Ritmo circadiano y salud, ¿quién va primero?
Humanidades en la Medicina
La ciencia respalda la importancia de seguir el reloj del cuerpo, nuestro ritmo circadiano; en caso contrario llegan problemas como el insomnio, la fatiga diurna y la disminución de la cognición y contribuye a afecciones más graves
¿Es cancerígeno un trabajo que altere el ritmo circadiano?
Nos pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo, por lo que el sueño es para nosotros una rutina que observamos como una normalidad, tan esencial como el comer o el beber e igualmente necesaria para nuestra supervivencia. Tras esa rutina están los procesos metabólicos, fisiológicos y conductuales sincronizados en ritmos de 24 horas en la mayoría de los organismos, dentro de los cuales nos incluimos. Este ritmo se denomina ritmo circadiano y tiene una importancia vital para nuestra subsistencia, donde los procesos anteriormente aludidos oscilan con los ciclos día y noche, con frecuencia en un tiempo casi perfecto.
Todo esto podemos enmarcarlo dentro de la cronobiología, cuyos inicios datan del siglo XVIII, y que contempla dos tipos más de ritmos: ultradianos (menos de veinticuatro horas) e infradianos (más de veinticuatro horas). La cronobiología se está utilizando en áreas de la medicina, la biología, la farmacología, y la terapia medicamentosa, etc., por citar algunas.
Existe una relación entre el ritmo circadiano y la rotación de la tierra sobre su eje, cada 24 horas, con una alternancia luz-oscuridad, que sería el más importante estímulo externo, conocido como zeitgeber (dador de tiempo o patrón cíclico); la luz natural y la oscuridad natural de la noche serían nuestros zeitgebers claves. Sabemos que la rotación de la Tierra no siempre produjo días de 24 horas, sino que cuando se desarrollaron los primeros relojes circadianos, en los ancestros unicelulares de las cianobacterias actuales, los días en la Tierra duraban menos de 17 horas y se han ido ralentizando dos milisegundos cada siglo, lo que permitió adaptar la evolución de los relojes biológicos a la duración de nuestros días.
El reloj biológico interno estaría regulado por el núcleo supraquiasmático (NSQ) situado en el hipotálamo, dentro del cerebro; este núcleo sería el centro director del ritmo circadiano. Como regulador de este reloj, tenemos la luz del día solar, que activaría los receptores oculares de la retina para ajustar el proceso, coordinando el ciclo rítmico con el resto del cerebro y el cuerpo a través de la señalización neuronal y las hormonas, que se traduciría en la producción de melatonina al atardecer, siendo esta fundamental en la sincronía estacional. Pero también interviene, por ejemplo, regulando los ciclos de expresión génica en el tracto gastrointestinal, en la secreción de los ácidos y enzimas digestivas, para que se produzcan en los momentos adecuados. Se cree que existe una colección completa de diferentes relojes en el cuerpo y que el NSQ sirve como punto de referencia para que los relojes periféricos funcionen en sincronía. La interacción entre los ritmos circadianos y el medio ambiente se denomina arrastre circadiano, que sincronizaría activamente los relojes biológicos. Luego entonces, es preciso un reloj periférico y uno central coordinador para que todo funcione.
Se han referenciado incluso causas genéticas que inciden en el ritmo circadiano, como ocurre en el síndrome familiar de fase avanzada del sueño ocasionado por mutaciones en los genes PER2 y CSNK1D, genes involucrados en la configuración del reloj biológico humano. Pero independientemente de un desfase horario genético-familiar, existe lo que se ha llamado jet lag social (desfase horario social), que son ritmos autoimpuestos por las sociedades modernas industrializadas. Los observamos en los ritmos interrumpidos por el trabajo por turnos o por viajes, o por pasar demasiado tiempo en interiores.
El ritmo circadiano influye y marca el cronotipo de unas personas y otras, constituyendo dos grupos que, desde el punto de vista coloquial, denominamos alondras y búhos. Las alondras son personas que naturalmente se despiertan temprano en la mañana, y son lo opuesto a los búhos, que se despiertan y se van a dormir tarde.
Ante una desincronización por un horario diferente a su cronotipo, una persona puede experimentar un desfase circadiano, y desarrollar problemas tipo insomnio, fatiga diurna y disminución de la cognición. A lo largo de las últimas décadas se han formulado hipótesis de que la disrupción circadiana está relacionada con un mayor riesgo de cáncer. Estos aconteceres se pusieron de manifiesto en 2007 por un grupo de Investigación del Cáncer de la OMS, concluyendo que “el trabajo por turnos, que implica una interrupción circadiana, es probablemente cancerígeno para los seres humanos”.
Desde la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, estos datos se volvieron a confirmar en 2020, en la publicación Night Shift Work, Volume 124, que reitera y analiza el tema del trabajo nocturno y su impacto en la salud de los trabajadores, como trastornos del sueño, problemas cardiovasculares y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas; al interrumpir el ritmo circadiano, además de afectar al rendimiento, existe una mayor propensión a sufrir accidentes laborales. Estos trabajadores tienen, como agravantes, además, trastornos del horario de sueño y vigilia.
Se ha elucubrado sobre si la introducción del horario de verano, que añade una hora de desfase horario social, ocurre en la mayoría de las personas, lo que les llevaría semanas en adaptarse al cambio de hora. Debate abierto por sus posibles riesgos para la salud y la seguridad, habiéndose observado aumentos de la frecuencia de ataques cardíacos después de esta variación horaria.
Nos preguntamos: ¿son los trastornos del ritmo circadiano los que causan la depresión o al revés? Se ha estudiado el efecto de la disrupción circadiana y se observó una relación con trastornos psiquiátricos como la depresión, que puede ser debido a la carencia de un gen Clock funcional. Pero además sabemos que el ritmo circadiano afecta a las vías metabólicas más básicas, como la síntesis de proteínas, la glucólisis y el metabolismo de los ácidos grasos, por lo que su alteración puede causar patologías como trastornos gastrointestinales, metabólicos como intolerancia a la glucosa, diabetes, presión arterial e inmunidad.
Según Roenneberg (cronobiólogo alemán, experto en el estudio de los ritmos circadianos), ser una alondra o un búho no debería ser, en sí mismo, un problema. En su libro afirma: “Los madrugadores y los noctámbulos nacen, no se hacen”. De esta forma libraba a la gente con etiquetas de perezoso y así transmitir que estos patrones del sueño se deben a la genética y no son por elección. “El cronotipo per se no debería tener ningún efecto sobre la salud”. “Los efectos sobre la salud provienen de tener que vivir contra el propio reloj”, aseguraba.
La interrupción del ritmo circadiano se ha identificado como un factor de riesgo para la salud metabólica, por lo que pensamos que los conocimientos y avances en la investigación de la biología circadiana nos brindan una oportunidad para mejorar la salud en el enfoque de la medicina personalizada y el bienestar general de la sociedad.
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