Seguir en la UCI ya es un milagro (1-1)

Córdoba CF-Rayo Majadahonda | La Crónica

Un chispazo de Piovaccari pasada la hora de juego evita la derrota de un Córdoba infame que sólo tiró de orgullo al quedarse en inferioridad

Abad y la falta de tino majariega evitaron la sentencia

Jovanovic intenta superar a Benito Ramírez, defensa del Rayo Majadahonda. / Álex Gallegos

El Córdoba CF es un paciente en fase terminal. La medicación no termina de hacerle efecto, pero al menos aún evita la extrema unción. Se mantiene en la UCI y eso ya es un milagro. Porque durante gran parte de esta última jornada de la primera vuelta estuvo muerto, lo que podía haber convertido el resto del campeonato en LaLiga 1|2|3 en un martirio (nadie dice que no lo vaya a ser, aunque para eso habrá que esperar). Pero al final volvió en sí, gracias a un chispazo de Piovaccari que fue lo más parecido a una RCP. El corazón latió de nuevo, aunque tiene que fortalecerse. Porque queda mucho sufrimiento por vivir, pero al menos el frío enero deja aún un mínimo halo de esperanza para volver a caminar. No será fácil.

Este nuevo viaje en el alambre del conjunto blanquiverde tuvo como invitado de excepción a un recién llegado al que sólo su bisoñez impidió finiquitar a su enemigo. Tuvo mil y unas llegadas, la mayoría mal definidas, aunque en otras encontró la buena respuesta de Carlos Abad. El meta, junto al italiano goleador, fue el único que se salvó de la quema en una actuación infame que provocó los pitos de la afición, que también llegó a pedir la marcha de la directiva que encabeza Jesús León. No corren buenos tiempos por El Arcángel, de eso no hay duda. ¿Mejorarán? Ir a peor es complicado, que no imposible, pues más allá del puesto entre los cuatro últimos, el CCF ya suma 20 semanas de forma ininterrumpida en zona de descenso. Como para soñar con vivir sin el desfibrilador al lado.

La primera parte del Córdoba fue de auténtica pena. Incapaz de enlazar tres pases seguidos con algo de sentido, con cada futbolista haciendo la guerra por su cuenta, con el equipo partido y perdido en la anarquía más absoluta sin que desde el banquillo las órdenes incesantes de Curro Torres hallaran complicidad en el verde. Eso en el juego con balón, porque sin él fue todavía peor. Sí, peor. Porque el sistema con dos carrileros largos del Rayo Majadahonda fue un calvario para los blanquiverdes, que llegaban siempre tarde, inmersos en mil dudas entre a quién tapar (siempre el balón es el primer peligro), sin contundencia y casi siempre en inferioridad, haciendo kilómetros para al final nada.

Desde el principio ya quedó claro que el partido iba a ser duro de roer. La escuadra majariega jugó los primeros minutos en campo contrario, dejando su credencial, que no pasa por ser un novato en el fútbol profesional, por mucho que eso sea lo que diga su partida de nacimiento. A eso se le fueron sumando imprecisiones en los pases y pérdidas absurdas en la salida de balón que alimentaron las opciones visitantes, que transmitían una mejor sensación que un CCF cogido con alfileres a los chispazos de inspiración de un Jaime Romero tan bueno en ataque como flojo en las ayudas atrás.

Lo mejor en ese primer cuarto de encuentro fue que las transiciones del Rayo no acababan de hallar la portería de Carlos Abad. Es más, tras un primer intento de Jovanovic que salió muy desviado, el serbio protagonizó el primer disparo entre los tres palos, si bien su derechazo llegó manso a las manos de Ander Cantero tras un buen pase interior de Jaime. El choque ya estaba convertido en un correcalles sin mucho sentido, en eso que tanto odia Curro Torres, desesperado pidiendo a su gente que comprimieran más el campo en el juego sin balón.

Sobre todo porque el técnico empezaba a ser consciente del enorme sufrimiento que las aperturas de Fede Varela creaban por fuera con la subida de Benito -ya había relevado a Varela, lesionado en el hombro- e Iza Carcelén. Y precisamente, una conexión de ambos, tras un primer aviso que Loureiro desbarató jugándose el penalti, llegó el 0-1, tras una concatenación de errores. El primero de Jaime por no seguir a Benito tras un primer apretón en el inicio de la jugada; el siguiente entre Abad y Galán para permitir el remate cómodo de Iza.

Piovaccari celebra el tanto del empate ante el Rayo Majadahonda. / Álex Gallegos

El panorama no podía ponerse peor para el Córdoba, que lejos de reaccionar continuó perdido en un mar de dudas de las que, por fortuna, no supo sacar tajada su enemigo, que dio un pequeño paso atrás para protegerse y salir rápido en transición tras robo. Porque otra cosa no, pero robos provocó unos pocos en un equipo que parecía seguir en la cama, esperando la llegada del desayuno para salir de debajo de las sábanas y pisar el verde. De hecho, sólo un córner, ya en el alargue, permitió un tiro de Aythami en el corazón del área que no encontró siquiera portería. Como no podía ser de otra forma, el camino hacia los vestuarios fue de bochorno, bajo una pitada intensísima, de esas que ya casi ni se recordaban en El Arcángel, pero que amenazan con convertirse casi en himno.

Ante lo visto en el primer episodio, Curro Torres buscó soluciones en la caseta. La primera pasó por dar entrada a Alfaro por un desdibujado Aguado, pasando a disponer un 4-2-3-1. La idea que hacer algo más contundente la medular con Blati cerca de Vallejo, para minimizar el daño de los ataques del Rayo Madahonda. Pero la puesta en escena fue similar a todo lo ocurrido durante el primer acto. Los visitantes estaban mejor, más entonados, con la cabeza y las piernas más frescas, y sabiendo lo que mejor les convenía en cada momento. Ruibal avisó pronto con un disparo seco que encontró la respuesta de Abad, de nuevo decisivo a intentos de Benito y Luso.

Sobre el verde sólo había un equipo, y no era el CCF, para desesperación de una afición que levantó algo el ánimo con la entrada de Piovaccari por un Erik, la sorpresa en el once inicial, que se marchó entre pitos. ¿Justos? Sin opción de remate alguna, es difícil medir su calidad, pero en el trabajo sin balón deja mucho que desear. Y para justificar el cambio sólo hubo que esperar unos minutos. En la peor fase del choque, cuando más parecía volcado para el lado majariego, el italiano se inventó una jugada en la zona de tres cuartos con control, recorte y zapatazo para poner las tablas. Un golazo y un chute de autoestima para el colectivo, que sin merecerlo se veía de nuevo dentro del partido.

La expulsión, un lastre al final

Pero no tardaría demasiado en verse de nuevo ante su triste realidad. Tras unos momentos de lógico desconcierto ante lo que le había ocurrido, el Rayo volvió a tirar hacia adelante, bajo el liderazgo de un notable Fede Varela que se las bastó para volver loco a todo el entramado defensivo local. Una doble acción de Iza Carcelén desbaratada por Abad y Luis Muñoz dio paso a la jugada que terminó por dejar fuera de juego al Córdoba: la expulsión de Aythami. Quizás no hubo siquiera infracción en esa segunda cartulina amarilla, cuya acción pilló a un palmo al asistente, que fue el que se la marcó al colegiado, pero el canario ya venía jugando con fuego desde minutos antes.

Desde ese momento, el CCF se afanó en seguir en pie, con algo de aliento. Fue entonces el único momento en el que demostró sobre el verde algo de carácter y orgullo, consciente de que un nuevo gol majariego era la sentencia... y tal vez no sólo de este partido. Tras un cabezazo que Luso mandó fuera de manera incomprensible solo en el área pequeña, Curro Torres reestructuró el equipo con la entrada de Quintanilla por Jovanovic. 4-4-1 y a sufrir con todo, ya ante un rival volcado, con Aitor García fresco para hacer daño por fuera, y jugando en campo contrario. Pero más allá de algún lío en el área bien resuelto más por acumulación que saber estar y un remate de rebote de Ruibal, Abad no sufrió en exceso. Bastante lo había hecho ya antes, y bastante lo tendrá que hacer en lo que resta de camino junto a un cordobesismo que celebra que su equipo siga en la UCI. Y es que eso ya es un milagro tal y como venía el diagnóstico.

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