Humberto Gosálbez Pequeño

Los 'superhombres' del crimen

Tribuna de opinión

Las víctimas no merecen el olvido, y la sociedad debe responder siempre con las víctimas, y no con el silencio o la complacencia hacia los verdugos

Secuencia de la película 'La soga', de Alfred Hitchcock.
Secuencia de la película 'La soga', de Alfred Hitchcock. / El Día

07 de octubre 2024 - 06:59

Córdoba/Una majestuosa obra cinematográfica del maestro Alfred Hitchcock, conocida entre nosotros con el título La soga (1948), nos enseña el presunto superhombre del crimen y el presunto crimen perfecto, presunciones iuris tantum, obviamente, como se constata llegando al famoso The end.

La historia del filme no es sino la Historia de la Filosofía, del Derecho y de la Moral… Dos brillantes estudiantes universitarios estadounidenses asesinan -estrangulándolo con una soga- a un antiguo compañero de instituto y celebran una selecta fiesta con el cadáver oculto en su apartamento, invitando al propio padre, a la tía y a la novia de la víctima, así como a su profesor de Filosofía Rupert Cadell (James Steward). Lo singular es el móvil del crimen: la inteligencia superior de ambos jóvenes les convertía en superhombres al estilo nietzscheano y, por tanto, con ascendencia sobre las leyes y las normas éticas y sociales, en modo alguno vinculantes para los seres superiores. 

La segunda ficción cinematográfica, Compulsion, fue dirigida por Fleischer en 1959 y premiada en Cannes por el papel de sus tres principales intérpretes (Orson Welles, entre ellos). Presenta una segunda parte bien diferenciada: el juicio oral contra los dos superhombres acusados del asesinato y, por supuesto, el alegato de la defensa en contra de la pena capital. Y lo que es aún más relevante, la película era la versión cinematográfica de la novela homónima basada en los hechos reales a los que luego nos referiremos.

La tercera versión del séptimo arte tardó en llegar. Swoon (1993), de Tom Kalin, aportó un ingrediente hasta entonces inexplorado en la gran pantalla: la homosexualidad translúcida de los dos jóvenes asesinos y su contexto de la época. Y la cuarta obra cinematográfica, Murder by Numbers, seguramente la más conocida por nuestros más jóvenes cinéfilos por estrenarse en el año 2002, fue un thriller protagonizado por Sandra Bullock y Ryan Gosling. La antítesis del crimen no es aquí un profesor o un abogado, sino la mujer policía interpretada por Bullock.  

Unas y otras no son sino ficciones de un crimen cuasiperfecto cometido en 1924 en la ciudad de Chicago. Leopold y Loeb fueron dos estudiantes universitarios de clase acomodada que engañaron e inmediatamente asesinaron -con un cincel en el cráneo y practicando una asfixia con trapo- al adolescente de 14 años llamado Bobby Franks. La lucidez criminal llevó a los dos superhombres a pedir a su madre un rescate por presunto secuestro. Friedrich Nietzsche les poseyó desde su tumba sin piedad humana, y los jóvenes se consideraron seres superiores sin alma y sin reglas. La realidad original de 1924 superaba a la ficción cinematográfica, teatral, musical y narrativa que le sucedió.

Pero no fue un crimen perfecto ese asesinato de 1924. Lo son, en cambio, los crímenes aún pendientes de resolverse en nuestro país, sea cual sea el móvil. Asesinatos de jóvenes y mujeres en su mayoría, asesinatos en serie o personalizados, asesinatos sin o con desapariciones previas, asesinatos con o sin autopsias de los cadáveres no encontrados, asesinatos sin rúbrica de autor… Así nos lo recordaba Andrea Fernández Gil en la Revista de Criminología, Psicología y Ley. Núm.6. Septiembre 2021 (https://cripsiley.usal.es/english-num-6-agosto-2021/): “…Profesionales expertos alegan esclarecerse ocho de cada diez crímenes cometidos en España. Son multitud, en cambio, los asesinatos u homicidios que pasan a convertirse en crímenes sin resolver…”.

Crimen sin castigo, pues. Crímenes impunes, naturalmente. Las víctimas no merecen el olvido, y la sociedad debe responder siempre con las víctimas, y no con el silencio o la complacencia hacia los verdugos. Los superhombres del crimen existen; y son indiciariamente varones dadas las singularidades de las violencias apreciadas en la escena del crimen; y probada ha quedado la masculinidad generalizada de quienes, pensando ser dioses diabólicos sin alma humana, asesinaron sin piedad y, por fortuna, respondieron de sus crímenes ante la Justicia institucionalizada (Constan 151 condenados, de los que 133 eran hombres y 18 mujeres. Análisis del año 2022. https://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Temas/Estadistica-Judicial/Estadistica-por-temas/Datos-penales--civiles-y-laborales/Homicidio-intencional/). El Nietzsche del crimen aún vive entre nosotros, y es varón.

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