La historia de un ascenso (VII): La última fiesta de plata, de Pontevedra a Huesca
Córdoba CF
El Córdoba CF certificó su cuarto y último ascenso a Segunda el 24 de junio de 2007 en El Alcoraz, adonde llegó tras un final de liga regular extraño y tras apear al favorito Pontevedra
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El Córdoba CF certificó el pasado fin de semana su presencia en el play off, si bien mientras las matemáticas no digan lo contrario seguirá buscando por la vía directa el que sería su quinto ascenso a Segunda División. De momento, el conjunto blanquiverde tiene por delante un mes más de liga regular, ya sea para dar caza a un sólido Castellón que le aventaja en ocho puntos o para defender los siete de renta que tiene con el Ibiza -ocho y el goal average con el Málaga- para ser segundo… pero también para mantener el estado de forma óptimo por si toca andar el camino más largo.
Porque el que hasta ahora es el último ascenso cordobesista a la categoría de plata demuestra que hay factores mucho más importantes a la hora de afrontar un play off que el lugar que uno ocupa en la clasificación. Y eso que entonces, como hoy, las ventajas iban más allá de jugar la vuelta en casa; en aquel momento los goles anotados a domicilio valían doble -bien lo saben los blanquiverdes- y en la actualidad el que mejor puesto ha logrado en la liga regular gana la eliminatoria en caso de empate sin necesidad de tener que recurrir a la suerte suprema de los penaltis (sí hay prórroga).
Pero a aquel Córdoba CF que amarró su billete para la postemporada en la penúltima jornada y con un favor enorme en otro campo, nada de eso le importó. Certificó su regreso a la división de plata, tras dos nuevos años en Segunda B -el primero de ellos con un fracaso mayúsculo al quedarse fuera del play off en la fecha 37, tras un lastimoso 2-2 en Almansa ante un rival que acabó perdiendo la categoría- teniendo que afrontar el desenlace de los dos cruces a domicilio, pero arropado por casi un millar de espectadores a pesar de que tanto Pontevedra como Huesca están a casi 800 kilómetros.
Aunque para llegar a eso, que en el final de la final dio origen al recordado "175, ven y cuéntanos", hubo que cortar mucha tela antes. De hecho, casi sin tiempo para digerir el disgusto de fracasar en el retorno a Segunda B, la entidad se sacudió desde sus mismísimas entrañas. Rafael Gómez dio un paso al lado y cedió el control total del club a Pepe Romero (Prasa), poniendo fin a ese triunvirato de comienzos de la década del que también llegó a formar parte Ángel Marín. El relevo accionarial trajo consigo también un cambio en la presidencia; Rafael Campanero, 22 años después, volvía a la primera línea de fuego en sustitución de Enrique Orizaola, liderando un consejo de administración integrado por hasta 11 miembros que lo primero que hizo fue reafirmar su confianza en Escalante.
De esta forma, se reconocía el trabajo del técnico cordobés en el curso anterior, en el que el déficit acumulado en los nueve partidos bajo el mando de Quique Hernández -una victoria y un balance de siete puntos de 27 posibles- resultó fatídico. Para buscar el ascenso, el club blanquiverde apostó en esta ocasión por conformar una plantilla con jugadores de la categoría, fichajes tal vez con menos nombre, aunque con un rendimiento contrastado, y llegaron Diego Reyes, Rubén Párraga, Aurelio, Antonio, Julio Pineda, Dani, Guzmán, Arteaga o Asen (junto a los metas Javi Cuadra y Fernando).
El proyecto comenzó pronto a carburar en El Arcángel, aunque le costó más hacerlo de visitante -no ganó a domicilio hasta la séptima salida, en Baza (1-2), si bien luego enganchó tres victorias más y un empate que relanzaron al equipo hasta el liderato al paso por la jornada 14 (hasta entonces había estado siempre menos tras la segunda fecha entre los cuatro primeros). Aguantó en la cima un par de semanas, luego salió otras dos, pero terminó la primera vuelta en lo más alto de la clasificación del Grupo IV, posición de privilegio que mantuvo hasta la jornada 35. En ese tiempo, el equipo de Escalante se postuló como favorito al ascenso, con apenas una derrota en 16 partidos (o dos en 23, la segunda de ellas en el derbi con el Villanueva en el viejo San Miguel por 3-1).
Pero de buenas a primeras, todo se torció en el último mes de competición. La derrota en Marbella (3-0) desbancó de la primera posición a los cordobesistas, que fueron perdiendo un puesto por semana a partir de entonces; tras ceder su primer tropiezo en El Arcángel en la última cita de local de la liga regular ante el Melilla (1-2), el Córdoba CF cayó a la tercera plaza y temió por su presencia en el play off, tanto que solo una mano amiga llegada desde Almendralejo evitó la debacle en forma de derrota en el alargue del Cartagena ante el Extremadura, lo que dejó al Efesé sin opciones de llegar a la cuarta plaza. Con una semana de antelación, el primer objetivo ya estaba dado, aunque aún quedaban por solventar los problemas internos para alcanzar la postemporada con más garantías.
En plena Feria, el club decidió aislar al equipo del jolgorio y montó una mini concentración en San Fernando para el último encuentro ante el Racing Portuense, que solo valía para dilucidar quién era tercero; fue el equipo de El Puerto de Santa María, que ahondó más en la herida y se impuso por la mínima. Las sensaciones no podían ser peores para encarar un play off de ascenso. Y más cuando en el sorteo tocó en la primera eliminatoria un Pontevedra que venía de ser campeón del Grupo I con solvencia y que pasaba por ser el gran favorito.
El Córdoba se agarró a su fortaleza en casa para salir vivo de la ida con un empate sin goles que tocaba reafirmar en Pasarón, donde se vio 2-0 abajo al cuarto de hora, aunque antes del descanso un doblete de Asen devolvió unas tablas que ya serían inamovibles para dejar a los blanquiverdes a solo dos pasos de volver al fútbol profesional.
El último enemigo era el Huesca, que venía de dejar fuera al Palencia tras haber acabado segundo en el Grupo III. Con El Arcángel lleno hasta la bandera -lo que se podía, pues el estadio no tenía fondos y solo en el Sur había gradas supletorias-, Pierini encarriló el partido con un testarazo a la salida de un córner botado por Arteaga en el minuto 2, y Guzmán sentenció mediado el segundo periodo con un contragolpe lanzado por Asen. Ese 2-0 puso de cara una serie que se iba a decidir una semana más tarde en El Alcoraz, el vetusto estadio azulgrana, para el que la directiva oscense apenas cedió 175 localidades al Córdoba CF.
Pero los hinchas cordobesistas se movilizaron de inmediato y, a través de viajes a las taquillas, consiguieron cientos de localidades, hasta el punto de que el día del partido todo un fondo se tiñó de blanco y verde. Un fondo en el que Dani, de penalti, marcó el gol de la tranquilidad para igualar el tanto inicial de Camacho que había metido de lleno en el partido a los del Alto Aragón. El marcador ya no se movió y la fiesta, que comenzó sobre el terreno de juego, continuó luego en Zaragoza -el equipo hacía noche allí- y se fundió sobre las calles de una Córdoba que no durmió durante varias noches seguidas bajo el son del "175, ven y cuéntanos". Ese 24 de junio de 2007, ya es historia, una historia que 17 años después el cordobesismo quiere recordar.
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