Eutanasia para cerrar el círculo (1-0)
UD Las Palmas-Córdoba CF | La crónica
Un nuevo error defensivo condena al Córdoba a la derrota en Las Palmas y al descenso a Segunda B
A cuatro jornadas de la conclusión, el club blanquiverde pone fin a cinco años de penosa gestión
Colorín, colorado. El Córdoba ya es a todos los efectos equipo de Segunda B, tras encajar su vigésima derrota de la temporada en el Estadio Gran Canaria, el mismo escenario en el que hace cinco años brindó por su último ascenso a la élite. Esta vez los únicos brindis llegaron por el triunfo del Valladolid en Vallecas un rato antes, que permitirá ingresar casi de inmediato una cifra cercana al millón de euros a las arcas de un club ahogado por sus problemas de liquidez, lo que tiñe de más negro aún la caída al pozo que supone salir del fútbol profesional.
Desde ya toca pensar en bronce, diseñar un proyecto serio, sólido y de futuro, una entelequia por estos lares sea quien sea el encargado de llevar los designios de la entidad. Pero hasta ese 25 de agosto que levantará el telón del curso para las categorías fuera de LaLiga todavía quedan por torear miuras de diferente calado y, sobre todo, despejar las mil y una dudas que se ciernen sobre la gestión de Jesús León. Lo ideal es que fuera el propio máximo accionista el que diera voz al plan una vez que ya está consumado el desastre, aunque es complicado apuntar un momento o una fecha para la ruptura de ese particular voto de silencio. Tal vez si la tensión de tesorería se supera... algo que hoy está un poco más cerca gracias al golazo de Sergi Guardiola en Vallecas que a buen seguro levantó del sofá al presidente, porque en ese partido había en juego mucho más que en Gran Canaria.
Porque tal y como quedó medianamente claro tras la comparecencia de prensa de Rafa Navarro previa al choque, las ganas por cerrar la temporada en el vestuario eran ya enormes. Para eso solo era suficiente con perder, y eso fue lo que ocurrió. Como últimamente, con un grupo en el que apenas destacaron los ramalazos de orgullo de Fernández, Loureiro, Piovaccari o Andrés Martín; el resto poco más que se vistió de corto para pasar la tarde, una más en la oficina, dando otra vez esa imagen entre la pena y la apatía, con cada cual jugando la guerra por su cuenta, sin dar la más mínima sensación de cohesión en el verde. Y eso es lo menos que cabe exigir hasta llegar a la fecha 42, para lo que falta un mes, si no se quiere ensuciar más el escudo de la institución.
Todo esto, y eso es lo peor, ante Las Palmas, un conjunto desordenado e ido, agarrado a los escasos detalles de calidad de su millonario plantel para evitar más sustos de los que ya está teniendo, y que ante el Córdoba tuvo que esperar a uno de los habituales regalos para amarrar la victoria que le otorga de manera virtual la permanencia. Un premio ínfimo para quien estaba construido para volver a la élite por la vía rápida, pero que hubiera sido mágico en la casa cordobesista viendo cómo han venido las cosas y todo lo que se ha ayudado para que así sea.
Del buen inicio, al regalo de siempre
Lo único fuera del guion desde el inicio ha sido la irrupción del joven Andrés Martín, un diamante cada vez más pulido que en unos meses también hará su última contribución al club blanquiverde dejando una buena cantidad en caja. Mientras tanto queda disfrutarlo, pues es el único motivo –suficiente– para seguir viendo el peregrinar blanquiverde. Suya fue la primera gran ocasión, pasado justo el primer minuto de juego, con un latigazo con su pierna mala tras un buen pase interior de Miguel de las Cuevas que repelió el poste. Agarrado a ese primer arreón y aprovechando la desgana local, el control del partido en esa fase inicial fue para los visitantes, si bien apenas las apariciones entre líneas del sevillano ofrecían algo distinto.
Viendo el panorama y dentro de ese carrusel de imprecisiones que suele acompañar este tipo de partidos en los que ambos conjuntos se limitan a cumplir el expediente del calendario simplemente, la escuadra amarilla intentó desperezarse por fuera, aunque su primera llegada clara fue por dentro, y con la ayuda del rival: Vallejo desvió en su intento de corte, por falta de contundencia, un envío frontal y dejó a Araujo solo ante Lavín, que estuvo rápido para minimizar espacios. Algo que no pudo hacer poco después, en un córner al primer palo que nadie quiso defender y que permitió a Blum empujar sin apenas oposición el balón a la red.
Verse por debajo en el marcador y con esa incapacidad de remontar demostrada durante todo el curso ya invitaba a pensar en el desenlace final. Y por si había alguna duda, el equipo optó por desmontarla con una reacción nula, que pareció pasar por facilitar el segundo tanto a Las Palmas. Un despiste entre la zaga y Vallejo dejo un balón franco en el punto de penalti a Rubén Castro, si bien su vaselina murió en el poste tras superar a Lavín, que todavía tuvo un par de sustos más antes del intermedio, tras un remate de exterior de Araujo en el que achicó bien y un error de Fernández en la entrega que no pudo hacer bueno Rubén Castro tras alcanzar la línea de fondo. Pero para claro, el remate a quemarropa de Piovaccari tras un saque de esquina que se fue alto tras ganar la posición a Blum.
Orgullo y poco más tras el descanso
El paso por los vestuarios no varió un ápice ni el decorado del partido ni el ritmo del mismo, cansino hasta decir basta, con dos equipos ansiosos por coger las vacaciones y perderse en el desierto, aunque más de uno parece que lleva tumbado a la bartola ya varios meses. De momento tocó cumplir el expediente, y al menos esta vez no hubo que pasar las vergüenzas ni los escarnios públicos de otras veces. En parte porque Las Palmas está a años luz de ese proyecto que cabía imaginar viendo uno por uno los componentes de su plantilla.
Lavín estuvo a punto de facilitar el gol de Araujo en dos ocasiones, al entregarle un balón en un fallo clamoroso en la salida desde atrás, tan poco trabajada como el resto de los aspectos tácticos mínimamente exigibles para competir con dignidad en el profesionalismo. Fue la única oportunidad de mención para los locales en un segundo acto que sirvió para que al menos el Córdoba tirara de orgullo y buscara ese gol que le devolviera un punto de ilusión para alargar la agonía al menos una semana más.
Sin embargo, la enésima aparición de Andrés Martín, que facilitó el remate a la carrera de Carbonell, y dos intentos directos del sevillano bien resueltos también por Josep Martínez sin permitir el remate siquiera en sus inmediaciones, fue el único y pobre balance ofensivo de un equipo en el que debutó Chuma. Su nombre quedará también en la nómina de protagonistas una temporada para el olvido que termina con la caída al pozo de la Segunda División B. Desde ya solo queda pensar que queda un día menos para volver.
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