino, Enrique Romero Pellicer, hijo de Julio Romero de Torres. "Su inauguración fue con gran boato y procesiones según se recoge en fuentes bibliográficas", apunta.
Una fecha clave, para mal, en la vida del monumento fue el 10 de mayo de 1931, día de quema de conventos, en los albores de la Segunda República, según relata el historiador Patricio Hidalgo Luque. "Ese día, el retablo sufrió grandes destrozos y, en consecuencia, un proceso de abandono", insiste. Seis años más tarde, en 1937 y en plena Guerra Civil, el retablo volvió a ser restaurado por el pintor y restaurador cordobés Rafael Díaz Peno (1912-1984). "Tras ello, fue de nuevo inaugurado, según testimonio publicado en el Diario Cordobés Azul de la Falange Española de la JONS, que achaca los destrozos a la barbarie marxista. Dos días después de esa inauguración, denunciaron en la prensa el robo de dos jarrones y dos floreros del monumento", prosigue la investigación.
Desde esa fecha, el vandalismo y el deterioro del tiempo fueron dañándolo. "En principio, el retablo original era neoclásico, muy austero y, sin embargo, la Diputación, en su intervención de reforma, llevada a cabo en 1997 a través de una escuela taller, lo barroquizó, le dio un aspecto con más colores, imitando a las piedras barrocas de los mármoles", destaca Lara Jiménez. En la hornacina del conjunto había también una pequeña imagen de la Virgen de Linares, obra de Lorenzo Cano, que posteriormente se sustituyó por un grabado de la Virgen de la Candelaria, pero, tal y como ha sentenciado el presidente de la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU), Salvador Fuentes, la Virgen de Linares volverá "en breve al altar".
El estilo artístico de su composición arquitectónica es próximo ya al neoclasicismo, con sus elementos principales característicos del frontón clásico, columnas de fuste liso y capitel corintio. Pero en la actualidad su estética se ha transformado hacia un cargado barroquismo, aportado por sus últimas intervenciones.
En la investigación se concluye que "el deterioro y envejecimiento natural de los materiales que lo componen, la exposición continua a los agentes atmosféricos, las desafortunadas acciones devocionales, los incorrectos retoques bienintencionados, sin descontar las acciones incívicas, todo ello fue configurando un aspecto decadente y de abandono urgente para solventar".
El objetivo de la GMU al llevar a cabo esta actuación que ha rejuvenecido al monumento pasaba por "hacer un reconocimiento, un claro y verdadero diagnóstico para actuar lo más coherentemente posible a la originalidad que pueda quedar, aportarle estabilidad material y devolverle su formalidad estética e iconográfica para su contemplación, como un ejemplo y testimonio más de la historia y cultura de Córdoba".
La iconografía del monumento
En cuanto a la iconografía, perfectamente plasmada en sus tres lienzos, el proyecto de investigación destaca los símbolos de los mártires de San Acisclo y Santa Victoria, presentes en fondo del retablo, realizados en yeso sobredorado: la corona de rosas, las palmas, la espada y las flechas; atributos todos ellos de sus martirios bajo el mandato del emperador Diocleciano. Según cuenta la leyenda, Acisclo fue decapitado y su hermana Victoria, asesinada por flechas.
En la parte superior, bajo el faldón protector, en el centro destaca el sol de grandes rayos con siglas de JHS, como abreviatura del nombre de Jesús, símbolo de salvación, Jesús Salvador de los Hombres. A ambos lados rezan dos pasajes bíblicos de Tobías sobre San Rafael, incisas sobre dos lápidas realizadas sobre plancha metálica cuyo acabado imita a mármol blanco.
"Buena es la oración con el ayuno y mejor la limosna que tener guardados los tesoros", reza la situada a la derecha. "Más los que comenten pecado e iniquidad enemigos son de su alma", continúa la de la izquierda. Además, en los elementos arquitectónicos situados dentro del frontón destaca la inscripción en pintura dorada Medicina Dei (Curación de Dios). También está presente la famosa jaculatoria conocida por todos los cordobeses, pintada en dorado sobre el friso corrido del entablamento, "Baxo la sombra de tus alas protégenos".
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