Vicente, la penúltima

Se jubila el gerente de Casa Vicente, el que para muchos es "el mejor camarero de Vista Alegre"

Vicente en su bar.
Vicente en su bar. / José María Ortiz González
José María Ortiz González

30 de marzo 2025 - 06:55

Córdoba/Vicente, el dueño de nuestro refugio, el patrón de la barra instalada en nuestra segunda casa, se jubila. Después de toda una vida de madrugones, comandas y pitillos a medio apagar, ha llegado el momento de colgar el delantal. Vicente, el mejor camarero de Vista Alegre, mi camarero, el camarero de nuestras vidas, se retira cuando el bar va como un tiro, las gélidas masetas salen como churros y hay que esperar hasta para coger un taburete. En la cresta.

Cuenta Vicente que tenía nueve años cuando dio la alternativa en Los Romerillos, ese bar patrimonio de la geografía sentimental de la ciudad, que ahora sabemos que ha funcionado como la cantera gloriosa de un puñado de camareros generacionales, cosidos todos por la siesura característica de quien se gana el pan siendo barman a esta altura del Guadalquivir.

Vicente no es un hombre de florituras. Dice las cosas como son, sin azúcar ni edulcorantes. Tiene la voz ronca, la mirada afilada y un pitillo siempre a medio fumar. No se anda con rodeos. Habla con la voz rasgada de quien ha dicho muchas verdades y pocas tonterías. Fuma como si el humo le ayudara a cuadrar los números del día. Tiene ese talento escaso de saber cuándo hacerte reír y cuándo mandarte callar. Y la jerarquía innata de los hombres enjutos y obligados a crecerse a través del carácter. Pero bajo ese caparazón de tipo duro hay un tipo leal, lleno de códigos cordobeses.

Su bar no ha sido solo un lugar para tomar café o cerveza o pedir medias raciones. Ha sido testigo de nacimientos de amistades, de charlas profundas, de brindis en los buenos tiempos y tragos amargos en los malos. Su San Pancracio -el mismo que le robaron y le fue devuelto inesperadamente años después- ha sido testigo de excepción de todo lo ocurrido.

Esta vez es la definitiva, el culebrón se acaba, Mbappé acaba en Chamartín y Modric no renueva un año más. Ya es de verdad, Vicente se despide. Pero se despide como las grandes historias, entre su gente y con el agradecimiento del público, esos parroquianos vicentianos con la fecha de su adiós marcada en el calendario, ya sea subiendo de Huelva en coche o bajando de Madrid en AVE, todos con el punto de destino en la esquina de Escritor Azorín con Rosa Chacel.

No será a partir de ahora Vicente quien levante la persiana de su bar, pero lo que está claro que nunca podrá bajarla en nuestra memoria. Gracias por cada historia, por cada bronca con cariño, por cada momento compartido. Vicente, ponme la penúltima, que el árbitro no pite el final de este partido que es parte de nuestras vidas.

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