La voz crítica de antes y después de la Transición
Cordobeses en la historia
José Aumente Baena tuvo ascendientes políticos y orfebres, pero optó por el pensamiento para mayor gloria de Córdoba, que tuvo en él un prestigioso psiquiatra y al ideólogo andalucista

EL quinto hijo de Carmen Baena Sandoval y José Aumente Barazal nació un 4 de abril de 1922. Era el único que sobrevivió, de los cinco nacidos hasta entonces, en la casa de calle Romero donde hoy se ubica la taberna Pepe de La Judería.
Aquel joyero y su esposa tendrían luego tres varones más, dos de los cuales fallecieron antes de cumplir los trece años, de tal suerte que de los nueve sólo quedarían tres hijos: José, Manuel y Julio. Estos dos últimos optaron desde muy jóvenes por la tradición joyera y orfebre que, desde antiguo, distinguía a su familia. José Aumente Baena había quedado atrapado por las páginas de los libros, una práctica que le acompañaría a lo largo de toda su vida.
Cuentan también su hija Carmen y Rafael Aranda que cursó sus primeros estudios entre El Colegio Español, el Instituto de Segunda Enseñanza y la Academia Hispana de Córdoba.
Con 18 años había fundado la primera revista de su bibliografía, El arca de Noé o una caja de Pandora donde cupieron por igual poemas amorosos de adolescencia y reminiscencias en prosa de la guerra civil que les había estallado en su primera juventud.
A partir 1941, estuvo en la Facultad de Medicina de Sevilla y en 1943, se traslada a Madrid. Allí, compagina los estudios -de expediente tan brillante como lo fuera luego el ejercicio de su profesión- con lecturas clandestinas de presupuestos marxistas, una doctrina impactante para un joven de su época -según sus propias palabras-, en las que se sumerge y se compromete.
Coincidiría por entonces con otros jóvenes cordobeses, cultivando una amistad que perduraría hasta el final de sus vidas, como fue el caso de Miguel del Moral. El pintor de Cántico compartía también con él los días de vacaciones en Córdoba, junto a Pablo García Baena, a quién le unió una entrañable amistad.
En la capital de España continuó entre 1948 y 1950, incorporándose al Servicio de Neurocirugía del Hospital General, antes de ganar por oposición una plaza en el Hospital Psiquiátrico de Los Prados, en Jaén, en donde causa baja voluntaria, para trasladarse y ejercer su especialidad desde y por Córdoba. Coincide con Castilla del Pino y todo el ambiente cultural y de compromiso político-social que bullía en esta ciudad en los años cincuenta, en donde, tras colaborar con el psiquiatra gaditano en el Dispensario de Higiene Mental, abre consulta privada, trabaja en la Seguridad Social, atiende desinteresadamente a los niños-pacientes del hospital de San Juan de Dios, escribe artículos, publica ensayos y destaca como pensador.
A una primera época de artículos puramente científicos, siguen las colaboraciones ético-políticas en Insula, Cuadernos para el diálogo, El Ciervo o Triunfo, clausurada durante cuatro meses por su artículo ¿Estamos preparados para el cambio? Son reflexiones en voz alta que empiezan a convertirlo en referente moral y en el ejemplo de espíritu crítico con el poder que nunca ha dejado de ser, a pesar del silencio que, unos y otros, quisieron verter sobre sus valientes textos (en alguno de ellos, por cierto, acuñaría el término felipismo)
Tras fundar y clausurarse su propia revista, Praxis, organiza un ciclo de conferencias, a raíz de una encíclica de 1963 germen del mítico Círculo Juan XXIII, que llegaría a presidir.
Cuatro años antes, se había casado con una muchacha de Belalcázar, que acababa de licenciarse en Farmacia por la misma Universidad Complutense de Madrid, en donde nunca llegaron a conocerse. Eugenia Rubio y José Aumente tienen cinco hijos -de los que sólo sobrevivieron cuatro- mientras avanzan los sesenta y él, ya eminente psiquiatra cordobés, va ocupando un espacio destacado en el panorama intelectual del país, a través de sus artículos y conferencias. Militante, ideólogo, apasionado del andalucismo y cofundador del PSA, creyó en una autonomía diferente para su tierra y le legó profundos argumentos para hacerla posible, antes de morir, un 6 de noviembre de 1996. El Ayuntamiento de Córdoba dedicó un pasaje a su memoria.
Entre sus infinitas reflexiones, dejó la que enriquece sus Obras Completas, publicadas por la Diputación Provincial de Córdoba: "Hoy, lo reconozco así, he llegado a una situación en que la perplejidad y el desconcierto predominan en muchos de mis planteamientos ideológicos, y sólo queda la fidelidad a mi tierra -Andalucía, Córdoba- y la fidelidad también a un impulso que la haga revitalizarse".
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