El peligroso paso de la serenidad al relax (2-1)

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Un Córdoba carente de chispa con balón y muy vulnerable en defensa cae en Los Pajaritos y ve frenada su carrera hacia la permanencia.

Los constantes perdones locales mantuvieron hasta el final la incertidumbre

Un lance del partido. / LOF
Cisco López

31 de marzo 2018 - 22:51

La lluvia de incienso que durante la última semana ha inundado las calles de media España provocó un efecto relax demasiado peligroso en un Córdoba que quebró en Soria su excelente racha y, por lo tanto, su carrera hacia la permanencia. Porque el conjunto blanquiverde confundió en Los Pajaritos la serenidad que debe acompañarle ahora que ha conseguido engancharse a la pelea por la salvación con un exceso de relajación que sacó a la luz su peor cara en mucho tiempo, sin duda la peor desde la llegada de José Ramón Sandoval al banquillo. Con muy poca chispa y claridad con balón, ante un rival intenso y pegajoso a más no poder, y demasiado vulnerable sin él, sobre todo en la proximidad de su área, el cuadro cordobesista estuvo desconocido y terminó cediendo su primera derrota en seis semanas. Ni siquiera las concesiones sorianas, con un puñado de perdones que dejaron una puerta abierta a la incertidumbre hasta el final, pudo aprovecharlas un equipo que ni en su último achuchón fue capaz de meter el miedo en el cuerpo a un Numancia que ha entrado en la fase decisiva del campeonato enganchado a la batalla por el play off.

Con la principal novedad de Álvaro Aguado en una alineación en la que volvían a tener sitio tras sus diferentes descansos Javi Galán y Jovanovic, y una importante variante táctica con Reyes tirado a la izquierda y Narváez de nuevo como enganche, el Córdoba salió mejor. Con paciencia en la posesión y alternando el juego al toque con los envíos largos en busca de la velocidad del serbio, los intentos de presión alta del Numancia no acababan de dar resultado. Es más, los blanquiverdes se atrevían a lanzar también al campo contrario a sus laterales, creando una superioridad por fuera que terminaba de reflejarse en mayor ocupación de espacios interiores y la ventaja en las segundas jugadas. Una de las internadas de Loureiro provocó la primera gran ocasión, con un toque entrando por el costado opuesto de Reyes que se fue un palmo, sin encontrar portería.

Pero el Numancia, a base de ímpetu y con un Íñigo Pérez autoritario en la medular, fue poco a poco ganando metros, adueñándose de la situación de un partido de ida y vuelta al que le faltaba chispa en las áreas. Una puerta que cuando se abrió fue de par en par. Tras un aviso de Guillermo con una jugada de banda a banda que el ariete cabeceó fuera por un pelo y un mano a mano de Pere Milla de nuevo al limbo por centímetros ante la pasividad de la retaguardia cordobesista, una falta lateral terminó moviendo el marcador. Íñigo la puso templada buscando portería y Aythami, en su intento de cortar el avance de la pelota, la llevó a la red. Al paso por la media hora de juego, el Córdoba se veía por detrás de un oponente que sólo había exprimido mejor sus virtudes hasta entonces, un rival de esos que parece que no hace nada, pero que lo poco (o mucho) que hace, lo hace tremendamente bien. Y así les va por Soria, que sueñan con mirar de nuevo a los ojos a la Primera División agarrados a su fortaleza en Los Pajaritos.

Por suerte, la reacción no tardó en llegar. Y fue a la carrera. Edu Ramos convirtió en un pase medido al sprint de Jovanovic lo que otros hubieran disfrazado de un despeje a la grada, y el serbio batió a Aitor Fernández en su salida casi rodilla en tierra por la entrada de Saúl García por detrás. La mejor respuesta en el menor tiempo posible. Quedaba por ver cómo afectaba a cada equipo ese primer intercambio de golpes serio, al rostro. Y fue el Numancia el que se sintió más cómodo, básicamente por su dominio de la zona ancha. Desde ahí, Íñigo Pérez dio inicio al segundo gol rojillo poco antes del intermedio, con un pase interior a la espalda de Loureiro que tuvo continuidad en una salida a destiempo de Pawel para que Marc Mateu ganara la línea de fondo y Guillermo anotara a puerta vacía.

Lógicamente lo que había acontecido en el primer periodo, y pese a esa fase inicial de aparente control, no dejó contento a Sandoval. Pero lejos de una transformación, el técnico optó por una simple variación táctica, recuperando su guión original de semanas precedentes: Reyes por dentro para participar más y Narváez al costado. Con ese giro quizás buscaba tener más balón y pasar a dominar, dejando de sufrir en el juego de contención. No dio resultado. Porque el equipo de Jagoba Arrasate siguió tirando de músculo, fuerza y carácter para tener el control de la situación casi por completo. Con ese plus de intensidad, el cuadro rojillo rondó el gol en varias ocasiones, superando en todo momento a su enemigo. Marc Mateu no eligió bien tras un pase de Valcarce que atrapó excesivamente escorado, y en la siguiente los extremos cambiaron los papeles para que entre el palo y Pawel evitaran que el testarazo del zurdo muriera en la red.

El Córdoba no estaba en el partido. Tenía presencia, se dejaba ver algo, fundamentalmente con la pausa de Reyes y la velocidad de Jovanovic, pero siempre en zonas irrelevantes, sin capacidad para asustar realmente. Sandoval tiró entonces de Alfaro para buscar un aliado más en la línea de medias puntas, si bien tuvo que ser un golpe franco lateral el que ofreciera la primera oportunidad clara de empate; Aythami remató esta vez muy alto el envío salido del guante de Reyes. Y sin tiempo para la lamentación, en el otro área, una jugada de tiralíneas entre Unai Medina, Milla y Mateu la culminó Guillermo con un latigazo que acarició el ángulo. No fue el último perdón local, pues con los blanquiverdes fuera de sí Milla robó la cartera a Quintanilla antes de toparse con Pawel en su intento de vaselina.

La imagen hasta ese momento, más allá de las posibilidades que ofrecía el marcador, era lamentable en clave blanquiverde. Parecía como si visitar mil veces Soria no fuera motivo suficiente para saber que más allá del balón, para imponer la ley propia en Los Pajaritos hay que tirar de otros atributos externos. Algo que, a la desesperada, ya buscó Sandoval con los últimos cambios de Aguza y Jauregi, este nuevamente ya sin tiempo. Si bien la última gran oportunidad llegó con ambos aún en el banco: Jovanovic buscó la carrera de Guardiola, que dejó en el control con el molde a Calvo para plantarse ante Aitor, que se hizo gigante y con el pie mandó el balón al poste. Fue la última aproximación peligrosa de verdad de un equipo que, pese a acabar jugando en campo enemigo, fue incapaz de inquietar a la escuadra soriana, que jugó más serena, pero nunca relajada.

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