El sueño olímpico tiene acento cordobés
Deportistas del presente y el pasado más reciente reflexionan sobre su experiencia en los Juegos
Participar en unos Juegos Olímpicos es el sueño de cualquier deportista de élite que se precie. Sin embargo, a la hora de definir la experiencia olímpica, la mayoría de ellos coincide en señalar la fugacidad del momento. A menudo son años de plena dedicación, incluso casos en los que cuesta toda una vida llegar a alcanzar ese sueño, para disfrutarlo plenamente apenas por unos días. Cuando ese fugaz momento pasa, atrás quedan eternos entrenamientos, sinsabores varios, un enorme trabajo psicológico para saber sobrellevar todo lo que implica la alta competición y la incertidumbre que siempre genera en un deportista el pensamiento a futuro, con la retirada en el horizonte como un reto amenazador que obliga a la reinvención para insertarse en el mundo laboral de la forma más adecuada.
Pese a la fugacidad de la experiencia, todos ellos reconocen que el esfuerzo vale la pena por alcanzar la cumbre para un deportista. En unos meses, Tokio 2020 volverá a ser el epicentro mundial del deporte durante unas semanas, con la celebración de unos Juegos en los que un puñado de atletas cordobeses han volcado su trabajo y sus ilusiones durante los últimos años.
Pero, ¿cómo es realmente la experiencia olímpica en primera persona? ¿Qué pone un deportista en juego cuando decide dedicar su vida a un sueño tan efímero? ¿Qué anécdotas quedaron marcadas de su paso por una villa olímpica? De esas y otras muchas cuestiones han departido en el I Congreso Olímpico, organizado por CordobaDeporte, los cordobeses que ahora viven ese sueño olímpico: Fátima Gálvez, Julia Figueroa, Alfonso Cabello y Carlos Machado.
Para el prieguense Carlos Machado, su única experiencia olímpica, en Londres 2012, "me supo a poco, porque fueron muchos años pensando en clasificarme y luego realmente te das cuentas de que, a pesar de que todo es muy mediático, es un campeonato más. Perdí el primer día y ahí se acaba todo. Son cuatro años preparando una cita, para que en un día pierdas y te vas a casa. Fue muy fugaz, aunque algo que siempre voy a llevar conmigo".
Lo que sí reconoció el palista de tenis de mesa es que "a mí me afectó la atmósfera de lo que significa competir en unos Juegos, apenas podía oír el ruido de la pelota, que te sirve de orientación del ruido del pabellón y la situación me sobrepasó".
Una sensación que puede compartir Julia Figueroa, que aunque más joven que Carlos, vivió un fugaz paso por su primera experiencia en unos Juegos. La judoca recuerda que llegó a Río "con muchas ganas. Estaba calentando y pensaba en que iba a ser campeona olímpica. No me había sentido mejor en mi vida. Pero el judo son cuatro minutos y puede pasar cualquier cosa. Me fui fuera en el primer combate y es una competición más, pero cada cuatro años y todas las miradas están puestas ahí".
De aquel sueño cumplido en Río 2016, la judoca reconoció que "llama la atención encontrarte a tanto deportista, como Rafa Nadal, que tardaba 20 minutos en llegar de la habitación al comedor en la villa, de todas las fotos que le pedían por el camino".
Del lado opuesto, el del éxito en unos Juegos, puede hablar bien el rambleño Alfonso Cabello, que tanto en Londres 2012 como en Río 2016 se subió al podio, acumulando un oro y dos bronces, siempre en la disciplina de ciclismo en pista. "Es la culminación de una larga trayectoria de entrenamiento. A mí me gusta que mi presencia allí sea lo más normal posible, intento tener la misma rutina que el resto del año, que no me afecte estar en unos Juegos. Esos condicionantes hay que saber lidiar con ellos porque es fácil que las fuerzas mermen por la grandiosidad del evento. Para mí, más que el hecho de estar en la Villa, lo impactante fue salir tras conseguir el oro y que te conociera todo el mundo. Por desgracia, soy más conocido fuera que en España, me paran mucho más que aquí", contó Cabello sobre su experiencia en estas citas.
Y en la senda de esa medalla olímpica, en su caso para cerrar lo que sería un palmarés casi inigualable, se encuentra Fátima Gálvez. La baenense fue quinta en la prueba de foso olímpico en Londres 2012 y mejoró un puesto en Río 2016. Para Tokio 2020, ya con el billete asegurado, espera subir por fin a un podio y cerrar el círculo que abrió hace casi ocho años.
Un sueño que sigue persiguiendo a pesar de que en su caso le ha tocado vivir la cara menos positiva de lo que supone la alta competición. Respecto a su concurso en Londres 2012, Fátima recordó que "el día previo a la competición discutí con el técnico de la Federación y eso me condicionó bastante. Fue un comienzo extraño, no esperaba tener tantos problemas en unos Juegos. Esperaba todo más fácil, más apoyo y facilidades al deportista".
Una adversidad que en Río 2016 desapareció, porque "llevé una preparación muy diferente, con un entrenador especializado y el inconveniente es que al ser un entrenador compartido, Di Mari no estuvo conmigo en la final, algo que es importante porque cuando te pierdes un poco en competición necesitas al técnico cerca".
De cara a Tokio 2020, la baenense tiene claro su objetivo: "La mentalidad la he cambiado, ya no quiero entrar en finales, yo quiero conseguir una medalla y vamos a intentar que con ese cambio psicológico llegue por fin".
El presente del deporte cordobés dejó paso a la voz de la experiencia, la de deportistas que vivieron situaciones muy similares en el pasado. El futbolista Rafael Berges, el nadador Rafa Muñoz, el haltera adaptado Domingo García y el boxeador Rafael Lozano, departieron en una segunda mesa redonda sobre el después de una carrera profesional, las dificultades para insertarse en el mundo laboral y la estructura deportiva en España.
De sus reflexiones, una idea común sobrevoló en el ambiente: falta mucho camino por recorrer para que esos chicos y chicas que sacrifican años de su vida por vivir el sueño olímpico y que por momentos son el orgullo de todo un país acaben encontrando un enfoque adecuado a sus vidas tras la retirada. Pese a ello, todos coinciden en señalar que valió la pena. Y es que a pesar de las estrecheces económicas y la falta de instalaciones públicas, el deporte cordobés sigue apretando los puños para mantener su representación olímpica y que los Juegos no pierdan su marcado acento cordobés.
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