Sombrerería Rusi: legado familiar, tradición, artesanía y un taller más que centenario
Comercios con historia
Este establecimiento lleva abierto desde 1902, manteniendo viva la tradición del sombrero cordobés
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Córdoba/Corría el año 1902 cuando se pusieron los primeros cimientos de la Sombrerería Rusi, aunque para llegar al germen de este emblemático negocio, que sigue estando muy presente en las calles de Córdoba, habría aún que echar la vista más atrás. En torno a 1896 o 1897, José Rusi, que residía en la ciudad aunque era natural de Cádiz, instaló una fábrica de sombreros en la calle Agustín Moreno y no fue hasta unos años más tarde cuando adquirió el local que aún sigue con las puertas abiertas, adjudicándolo como primer punto de venta para los productos que él mismo fabricaba. La Sombrerería Rusi es legado familiar y local, y de esta forma se mantiene con el paso de tiempo en un mundo que aún valora la riqueza y la singularidad de la artesanía.
En septiembre de 1904, debido a la buena acogida que había tenido su negocio, Rusi decidió abrir un segundo puesto de venta, que se ubicaba en la calle Gondomar. Poco después, se vio abocado a dejar a un lado la fabricación y continuó su andadura en el comercio con esos dos establecimientos. En 1926, este artesano falleció, heredando su familia ambos negocios; su viuda se haría cargo de una tienda y su hermana de la otra. A partir de ahí, las distintas generaciones de la familia han ido manteniendo este legado, como cuenta hoy uno de sus descendientes, Mario Roldán, que es la cuarta generación que regenta esta casa, “la más antigua”, dado que la heredada por la hermana del fundador tuvo que cerrar.
“Aquí seguimos manteniendo la tradición, porque seguimos con el taller de artesanía, seguimos confeccionando sombreros por encargo a mano y a la medida, y trabajando con las principales marcas tanto nacionales como extranjeras en prendas de cabeza”, relata Roldán. La infancia de este artesano ha estado marcada por la convivencia con esta tienda, dado que su padre regentaba el local y todas las tardes acudía a verlo a trabajar, al igual que al maestro artesano.
Las mañanas de Roldán suelen estar protagonizadas por su trabajo en el taller, porque aún sigue habiendo trabajos por encargo; por la tarde, ya se suele enfocar más en las tareas rudimentarias de la tienda. El artesano explica que “estas fechas son el cambio de temporada, estamos guardando todo lo del verano y preparando la campaña de invierno. Yo en Córdoba, hasta San Rafael no considero que empezamos la temporada de otoño-invierno”.
Roldán define como la parte más fuerte del año a “después de Reyes, que es cuando para mí empieza la Feria, pasa el Rocío, esos cinco primeros meses", si bien reseña que "en Córdoba hay que tener en cuenta el nivel de turismo que tenemos sobre todo en primavera, y a eso le añades todas las ferias, todas las romerías, todas las fiestas populares". "Negocios como este tan especializados quedamos tan poquitos, no solo en Andalucía sino en España, que acude gente de todos los lados”, sostiene antes de detenerse en un detalle: el auge de la afición por la doma vaquera, no sólo en España, lo que hace que a este negocio lleguen personas aficionadas a este deporte de países como Alemania, Francia o Inglaterra.
Cuestionado sobre cuál es la pieza fundamental, no tiene dudas. “Para mí, la pieza estrella es el sombrero cordobés y por la que mantengo en sí lo que es el taller y por el que mucha gente todavía sigue viniendo aquí, aunque yo hago sombreros para campo, monterías, coches de caballo o personas que quieren tener algo más propio, un producto personalizado, pues se hacen sombreros muy clásicos”. En esta tienda se trabajan dos vías, “un sombrero pret-a-porter que ya viene confeccionado de fábrica de muy buena calidad, porque me busco en fábrica la mejor calidad aunque sea un sombrero de serie; y luego yo tengo la rama de la artesanía. El cliente que va de paso opta por el confeccionado, pero hay otros que prefieren la prenda de artesanía".
¿Se valora al artesano en estos tiempos? “Aquellas personas que quieren algo bueno, no lo dudan. A veces hay prendas, con ver las marcas que trabajo, que se ven que son reconocidas internacionalmente. El turista europeo, cuando ve que trabajo en Córdoba, que no estamos hablando de Barcelona ni Madrid, me dicen aquí hay calidad”. "El que opta por la artesanía es porque tiene otras ideas o el capricho. Buscan una prenda identificativa, y muy personalizada", explica.
Este negocio ha conseguido mantenerse intacto a través del tiempo gracias “a la especialización" porque "hay muchas sombrererías que han desaparecido, o que han empezado a meter muchos complementos, y al final el sombrero acaba siendo un complemento de la tienda. A mí la tradición, y lo que siempre me han enseñado, es que si abarcas que sea en variedad, que sean productos de calidad, marcas nuevas, porque se va globalizando todo, pero siempre orientado a lo mismo, a prendas de cabeza. Gorra, sombrero, artesanía, y algunos complementos, pero una cuota muy pequeña, que no lleguen a eclipsar el mundo del sombrero”. En el local nuevo que abrió recuperó una actividad perdida cuando se cerró el establecimiento de Gondomar, que es la sombrerería de señora: “Me dio pie a empezar a trabajar el mundo del sombrero urbano, sin meterme en los tocados”.
Un negocio así se mantiene, remarca Mario Roldán, “echándole muchas horas, queriendo que esta herencia familiar se mantenga, con el orgullo de mantener primero el objetivo de cien años y que ya vayan 122 que hizo en febrero". ¿Y el imprescindible salto al mundo online? “Eso ya es lo que me faltaba”, contesta entre risas.
Sobre el siguiente relevo generacional, Roldán afirma que, de momento, su hijo está dentro de la empresa. “Tenemos la suerte que aquí el turismo sí valora el tema de las prendas de cabeza. Aquí en Córdoba llevamos mucho retraso en lo que es este mundo del complemento”, subraya. Un trabajo sin horarios y sin días. Todo sea para seguir escribiendo esta historia, que sobre todo sigue vigente gracias al "amor por el legado de esta familia”.
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