La vida se pierde entre las manos (1-1)

Córdoba CF-Málaga CF | Crónica

El Córdoba deja escapar una trabajada victoria con un gol de N’Diaye en la última jugada del partido y en uno de sus escasos despistes defensivos

El notable esfuerzo blanquiverde corta la sangría con un justo empate

Los jugadores del Málaga celebran el tanto del empate ante la desolación local. / Álex Gallegos

¡Qué bajonazo! Durante unos segundos, que parecieron horas, fue imposible reaccionar. La cabeza abajo, la mente volando, tratando de hallar una explicación a tanto tormento. Y un silencio sepulcral ni siquiera roto por los incesantes cánticos del que se sentía vencedor tras haber estado a un instante de haber sido vencido. Ese fue el epílogo en clave cordobesista de un derbi grande, con dos hinchadas entregadas y dos equipos que, cada uno a su manera, se dejaron el alma sobre el verde para intentar acercar sus objetivos, tan dispares como la forma de afrontar una batalla que terminó con un justo empate. Pero hablar de justicia con lo que lleva padeciendo el cordobesismo de un tiempo a esta parte es cuanto menos masoca, sobre todo porque esto no ha hecho más que empezar, que diría el otro.

El estreno de Rafa Navarro dejó muchos detalles que invitan a pensar en positivo para las 14 paradas que aún restan para que la temporada llegue a su final, y a las que el CCF llega con un déficit actual de cinco puntos que al final de la jornada podría quedar igual, volver a los seis o dispararse a los ocho. De partida, la intensidad con la que el técnico vivió su debut desde la banda se reflejó también en el terreno de juego, en un grupo que peleó cada balón como si fuera el último, se mostró solidario y comprometido del minuto 1 al 90, y supo jugar consciente de sus limitaciones y sus virtudes ante un Málaga sobrado de argumentos para buscar el ascenso.

Esos ingredientes, con casta, coraje, corazón y alma, permitieron a los locales mirar a la cara a su adversario y, durante media hora, soñar con amarrar tres puntos con el golazo de Miguel de las Cuevas. Pero un error encadenado, sobre todo de un imberbe Manzambi, ya en los compases finales de la prolongación y el acierto de N’Diaye acabaron por firmar unas tablas que, pese al palo tremendo por la forma en que llegaron, deben servir de base para crecer y creer.

Porque llegados a este momento y tras haberlo probado casi todo sin hallar el camino del éxito, el Córdoba apostó por armas ajenas a lo futbolístico para equilibrar las fuerzas con un enemigo muy superior en lo táctico, lo técnico y lo físico. Capacidades que le hicieron dominador ya de salida, con una presión elevada liderada por el empuje de N’Diaye y un juego, más práctico que vistoso, que le llevó a merodear de continuo el área de Carlos Abad. Eso sí, sin peligro.

De las Cuevas celebra el tanto que abrió el marcador ante el Málaga. / Álex Gallegos

Consciente de que el camino más corto para resucitar está en ser fuerte sin pelota, el equipo de Rafa Navarro no dudó en remangarse y aceptar el sufrimiento. Sin opción de tener posesiones largas, el partido se jugó durante su primer cuarto en el medio campo local. El juego de espaldas de Blanco Leschuk, la movilidad de Harper y Bare, y la verticalidad de Iván Alejo dibujaron un tramo inicial con dudas, aunque sólo un par de llegadas: Bare lanzó arriba desde la corona del área con todo a su favor y Fernández se antepuso a la llegada para fusilar de N’Diaye tras una llegada de Alejo aprovechando el trabajo sucio de Blanco y Harper.

Un penalti no pitado sobre Carrillo

Por medio, el Córdoba se fue soltando. Con la labor oscura de Carrillo y la aparición entre líneas de Blati y De las Cuevas, los blanquiverdes lograron crear alguna superioridad por fuera que terminó por inquietar a Munir. De hecho, la primera aproximación local acabó en gol de Carrillo, que remató en posición antirreglamentaria. No acertaron, sin embargo, ni el asistente ni el árbitro poco después, al no apreciar una clara falta de Luis Hernández al ariete murciano. Penalti al limbo para cambiar definitivamente el decorado del choque.

Porque a pesar de que la superioridad malaguista era palpable hasta desde la grada –y en la grada, con la invasión blanquiazul a El Arcángel–, el equilibrio en el juego pasó a ser la tónica hasta el descanso. Mucha brega en la zona ancha, mucha lucha en cada pelota dividida; dominio visitante e intentonas de contragolpe de un bando cordobesista que tiró en numerosas ocasiones del apoyo de Carlos Abad para evitar cualquier riesgo innecesario en una zona equivocada. Pragmatismo para enterrar las frivolidades que tanto daño han hecho en el pasado más reciente, ante rivales aparentemente superiores y otros a los que los regalos los hacían mejores.

Jaime Romero centra ante la oposición de Iván. / Álex Gallegos

Esa situación, que para el CCF era poco menos que oro, no era la esperada por el Málaga, que introdujo su segundo cambio –ya había hecho uno en el inicio por la lesión de Adrián– y pasó a jugar con un 4-4-2 para tratar de tener más presencia en el área de Abad. Sin embargo, el notable rendimiento del entramado defensivo local, que se replegaba en campo propio y exprimía el físico, minimizaba cualquier aproximación (Luis Muñoz estuvo más rápido que Blanco Leschuk para abortar una escapada).

El duelo se rompe

Con el cansancio empezando a hacer mella, el partido fue descubriendo grietas que amenazaban con romperlo. Y el Córdoba quiso aprovechar sus opciones. Menéndez se estiró casi por primera vez de continuo y con Jaime fabricó el primer aviso, sin consecuencias; la respuesta malaguista llegó con un puñado de saques de banda largos de Luis Hernández, siempre repelidos por los zagueros, multiplicados en la misión de defender el arco propio. Sólo faltaba capacidad para asustar, inquietar de verdad.

Y el susto, cuando llegó, fue letal, con una buena acción de Blati Touré continuada por Jaime y a la que De las Cuevas puso firma con una maniobra de nueve. A la hora de juego, el Córdoba volvía a ponerse por delante, como en las cinco citas anteriores. ¿Qué pasaría en esta ocasión? De partida, tocó seguir batiéndose el cobre, porque el Málaga dio no uno, sino dos pasos al frente. Acoso y derribo.

Un cabezazo de Blanco, un libre directo de Ontiveros y una volea de Seleznov –con el ruso Muñiz puso todo su arsenal en liza– avisaron a los blanquiverdes, que tomaron aire con las sustituciones, pero no el suficiente para poder estirarse con garantías. Más bien tocó lo contrario. Fernández sacó en la línea un cabezazo de Blanco, Abad apareció ante N’Diaye, Seleznov disparó al lateral con la puerta vacía... Pero el marcador seguía 1-0 y El Arcángel quiso echar una mano al final, dar ese último aliento a los suyos que lo perdieron de golpe tras un susto de Ontiveros con ese gol de N’Diaye en la última jugada.

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