Sólo se pide dignidad (3-3)
Real Oviedo-Córdoba CF | La Crónica
Tras una vergonzosa puesta en escena, el Córdoba se rehace para salvar un punto en el Tartiere
La entrada de Piovaccari y la siesta carbayona, un resorte para un más que aseado segundo acto
"Cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás, y no deja que lo humillen ni degraden". Esta es la definición de dignidad que bien haría quien corresponda en imprimirla para empapelar cada pared de El Arcángel, cada valla que cierra los terrenos de juego de la Ciudad Deportiva, con el único fin de que los profesionales cordobesistas la lean día tras día... a ver si así llegan a comprender lo que significa.
Porque ya sin opciones reales de permanencia -está a 12 puntos, más el goal average- es lo único que se les pide cada vez que se enfuden la blanquiverde de aquí hasta el final de temporada. Sin ir más lejos, lo que hicieron en el segundo acto en el Carlos Tartiere, válido para salvar un empate insuficiente para ambos –sobre todo para un Oviedo descabalgado del play off– y lavar la imagen vergonzosa ofrecida, una vez más, en una puesta en escena impropia de un equipo de Segunda División.
Quien esperara un arranque de rabia, de amor propio, tras consumar ante el Lugo una semana antes el mayor esperpento en años en El Arcángel, ojalá conectara tarde con el partido. Porque el arranque del conjunto de Rafa Navarro fue sencillamente de vergüenza, indecente hasta decir basta. A los ocho minutos, tras apenas dos llegadas del Oviedo, el marcador ya reflejaba un 2-0 que hacía emanar una catarata de lindeces para un equipo moribundo que parecía dimitido de la competición. Mención especial para el gol de Ibra que abrió la lata, con Menéndez y Lavín haciendo un sainete para regalar al punta el remate a puerta vacía; el segundo, sin la mayor intención de entorpecer siquiera la jugada, fue al menos un golazo de Saúl Berjón en su ejecución junto a la cruceta.
Cierto es que viendo que el once apenas ofrecía tres cambios respecto a la alineación que con tanto descaro había ensuciado el escudo días atrás, todo lo que no fuera eso quizás fuera pedir demasiado... Más todavía porque algunas modificaciones lo único que hicieron fue dificultar más cualquier atisbo de reacción. Pero entonces llegó la lesión de Jaime Romero, que se convirtió en una bendición para el CCF y su técnico, que arregló el desaguisado dando entrada a Piovaccari. El italiano se colocó arriba y las piezas, sobre todo Andrés Martín, se ajustaron por sí solas para que el equipo al menos diera sensación de seriedad.
Si a eso se le añade que los carbayones, con tan cómoda renta y ante un rival tan frágil –volvieron a tenerla Ibra tras cabecear solo entre los dos centrales, Saúl con un remate desde la frontal y Carlos Martínez con una volea desde la esquina del área–, ya habían optado por echar una siesta, el resultado fue que poco a poco el encuentro se fue igualando y los blanquiverdes por fin pisaron el área local. Piovaccari avisó en una carrera en la que se hizo un lío a la hora de rematar, facilitando la reacción de Alanís; y acto seguido tiró al lateral de la red. Dos avisos previos al tanto, con un latigazo que cogió a pie cambiado a Champagne, luego resolutivo antes del intermedio al detener el zapatazo de Andrés tras dejada del transalpino, lo que no evitó los silbidos del Tartiere.
Con esos ramalazos de raza y orgullo, el Córdoba al menos ya había conseguido competir a un rival que aspira, con menos fuelle cada vez, a pelear por el play off. Un panorama que se mantuvo tras el paso por los vestuarios, donde las voces de Anquela y Navarro debieron oírse en el Angliru. Aunque a decir verdad, tampoco es que lograran sus objetivos, porque ambos equipos siguieron siendo un flan en el área propia, y por ahí es por donde se escapan los objetivos, no ahora, sino desde el inicio del torneo.
Ibra y Saúl tardaron apenas un minuto en volver a aparecer por el área de un nervioso Lavín, aunque esta vez la irrupción de Chus Herrero fue más contundente, algo que le faltó poco después para llevar a la red un envío lateral de Menéndez. Poco a poco el partido se iba rompiendo, y ese nuevo escenario no estaba claro a quién podía favorecer. Ibra facilitó la foto a Lavín con un disparo escorado, pero sin fuerza y en su siguiente aparición pidió penalti de Herrero, que en ningún momento lo pareció.
Con De las Cuevas ejerciendo de organizador junto a un Vallejo tan posicional como inoperante, la escuadra ovetense trató de mantener el control de la situación con la entrada de Javi Muñoz para pasar al 4-4-2. Pero tras un nuevo intento de Ibra bien resuelto por el meta, la segunda jugada tras un córner permitió a Alfaro, el más listo de cuantos había en el área, hacer el empate. Casi de la nada, apenas en su segunda llegada clara, los visitantes abrían un partido nuevo de poco más de 20 minutos.
La situación, como no podía ser de otra manera, obligó a Anquela a tirar de arsenal y primero Joselu y luego Toché ingresaron en el verde para intentar dar un paso más. El exblanquiverde no tardó en inquietar a Lavín, que luego volvió a resolver ante Carlos Martínez. Rafa Navarro, por su parte, se vio empujado a retirar a Piovaccari, con molestias, lo que volvió a llevar a la referencia a Andrés, con Javi Lara a un costado. Pero ni siquiera la modificación táctica de uno y otro entrenador sirvió para virar el signo del duelo, alocado, sin dominador, plagado de imprecisiones...
Pero también con algún acierto. El primero en pedir protagonismo fue Champagne, decisivo con una manopla abajo para sacar un latigazo de Miguel de las Cuevas que ya se colaba junto al ángulo. Continuó Joselu para devolver la ventaja a los suyos con un libre directo ejecutado con maestría. Y acabó Andrés Martín para firmar las tablas tras empalar otra pelota parada que dejó con el molde al meta carbayón, que ya había aparecido antes a tiro de Alfaro. Un empate que, aunque sirve de poco en la tabla, sí restaña algo el honor.
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