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Córdoba/La Taberna Salinas (calle Tundidores, 3) no se distingue de un museo. Desde la entrada por sus puertas de tres metros de altura se puede apreciar en su distribución como vivienda, que era utilizada como despacho de vinos en 1879, que está repleta de tesoros. Cuadros inmensos y coloridos repartidos por sus diferentes y pintorescos salones, azulejos emblemáticos con dedicatorias a personalidades como Antonio Gala o Luis de Góngora, mesas de mármol con más de 100 años por las que han pasado miles de fichas de dominó, sillas de madera y una decoración embellecida en torno a su fuente empotrada en la pared rodeada de plantas en el salón principal que es iluminada con la luz natural que se cuela por la icónica y original montera de su techo.
“Es una taberna con sello y con un aire distinto que respirar”. La definición la brinda Manuel Jiménez Montoro (1950, Bujalance), gerente de la Taberna Salinas. Pero Manuel prefiere definirse simplemente como "tabernero" porque su misión desde que adquirió el negocio en 1988, hace ya más de 35 años, es la conservar las tradiciones cordobeses y exponerlas en su máximo esplendor. Y lo hace para un público de lo más variopinto compuesto por cordobeses, parroquianos, vecinos y turistas procedentes de todos los rincones de España y del mundo, atraídos también por esas buenas reseñas que navegan por internet y que marcan el devenir de la gastronomía contemporánea incluso para esa hostelería por la que no pasan los años.
Ese objetivo lo cumple Manuel a diario y por eso ha recibido ya su merecido reconocimiento por parte del Ayuntamiento. La Taberna Salinas es una de esas 12 reconocidas tabernas de Córdoba que ostenta el sello de Histórica por llevar más de 75 años de actividad gastronómica en la ciudad, preservando los sabores de la ciudad en su carta y la estética de típica taberna cordobesa a través de los años.
“Tantos años de trabajo mirando por las tradiciones, que tengas este reconocimiento tras tantas vivencias es una gran satisfacción. Es una genial labor por parte del Ayuntamiento y su compromiso con la hostelería de Córdoba. Es bien recibido porque repercute en más clientes y en más difusión de la gastronomía local y de los vinos locales”, comenta Manuel, contento después de que haya sido validado por el Consistorio el dossier que presentó con toda la documentación sobre su negocio. Como explica el tabernero, escritos del periodista cordobés Teodoro Ramírez de Arellano, varios artículos de prensa y el libro de las tabernas de López Alejandro sitúan la inauguración de la Taberna Salinas por parte de Francisco de Paula Salinas en 1925, aunque su apertura reza su del año 1924.
Toda esa documentación constatada significa que la Taberna Salinas es centenaria. “No había duda con el dossier. Aquí te asomas y se ven los años. Hay otros locales muy bonitos, pero son diferentes y no tienen la claridad, el aroma y la tranquilidad de una taberna”, asegura Manuel Jiménez, quien compró el negocio con muchos de los elementos tradicionales que aún se conservan a la familia Salinas en 1988 tras haber regentado la antigua Cafetería San Pablo. Y después de una limpieza a fondo y un compendio de nuevas reliquias añadidas como decoración clásica cordobesa, la Taberna Salinas sigue siendo una "apuesta por lo local proyectada en lo antiguo y en lo moderno" que se ha mantenido a lo largo de la historia y que sigue siendo un referente de la gastronomía de Córdoba.
Por supuesto, si ya la elegancia y el folclore del local hacen que la Taberna Salinas pudiese ser considerado un museo de arte cordobés, lo que para nadie pasa desapercibido es su carta, pues si para algo se acude a una taberna, es para comer y beber. La gastronomía típica está muy presente, como no puede ser de otra forma, y los platos tradicionales como el salmorejo, las berenjenas fritas, el cochinillo frito, los callos, las manitas de cerdo guisadas a fuego lento, las naranjas picás con bacalao, la casquería, la sangre encebollada o las croquetas de puchero o de espinacas con piñones nunca pasan de moda. Y más si el producto es bueno con carnes del Valle de los Pedroches, quesos de Zuheros, naranjas de Palma del Río, aceites de Bujalance y vinagres de Montilla-Moriles.
De la D.O Montilla-Moriles también proceden los vinos conservados en los enormes barriles de roble americano de la Taberna Salinas que son tan adorados por sus parroquianos. En la centenaria barra tallada en mármol se sirven blancos, tintos, Pedro Ximénez y una excelsa variedad vinícola de la tierra. Eso siempre. Pues "la apuesta por lo local es lo que prima", como asegura Manuel. Eso y "la buena educación y el buen trato" característica de este rincón donde "el ambiente es elegante y se disfruta de un diálogo cómodo y sin aglomeraciones, como debe ser una taberna cordobesa". Y es que, ya lo afirma Manuel: "Es la pátina de lo eterno, de esto no te cansas nunca. Un local lo puedes tirar y renovar, pero esto es único”. Una verdad que llevan confirmando cordobeses y turistas desde hace más de 100 años.
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