¡Hemos encontrado el secreto de la vida!
Humanidades en la Medicina
El modelo de doble hélice que sentó las bases para la biología molecular estuvo sustentado en los datos experimentales de otros científicos, como Rosalind Franklin
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Nuestros recuerdos nos marcan, y por medio de ellos podemos dar sentido a nuestra existencia, comprender el pasado y aventurarnos al futuro. En nuestros primeros años de ejercicio de la medicina, con muy pocos medios, éramos capaces de tomar iniciativas de investigación, cuando sospechábamos que una enfermedad podría tener un cariz hereditario nos desplazábamos para obtener pruebas sanguíneas al domicilio del enfermo y poder analizar las muestras extraídas a los familiares. Eran los primeros pasos de una ciencia, aún sin nombre, la genómica, que no existía, pero que de la que de alguna manera nos consideramos partícipes.
Nuestro saber actual del ADN en la herencia nos ha conducido a un soporte de aplicaciones prácticas, como el análisis forense, las pruebas de paternidad, bases genéticas de muchas enfermedades, terapia génica, cáncer y la selección genética, entre otras, y como hito fundamental el conocimiento del genoma humano completo. Pensemos cómo la ciencia ha modificado la percepción que tenemos los seres humanos de nuestro propio lugar en la naturaleza, nos ha permitido comprender el tiempo y el espacio en el que nos encontramos y tener en cuenta la destreza con que Charles Darwin estableció la posición del individuo en el medio ambiente. Además, la medición directa del ADN ha servido para datar el momento en que se separó la línea humana de los chimpancés, lo que se considera como un reloj molecular.
Cuando hace más de 70 años, el 28 de febrero de 1953, Francis Crick dijo exultante de alegría "¡hemos encontrado el secreto de la vida!", no podía imaginarse las consecuencias que tendría para el futuro de la ciencia. El despegue del ADN se inició en 1953 gracias a los estudios colaborativos de Rosalind Franklin, Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick. Aunque el mérito se lo llevaron principalmente los ganadores del Premio Nobel de Fisiología y Medicina (1962), Watson, Crick y Wilkins, dejando en la cuneta a Franklin.
Esta química-física fue la autora de la foto que llegó a denominarse fotografía 51, obtenida el 6 de mayo 1952 a través de cristalografía de rayos X y que fue la evidencia clave para identificar la estructura de la molécula del ADN, cuyo patrón de difracción determinó la naturaleza helicoidal de las hebras de doble hélice y con la que se pudo desentrañar la estructura de este ácido nucleico. Este es el momento que podemos considerar como la rampa de salida para llegar a comprender la conformación del ADN.
Aportación importante pero menos conocida en cuanto a la disposición del ADN fue la de Linus Pauling (eminente químico-físico), que en principio propuso, poco antes del hallazgo de la estructura del ADN, un modelo de triple hélice, erróneo posiblemente por no haber podido tener la fotografía 51, pero su aportación fue apoyo para la consecución del fin. Independientemente, Pauling, es justo recordarlo, obtuvo dos premios Nobel, el primero (1954) fue otorgado por la investigación de la naturaleza del enlace químico y el segundo (1962) Premio Nobel de la Paz, por los esfuerzos para prohibir las pruebas de armas nucleares.
Esta concesión del Nobel marcó varios hechos dignos a tener en cuenta, no ya por su aporte científico, que fue inconmensurable, sino por las debilidades que se reflejaron desde el punto de vista humano y ansias de poder en el panorama científico, con espionaje y antifeminismo incluidos. Nos preguntamos si existe una desconexión entre el éxito científico y la racionalidad, o lo que se ha llamado Nobelitis.
El 25 de abril de 1953, un artículo que publicado en la revista Nature se cifró como uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la ciencia: proponía una estructura para la sal del ácido desoxirribonucleico (ADN), de un interés biológico considerable. Este fue motivo de la discordia, pues aparecieron simultáneamente tres artículos en la publicación.
James Watson y Francis Crick (Cavendish Laboratory, Cambridge), propuesta del modelo de la doble hélice para la estructura tridimensional del ácido desoxirribonucleico (DNA), con el articulo artículo Molecular Structure of Nucleic Acids. En el mismo número de Nature se presentaron otros dos artículos, uno presentado por Wilkins y cols (King's College, Londres), y el otro por Rosalind Franklin y Raymond Gosling (King's College, Londres). En la misma revista, Watson y Crick mostraron su agradecimiento a Franklin y Wilkins por la aportación de sus “ideas y resultados experimentales no publicados”.
Se cree que James Watson y Francis Crick dieron con la estructura después de robar datos de Rosalind Franklin. La idea fundamental para la doble hélice se produjo cuando a Watson se le mostró una imagen de rayos X del ADN tomada por Franklin, sin su permiso o conocimiento. Ésta fue incapaz de descifrar lo que ella misma había obtenido, la fotografía 51, y que representaba lo que fue considerada como la piedra filosofal de la biología molecular. Franklin moría cinco años después (1958) a los 37 años de cáncer de ovario, como la gran perdedora de una de las mayores vicisitudes del panorama científico, negándosele el crédito adecuado durante años (Nature 496, 270; 2013). Watson y Crick nunca reconocieron abiertamente los hechos mientras vivió Franklin.
El modelo de doble hélice propuesto permitió comprender cómo se almacena y se transmiten los rasgos hereditarios y sentó las bases para la biología molecular. Esta revolucionaria idea fue sustentada y apoyada en los datos experimentales de otros científicos antes aludidos, destacando a Rosalind Franklin, que, aunque olvidada de los Nobel, tiene un lugar en la historia y se convirtió en un modelo a seguir para las mujeres de su época que se dedicaban a la ciencia. Sólo después de la publicación del libro de Watson The Double Helix: A Personal Account of the Discovery of the Structure of DNA en 1968 se le reconoció a Franklin el papel tan importante en el descubrimiento de la estructura del ADN.
Como vemos, la naturaleza humana con sus debilidades como los celos, la competencia a veces desleal, e influencias sociales, más que dificultar puede condicionar y servir de estímulo para marcar los avances en el progreso científico, pero otras veces nos descubre una naturaleza atávica en el comportamiento, lejos de los trabajos altruistas realizados con la máxima ilusión y sin medios, a lo que muchos científicos están abocados, lo que se llama small science o ciencia de filantropía, privándonos de avances potenciales.
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