“En el mundo rural la mujer antes se sentía invisible”
María del Carmen del Campillo | Profesora titular de la Escuela de Agrónomos
El suelo es su campo de estudio, una labor que desarrolla desde hace tres décadas en la UCO
Amante de la ciencia, defiende la labor de divulgación para atraer a los más jóvenes
María del Carmen del Campillo nació en Santander en 1962, aunque vivió en el Valle de Liébana (Cantabria) hasta los diez años, donde estudió en una escuela unitaria. A esa edad su familia decidió que estudiara en un colegio interna en Madrid, donde se trasladó, continuó con su formación superior y donde se convirtió en ingeniera agrónoma por la Universidad Politécnica.
Hace treinta años que llegó a la Universidad de Córdoba (UCO), en un principio para un trabajo de apenas tres meses. Sin embargo, ese corto espacio de tiempo inicial –tenía pensado regresar a Inglaterra donde estudiaba inglés– se ha prolongado ya más de tres décadas como profesora titular e investigadora en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes (Etsiam). Campillo hace apenas una semana participó en el evento Naukas Córdoba y se subió al escenario del Teatro Góngora para divulgar ciencia en el evento Naukas Córdoba, algo que ama y a la que ha dedicado casi toda su vida profesional.
–¿Por qué decidió participar en Naukas Córdoba?
–Naukas Córdoba es un evento de mujeres científicas y yo por la niña científica me desvivo, es algo que tengo incorporado. Además, tuve la suerte de que en mi familia se me educó en igualdad. Procuro animar a las alumnas en mi centro a que no abandonen su carrera porque es lo más sagrado que tienen. Es lo que les va a dar el conocimiento y también libertad. Todo el mundo ha hecho muchos esfuerzos para que acaben la carrera. Por eso, me tienen de entrada en cualquier evento relacionado con las niñas y la ciencia. Naukas es un evento que da visibilidad a las mujeres que hacen ciencia y es bueno para la sociedad en general, pero sobre todo para las futuras científicas. Es un evento que educa y, además, con humor. Es sencillo, es fácil y, quizá una de las vías con más éxito para enganchar a las niñas y a las familias, que también cumplen un papel muy activo en orientar o valorar qué es lo que pueden estudiar.
–Cada vez son más los eventos de estas características que se celebran para dar a conocer la actividad científica, ¿considera que son necesarios?
–En gran medida trabajamos con fondos públicos y son parte de los impuestos de la sociedad. Que la sociedad vea en qué se invierten sus impuestos me parece de primera magnitud. Que vean esa utilidad y que vean la necesidad de seguir haciendo ciencia porque que desde algunos ámbitos se ve innecesario porque el retorno no es inmediato, pero lo tienes que hacer para generar riqueza en tu país. La gente que participa en ellos tiene mucha ilusión y te cuenta cómo avanzan y eso engancha, es más fácil. Por eso, es necesario hacer este tipo de eventos. Por ejemplo, el número de ingenieros parece que está bajando en España y nos hacen falta. En muchos casos, los trabajos que encuentran al terminar la carrera, el sueldo y el reconocimiento profesional que reciben no se corresponden con el esfuerzo y sacrificio que han hecho durante sus estudios.
–Nació en Santander, pero lleva ya 30 años en Córdoba. ¿Cómo llegó a la Escuela de Agrónomos?
–Acabé la carrera en Madrid y pensé que si se complementaba con el inglés iba a ser mejor. Por eso, me marché a Inglaterra a estudiar inglés y estando allí, a través de una prima que conocía a una profesora que vivía en la misma calle que nosotros en Madrid, me dijo que hacía falta un ingeniero agrónomo para trabajar en la Universidad de Córdoba para tres meses sobre un tema de suelos. Pensé que iban a ser tres meses solo, pero llegué aquí y Córdoba me enganchó.
–¿Cómo se encontró la escuela hace tres décadas?
–Al salir de Madrid me encontré una escuela con un número de alumnos reducido comparado con lo que estábamos allí y que tenían una atención privilegiada por parte del profesorado. Había pocos alumnos y una muy buena cantera de profesores. El alumnado tenía muchas ganas por aprender y resolver y mucho coraje. Córdoba era entonces la única ciudad con una escuela técnica superior.
–¿Cómo ha evolucionado la escuela en todo este tiempo?
–En los alumnos no se ve ya tanto el coraje y las ganas de antes, aunque en algunos se mantiene.
–¿A qué cree que se debe?
–Creo que el problema viene antes de llegar a la Universidad. Nuestros alumnos entran como en masa y no muy motivados, pero cuando acaban están enamorados de su titulación, de su centro, con buenos contactos e, incluso, con el profesorado. No sé si ya es el sistema universitario o la carrera, que es preciosa. Agrónomos es una carrera verde que, además, tiene la componente de la ingeniería. No es tan fría como otras ingenierías. La carrera está relacionada con todo el mundo vegetal, forestal, los árboles, productos alimenticios, la enología y la producción de aceite... Tiene una componente que la disfrutas cada día.
–Sostiene que la Ingeniería de Agrónomos tiene muchas vertientes de especialización, ¿por qué se decantó por la Edafología?
–Posiblemente mi primer profesor, el que tuve en Madrid, me impactara y la de suelos fue una de las asignaturas que me llamó la atención. Además, llegué a Córdoba y tuve ese primer contacto para hacer una evaluación de suelos de una reforma agraria y fue importante; se trataba de distinguir distintos tipos de suelo para luego repartirlos y adjudicarlos. Pero lo bueno es que di con un grupo de investigación de diez, donde se trabaja con mucho rigor, se trabajaba mucho y también se disfruta mucho. Nos lo pasamos bien.
–¿Le ha costado combinar la tarea docente con la carrera investigadora?
–La carrera investigadora requiere tiempo, esfuerzo y sacrificio. Hay que hacerlo y no es una tarea fácil, pero cuando estás en un sitio con ilusión, donde hay un equipo para todo, que te responde a nivel profesional y personal, donde ves que avanzas, que te valoran, que te tienen en cuenta, vas dando todo.
–En la UCO el cuerpo de catedráticos apenas tiene un 25% de mujeres y la promoción interna resulta más complicada. ¿Ha tenido este problema en su carrera profesional?
–Sinceramente no lo he tenido porque mi grupo no lo ha manifestado en ese sentido y era bastante igualitario entre mujeres y hombres. Además, a nivel universitario te valoran el currículum y es ver los méritos que tiene cada uno. Es verdad, que en los primeros años la mujer, en algunas circunstancias se sentía invisible en el mundo rural, pero está evolucionando y se nota todo el trabajo que se ha hecho en implantar medidas paritarias.
–La UCO ha puesto en marcha el segundo un plan de conciliación, que incluye un reglamento para compatibilizar el cuidado a menores con la producción científica. ¿Son necesarios este tipo de programas?
–Sí. Este tipo de ayudas vienen bien a la mujer que se dedica a la investigación y permiten también continuar con su carrera investigadora.
–A pesar de que la UCO lidera numerosas clasificaciones internacionales por su investigación, la propia institución ha reconocido que la internacionalización de sus estudios es uno de los problemas a superar. ¿Tanto cuesta conseguir un proyecto internacional?
–La investigación es muy competitiva a nivel europeo. Si la Universidad nos presta apoyo para que la gente se anime a pedir es bueno. No obstante, hay poco dinero y en la captación estamos a nivel bajo. Tenemos que ser activos e insistir. La carrera de la investigación es a muy largo plazo y cuando yo empecé no sabíamos qué iba a pasar después. Hoy en día, al menos saben qué necesitan para ser profesor ayudante, ayudante doctor o profesor contratado. La carrera, hoy en día, está más establecida, pero lo que ocurre es que es muy difícil y se exige mucho porque hay poco dinero para investigar y para la ciencia y se ha vuelto muy competitivo comparado con lo que hice; los de ahora lo tienen muy difícil. Pero cuando la gente llega, lo hace muy preparada para consolidar un determinado puesto de trabajo y lo bueno es que es gente que tiene muchas ganas. El de la investigación es un trabajo que se hace por vocación y no está pagado. La gente le dedica muchas horas.
–Sus estudios se centran en el suelo, ¿en qué consisten?
–El suelo es un recurso natural no renovable. Es lo que tenemos, nada más, es la superficie de la Tierra. El suelo tiene muchas funciones y algunas extremadamente importantes: regula el ciclo hidrológico, las inundaciones y las sequías, filtra el agua... A partir del suelo se extraen todos los alimentos. La FAO dice que el 95% de todo lo que comemos sale del suelo: directamente todo lo vegetal e, indirectamente todo lo animal. El suelo también alberga muchos microorganismos y, gran parte de la biodiversidad del planeta está relacionada con lo que vive en el suelo. A partir del suelo se desarrollan productos farmacéuticos y, por último, ayuda a mitigar los problemas del cambio global.
–¿Cómo afecta el cambio climático al suelo?
–La buena parte es que todas las actividades relacionadas con el suelo emiten CO2. Desde la respiración de todos los seres vivos se está lanzando CO2 a la atmósfera y la materia orgánica del propio suelo se oxida y pasa a la atmósfera. La buena parte es también que el suelo es un sumidero del carbono. Las plantas fijan el CO2 de la atmósfera, pero el suelo es el que lo guarda, lo conserva, lo protege y hace que vuelva otra vez a la atmósfera. En ese sentido, el problema que tenemos de retirar CO2 de la atmósfera pasa por reducir todas las emisiones relacionadas con los gastos energéticos, los fondos fósiles –carbón, petróleo y gas–, pero también pasa por reforzar este sumidero natural tan importante que es el suelo. Sólo hay dos sumideros naturales: el océano y el suelo, no hay más.
–¿Y cómo se refuerza?
–En los últimos años de la agricultura, con tanta maquinaria, el suelo se ha oxidado con un montón de CO2 y lo ha lanzado a la atmósfera. Visto este problema, la buena agricultura pasa por cubiertas vegetales, cultivos intercalares, siembra directa, mínimo laboreo y por incorporar en la tierra residuos orgánicos; lo que se hacía antes. Antes se hacía porque no tenían alternativa y, ahora nos hemos dado cuenta de que tenemos que hacerlo porque es lo mejor para el planeta.
–¿En qué estado se encuentra el suelo de Córdoba?
–Pues tiene muy poca materia orgánica. Hace no muchos años, tenía valores del 2 o el 3% y ahora podemos estar en torno al 1%; se ha perdido mucho, pero tenemos buenos agricultores y concienciados y las medidas de subvenciones van en esa línea de fomentar estas prácticas.
–La transferencia de resultados de la investigación a la sociedad es uno de los conceptos que más se repiten en los últimos años. ¿Cómo es la relación que tienen con el sector agrícola, aceptan sus propuestas?
–Como centro tenemos una relación fantástica con los agricultores. Nos apoyamos en sus necesidades y yo tengo relación con agricultores que quieren colaborar, nos preguntan, nos dejan sus campos para que hagamos ensayos; por ejemplo, cuánto fertilizante tienen que usar y nos prestan la finca. Ellos, además, plantean sus dudas y nosotros estamos encantados de hacer ensayos en sus fincas, entendiendo que, a veces, somos un incordio. Pero son generosos y quieren saber cómo mejorar.
–Pero, ¿realmente aceptan sus consejos y medidas o no?
–Es cierto que cuando esos agricultores se acercan a la escuela y son líderes y quieren avanzar, progresar, las aceptan porque también lo ven de primera mano, ven lo que ocurre en su campo. No hay mejor ejemplo que lo que ven. Y así es más fácil incorporarlo.
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