Sí, a todo… y mucho más
Sí, a todo | Crítica de teatro

La ficha
**** Sí, a todo. Intérpretes: Abel Mora y Maka Rey. Texto y dirección: Antonio Álamo. Fecha: Viernes, 21 de febrero. Lugar: Teatro Góngora. Tres cuartos de entrada.
La luz tenue se abre camino sobre las tablas casi desnudas donde se adivinan dos telones-cortina estrechos de color amarillo y rojo, varias sillas de plástico impersonales (salvo una tapizada en rojo que nunca mudará de posición ni será utilizada) y un micro con su pie. La voz de Maka Rey tararea el Rock&Roll Part 2 de Gary Glitter, también conocido como el Hey Song que corean miles de forofos en los estadios y escuchaba en su cabeza Arthur Fleck mientras bajaba las escaleras para materializar su transformación en Joker.
Ante el auditorio emerge la figura de un actor sin glamur alguno en su atuendo. Tampoco es Joaquín Fénix, aunque ha trabajado con muchos grandes del cine de nuestro país. Se llama Abel Mora y viene a compartir con el público el partido de su vida. Así comienza Sí, a todo.
El terreno de juego de este encuentro narrado en primera persona se desarrolló en el propio cuerpo de Abel y comenzó en septiembre de 2018 con la detección de un carcinoma en su aparato digestivo que le obligó a anular compromisos personales y laborales. A partir de ahí su vida deja de estar en sus manos para dejarse llevar por otras.
Una travesía repleta de dificultades que le hacen deambular por la cuerda floja del ser o no ser y que afronta con la filosofía propia de alguien conectado a sus raíces, esa tierra gaditana convertida en paradigma del Sur, indolente y sufriente al mismo tiempo, capaz de encontrar en el drama la grieta para poder reír. Dos años después y con la partida ganada se reencuentra con Antonio Álamo, quien tras escuchar su historia le propone hacerla visible sobre el escenario.
Álamo absorbe esa experiencia para confeccionar un texto rotundo y lo dirige sin más pretensión que mostrar lo acontecido en la vida del protagonista tal y como lo recuerda, representando cada etapa del duelo ante la enfermedad con la distancia propia que otorga el tiempo y permite crear comedia. Abel toma esas palabras y las trasforma en acción con la frescura obvia de algo íntimamente ligado a su existencia. Acompañando al monólogo y entre pasodobles carnavaleros se unen las intervenciones de Maka Rey, otorgando el contrapunto preciso que hace respirar al espectador. Ochenta minutos de teatro impecable que atraviesa hasta el final al público que recibe emocionado a sus intérpretes entre ovaciones.
Sí, a todo muestra un camino para conectar con una realidad que, con toda seguridad, hemos tenido cerca alguna vez y no podemos decir que estemos libres de vivir en primera persona. Por desgracia, no existe mayor evidencia para sensibilizarnos con ella que un par de bofetadas en forma de diagnóstico. Agradecemos la valentía de Abel por abrirse cada noche con esta obra y nos alegramos de que pueda seguir marchando al ritmo de Hey Song.
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