¿Seremos inmortales? Una distopía anacrónica

Humanidades en la Medicina

La genética, la terapia celular y la IA nos llevarán de la mano a un objetivo propio de los humanos: la mortalidad programada

Culto a la ignorancia

¿Seremos inmortales? Una distopía anacrónica.
¿Seremos inmortales? Una distopía anacrónica.

Córdoba/En el tiempo que publiqué el artículo Cuando aumentar la expectativa de vida se convierte en obsesión aún no había leído el libro La muerte de la muerte. Sin embargo, este libro me hizo reflexionar sobre el paradigma de nuestra evolución biológica: nacer, estudiar, trabajar y morir. Estos conceptos dentro del ámbito de las tecnologías emergentes nos hacen ver nuevas oportunidades para transformar la medicina en pro de una mejor calidad de vida. La genética, la terapia celular y la IA nos llevarán de la mano a un objetivo propio de los mortales: la mortalidad programada, a través de la senescencia, con una senectud saludable y socialmente productiva.

Podemos decir sin equivocarnos que el sueño más deseado de la humanidad es la inmortalidad porque cursaría sin enfermedades, sin envejecimiento o sin los achaques de la senectud; resuena con una frase memorable: “Nunca se es demasiado viejo para querer ser más joven”, o en la Biblia nos recuerda: “Y el último enemigo que será abolido es la muerte”.

En realidad, lo que más nos preocupa según vamos envejeciendo es la discapacidad y la dependencia, a veces unidas ambas a la presencia de morbilidades, con la consiguiente pérdida de la autonomía y calidad de vida. Quizá el grupo de patologías que más nos inquiete sea el de padecer alguna afección neurodegenerativa. Sabemos que la sociedad, a medida que envejece, tendrá que adaptarse a su propio progreso, con una tasa importante de personas mayores que demandarán más inversión en medicina regenerativa, con las transformaciones económicas que conlleva, así como la readaptación a las limitaciones que dicta la vejez. Pero lo más controvertido de la situación es en el entorno filosófico y ético, donde interpelamos al aire: ¿Es sostenible una población más longeva? Pero, y si lo consiguiésemos, ¿qué quedaría de nuestra perseguida inmortalidad?

Si el envejecimiento lo vemos como una enfermedad y responsable de un 70% de las muertes globales, nos da idea de su impacto universal. Comprenderemos entonces el interés desorbitado del antienvejecimiento con un potencial codiciado en el logro de la amortalidad, despertando iniciativas que podrían revolucionar nuestro entendimiento del envejecimiento y que han captado el interés de las grandes compañías tecnológicas que lo ven una oportunidad extraordinaria.

Google, IBM y Microsoft forman parte de lo que serán las columnas futuristas que marcarán la pauta a seguir. Así, Google anunció en 2013 que, a través de su programa Calico (California Life Company), centrado en la salud y la longevidad, podría intervenir en el proceso de la senoterapia. Microsoft, por su parte, basándose en que el envejecimiento es el primer condicionante para muchos tipos de cáncer, anunció que lo curaría como si fuese un virus informático, y lo conseguiría uniendo la Biología-Matemáticas-Informática. IBM creó el sistema de IA llamado Watson para analizar cualquier tipo de cáncer.

Los valedores de La muerte de la muerte admiten la ancianidad como una enfermedad que tendrá cura, y que para el 2045 el exitus será opcional gracias a los avances tecnológicos, y que la muerte podrá rebatirse a no ser que sea por causas ajenas a la senectud, como accidentes, homicidios, guerras, etc. Esta concepción hemos de verla como una utopía anacrónica en la que el idealismo de una sociedad perfecta y con un futuro esperanzador contrasta con la realidad actual, que sería la falta de autocorrección, desestimando la justicia social. Unamuno reflexiona en su obra Del sentimiento trágico de la vida: “que el deseo de la inmortalidad y la certeza de la muerte son lo que nos hace humanos”.

Nuestra sociedad, con la llegada de la Ilustración, cambió la visión futurista de ver la muerte, no como una transición a modo de como hacían los faraones construyendo tumbas, sino a través de ser recordados en los campos del arte, la música, fundaciones, como persona, etc. O sea, búsqueda de formas de permanecer vivos en el recuerdo y preservar nuestro legado terrenal después de morir. A la propia descendencia podríamos evocarla como parte de nuestra memoria.

Cuando nuestros conocimientos sean tan acusados que con los avances tecnológicos a nuestro alcance podamos dotar a las máquinas de una inteligencia superior a la humana, es casi seguro que perderíamos su control y se produciría lo que se ha dado en llamar Singularidad Tecnológica, del todo indeseable. Desde la visión del “transhumanismo”, emplearíamos la tecnología más avanzada para superar nuestras limitaciones biológicas, esto es, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Vemos, pues, que el transhumanismo integra la tecnología con el cuerpo humano, en beneficio de éste.

Dentro de este conocimiento vamos detectando que existen células como las cancerosas, las germinales y las células madre, que se van autorrenovando, por lo que se cree que presentan inmortalidad. Por ejemplo, las células germinales utilizan un sistema regulador único para mantener el potencial de dividirse en cualquier tipo de célula. Pero factores como el estrés, el tiempo, el medio ambiente y otros procesos pueden alterar su funcionalidad. Tenemos la esperanza de poder sortear los procesos biológicos relacionados con el envejecimiento y frenar la instauración de enfermedades neurodegenerativas para lograr una vida más larga y saludable.

Venkatraman Ramakrishnan, Premio Nobel de Química en 2009 y autor del libro Por qué morimos, plantea cuestiones filosóficas ante la comprensión biológica actual del envejecimiento y la muerte, que básicamente se reduce a una aglomeración de daño químico en las moléculas y las células, concluyó: “La cuestión es si podemos hacer frente a los procesos de envejecimiento sin perder nuestra esencia humana, de una forma segura y eficaz”. Pero cuidado con las afirmaciones falsas o exageradas de las empresas que prometen una vida más larga.

"La muerte es el comienzo de la inmortalidad" (Robespierre), refiriéndose a los principios y a la justicia social que trasciende la vida de un individuo, dejando un legado que simboliza una nueva existencia.

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