La careta del balón y balas de fogueo

Mallorca - Córdoba

El Córdoba se ve superado por completo tras el descanso y encaja otra goleada a domicilio que lo mantiene en zona de descenso

El aparente control del primer acto quedó en nada por la falta de fuerza en las áreas

Los jugadores del Córdoba se retiran del terreno de juego con gesto serio. / LOF
Cisco López

11 de noviembre 2018 - 22:09

Cuando una va a la guerra con balas de fogueo y el mínimo arsenal que se despacha, a lo máximo que puede aspirar es a contarlo, a sobrevivir. Lo normal es que sea aniquilado a poco que el enemigo disponga de un rifle de alcance, algo que suele ocurrir cuando toca defender el territorio amenazado. Quizás no sea una muerte inmediata si el plan contempla estrategias de desgaste, pero es el final lógico, que empieza a vislumbrarse cuando el primer tiro da en la diana. Ahí se acaban los elementos de despiste y hay que ir con todo a remontar el vuelo, pero... ¿y si no hay nada de lo que tirar? El desenlace suele ser un carrusel de heridas, un parte de damnificados enorme y esa sensación de haber sido de nuevo abatido sin remisión.

Aunque en noviembre toque hablar de batallas, no de guerras a vida o muerte, la situación que está tomando la temporada del Córdoba empieza a pedir medidas drásticas. En Palma, su actuación fue lo más parecido a aquellas parodias de Miguel Gila en las que continuamente preguntada por el enemigo, por si podía atacar o no. Fue lo que le faltó al equipo de Sandoval en Son Moix, donde el técnico optó por dar continuidad al once de la semana anterior con la entrada de Jovanovic. Al serbio le tocaba ejercer de referencia, entre otras cosas porque en el banco con esas características sólo estaba Andrés Martín, pues el otro ariete del plantel tuvo permiso para quedarse en casa. Eso era todo el material ofensivo para un choque con pinta de trascendente, ante un rival atascado y con la puerta abierta por primera vez en mucho tiempo para salir del descenso. Pero tendrá que ser otra vez. Porque a pesar de que las estadísticas digan que ambos equipos tuvieron los mismos remates (12), hay que ver las diferencias entre los de uno y los de otro. Baste decir que Marcos Lavín fue, de largo, el mejor visitante y Lago Junior el más decisivo de los bermellones. El dominio de las áreas, que suele ser determinante.

Ante tal panorama, llega el momento de ver qué camino tomar. Se puede optar por seguir dándole vueltas a la milonga de las sensaciones, a una mejoría ficticia que no se refleja en lo que de verdad es importante (los resultados y la clasificación) y un control que apenas dura lo que el armisticio. O se puede mirar lo tangible, que a punto de cumplirse un cuarto de temporada ya muestra detalles más que interesantes: dos victorias en 13 jornadas, 11 puntos de 39, una docena de fechas entre los cuatro últimos, un empate en seis viajes, cinco de ellos terminados con goleada y, como no puede ser de otra manera, la peor defensa del torneo. Un poquito de todo eso, de lo bueno y de lo malo, quedó reflejado durante el choque en Son Moix, que volvió a terminar en tragedia.

1/18 puntos

Es el balance fuera de casa de un equipo que sólo rindió en condiciones en la cita de Gijón

Y eso que el arranque no fue malo, con un CCF sustentado en un 4-2-3-1 y con la idea de controlar la situación, a ser posible con la posesión. La posición de enganche de Lara facilitaba la salida en transición, sobre todo por el costado de un incisivo Galán, y evitaba el juego directo. De las Cuevas rubricó esa mejor puesta en escena con un disparo cruzado y Jovanovic dio continuidad con un derechazo que atrapó Parera sin problemas y una volea que no encontró en ángulo. Al Mallorca le costaba y sólo las apariciones a la carrera de Lago Junior inquietaban, y de qué manera; Lavín tuvo que estirarse para repeler dos latigazos del africano.

Poco a poco el choque fue siendo más de ida y vuelta. Jaime y Lara volvieron a probar fortuna al límite de la frontal del área antes de que la luz se fuera en Son Moix. Los focos volvieron a lucir casi 20 minutos más tarde. Pero el Córdoba ya había empezado a irse. Intentó asirse al duelo con posesiones más largas y hasta pisó área en una acción que Pedraza quitó de la bota a Aguado, pero ya no estaba suelto. Todo lo contrario que su enemigo, que con un fútbol mucho más directo, sin pararse a mimar la pelota, acumuló un par de llegadas más con peligro real antes del intermedio. En la primera, Lavín hizo un paradón para evitar que el testarazo de Lago Junior encontrara la portería, y en la segunda fue Fernández el que se anticipó a Dani. Pero el duelo ya había empezado a inclinarse del lado bermellón.

Y terminó de hacerlo con un buen movimiento de Vicente Moreno en el descanso. Ante la falta de una referencia metió a Álex López, y el ariete atinó a la primera que tuvo, tras una buena acción por la siniestra de Lago Junior y el habitual desconcierto de la línea de zagueros. Ese tanto refrendó la mejor salida del Mallorca, que con la ventaja en el marcador empezó a sentirse más cómodo con y sin balón. El CCF ya era incapaz de tener el control y a punto estuvo de encajar un segundo gol con un libre directo de Salva Sevilla y una vaselina inverosímil de Raíllo. Ahora quedaba por ver qué hacían Sandoval y el bando cordobesista para tratar de arreglar la situación.

Tras un intento de Miguel de las Cuevas, la primera medida fue la entrada de Alfaro y Blati. El técnico buscaba más aire en la medular y frescura ofensiva, pero prescindiendo de un Lara que había sido de lo poco clarividente en ataque. Como otras veces, los relevos no aportaron nada. Es más, las dos ocasiones hasta el final fueron una volea de Jaime que salió centrada y atrapó Parera, y un cabezazo de Vallejo que sacó Gámez en la línea de gol. Empuje insuficiente para asustar a un Mallorca que hizo el segundo tras un largo ataque lleno de errores y escasa contundencia de los zagueros bien resuelto por Dani y sentenció en el alargue con una contra culminada por Lago Junior. Es la diferencia entre ir a la guerra con fuego real o balas de fogueo, con lo que no dañas a nadie.

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