Taberna La Fuenseca: arte, historia y un legado de vida en Córdoba

Gastronomía

Jesús Alamillos sucede a una saga de taberneros legendarios, como Faustino, el Candi o Emilio Álvarez, su abuelo

Situada en la calle Juan Rufo y con más de 170 años, luce el distintivo de "Histórica"

Bodegas Campos: una historia de amor en una barra de taberna y unos retratos que fueron y serán noticia

De tertulia en la taberna La Fuenseca / Juan Ayala

Córdoba/"Algunos tienen parcelas, otros tienen La Fuenseca". Es un dicho que cunde en Córdoba porque esta taberna, que ha recibido el sello de "Histórica" porque su legado trasciende fronteras, lleva generación tras generación ofreciendo arte y buen beber en la calle Juan Rufo. Sede de la Peña Flamenca Merengue de Córdoba, fue inaugurada en 1852 por Módenes. Más de 170 años después, su regente actual, Jesús Alamillos, sumerge al público en la historia de su establecimiento.

Son hechos que conoce a la perfección, ya que ha gateado por cada rincón desde su primeros años de vida. Su abuelo, Emilio Álvarez, regentó el lugar a partir de la década de los 70, a lo que suma las historias de todos los clientes que llevan años visitando La Fuenseca y han disfrutado de todas las vidas de esa barra. Y es que La Fuenseca tuvo una vida adelantada a su época, como dice Alamillos: “En esa época las tabernas eran diáfanas, básicamente una barra sencilla con suelo de albero. Esta tenía salitas y departamentos, donde había privacidad”, diferencia.

Dos taberneros legendarios

De los siete taberneros que han dirigido la casa, Alamillos destaca dos. Allá por 1920 llegó el turno de Faustino, que le dio su nombre al lugar, Casa Faustino, y que le hizo protagonizar una etapa de esplendor. Fue el primero que introdujo el modelo de casa cultural en el local: “Faustino es el abuelo de un cliente y muy amigo mío, que es pianista. Él lleva entrando aquí desde que nació”. “Hay mucha información de esa época porque la taberna era un punto de encuentro de cultura impresionante en la ciudad”, explica Alamillos. Hasta que, con la Guerra Civil, se suceden “hay una serie de problemas con la taberna”. 

Otro de los taberneros históricos es el Candi. “La hija del Candi viene a verme y me trae pimientos asados”, dice con cariño, lo que demuestra que cada familia de los regentes que han formado parte de la vida de este lugar sigue manteniendo una conexión emocional muy fuerte. 

En 1975 le llegó el turno a Emilio Álvarez, abuelo del actual regente. Él era un constructor amante de las artes como la poesía y la escultura: “Cerró su empresa y se hizo tabernero. Le perdió el apego al dinero. Lo donaba, hacía muchísimos eventos benéficos”, recuerda su nieto. 

El arte impregna el local

Las paredes de la taberna La Fuenseca, llenas de cuadros. / Juan Ayala

Lo cierto es que, al poner un pie en La Fuenseca, el arte impregna la mirada. Los cuadros dibujan historia en sus paredes y describen la vida del local, una taberna que con más de 170 años luce perfecta. “Mi abuelo decía que la verdadera felicidad se encontraba en el arte, porque era una felicidad muy constante. Él disfrutaba mucho viendo las obras”, dice Jesús.

Álvarez se encarga de potenciar este modelo cultural al más alto nivel, incrementando las alianzas entre los profesionales que pasaban por allí. "Nuestro modelo se basa en la convivencia, en hacer peroles y desarrollar la amistad. Es un retroalimentación de profesiones, conectamos a diferentes artistas y potenciamos a muchos creadores que no tenían pensado dedicarse a esto y que a día de hoy lo son, por ejemplo Camilo Huéscar o Pepe Puntas”, describe el regente. Su abuelo, de hecho, le dejó el legado del amor por las artes plásticas y las letras: “Era un enamorado de la poesía. Aprendí a tocarla para acompañarle en los recitales de guitarra que hacía él aquí”. Como cuenta, llegó un momento que su abuelo empezó a ser muy cuidadoso con la taberna y procuraba que la clientela le tuviera el máximo respeto posible al lugar, por lo que no le temblaba el pulso de “castigar” a cualquier asistente por su comportamiento. 

En 2013, Alamillos se hizo cargo del establecimiento. El tabernero recuerda que, en sus inicios, el local se consideraba moderno, y ahora que es antigua vuelve a ser moderna, otra vez. “Ahora a la gente le gusta lo retro. Y esto es puro, lleva así toda la vida", confiesa. "La taberna no ha cambiado nada; tiene una personalidad propia tan grande que se apodera del tabernero, cualquiera que entre aquí se acaba adaptando a lo que la taberna pide”, sentencia.

Artistas que llaman de madrugada

La Fuenseca ha sido refugio de creadores. "Nací en un ambiente en el que pude conocer a todos los artistas. Les pedía dos duros para chucherías y ahora son primeros espadas”, rememora el tabernero. A día de hoy, el regente guarda especial cariño a los músicos. Como anécdota, cuenta que en alguna ocasión estos les llaman a la puerta por la madrugada queriendo entrar al recinto: “A mí me han llamado de madrugada mientras estaba fregando. Abría y era Arcángel, Dani de Morón… Esos valen 60.000 euros de caché. Y yo ahí sentado diciendo: es que estoy aquí con los más grandes del flamenco de la actualidad”. Entre la clientela están José Antonio Rodríguez, Miguel del Pino o José El Caja, enumera mientras visualiza las fotografías que cuelgan de las paredes. También menciona a José Chofle, que “ha bailado con los más grandes”. 

Pero, como todo en la vida, también ha habido subidas y bajadas. Recuerda especialmente negativa la pandemia del Covid-19, cuando el local tocó fondo, aunque por fortuna ha vuelto a resurgir. Entre otras cosas, porque el actual regente también confecciona camisas a medida que han causado furor entre los artistas más flamencos.

Vino, cerveza y tapas frías

Hoy en día, en La Fuenseca jóvenes y mayores disfrutan de la convivencia. Llegan a sus inmediaciones a disfrutar de vino, cerveza y de las tapas frías que forman la carta. Todos acuden, juntos o separados, y eligen sentarse con libertad en sus taburetes, desde donde pueden disfrutar de una historia que es posible descifrar gracias a los cuadros que cuelgan, de manera muy ordenada, en sus paredes. 

Hay clientes que llevan décadas acudiendo a esta llamada, algunos de ellos con pocos recursos que pagaban, de manera excepcional, a base de trueque. El tabernero recuerda una anécdota de hace varios años: “Tenía un cliente que me pagaba con geles, lo hacía también con mi abuelo. Me daba un gel y yo le ponía un medio de vino”. Luego, hay clientes que mandan. Una mujer, “cuando entra, el sitio que ella elija para sentarse se levanta el que esté”. “Aquí mucha gente viene sola, porque al final te unes a la tertulia que haya”, anima a descubrir.

Respecto al turismo que azota la zona, Alamillos parafrasea una frase de su abuelo: “La banda sonora del barrio antes era el dominó, pero ahora son las maletas. Es una realidad que cada día va a más y yo me adaptaré a lo que quiera venir”, aventura.

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