Microchutes de rebeldía
MicroDosis | Poesía
El compositor y cantante Enrique Bunbury hace la vez de poeta entre alucinógenos. De setas psicoactivas y espíritu ácrata surge ‘MicroDosis’
Ficha
MicroDosis. Enrique Bunbury. Prólogo de Vicente Gallego. Editorial Cántico. 184 páginas. 19,95 euros.
Y bueno, ¿qué es la psilocibina? Dícese de un alcaloide triptamínico que en el cuerpo del sujeto se metaboliza como psilocina, un compuesto alucinógeno responsable del efecto psicoactivo de ciertos hongos comestibles. Gracias, Wikipedia. Entre el dietario y la poesía, el compositor y ahora poeta Enrique Bunbury muestra su experiencia como consumidor de psilocibina en microdosis –de ahí el título– de entre 125 y 250 miligramos (el epílogo del volumen explica el resultado de este psicodélico viaje).
Si parecía que Bunbury decía adiós al escenario (su intolerancia al glicol en los conciertos puso fin aparente a su carrera), ahora vuelve por partida doble. Sacará, ya restañado, nuevo disco para mayo (Greta Garbo, del que ya se escucha el single Invulnerables) y tiene nuevo poemario, el aquí presente, después de su primera incursión poética con Exilio Topanga (La Bella Varsovia). Sus fans lo agradecerán y sus detractores lo maldecirán.
Poesía alucinógena aparte, MicroDosis es parte del nuevo mainstream en drogas. Esto es, la moda de la microdosificación. La psicodelia no es ya la contracultura del chute en grandes dosis, sino que las sustancias psicodélicas se experimentan más y mejor en pequeñas catas. No es nueva la experiencia micro; pero es ahora cuando se usa masivamente, como contracultura domesticada, donde ya no interesa tanto hacer trizas el sistema como encajar en él.
El libro, prologado por el poeta Vicente Gallego (catador también de setas alucinógenas), tiene un viso ácrata de inicio a fin. MicroDosis quiere salirse del gran rebaño, rebatir normas establecidas, ya sea por parte del poder o por los nuevos puritanos. Se denuncia la falta de libertad y la nueva censura, que ha venido para quedarse, como las amistades con síndrome del pescado (a los dos días ya apestan). Dice Bunbury que usó la psilocibina para mitigar sus negruras, como la depresión o la falta de empatía y de comunicación con el entorno. Entre otros asuntos, por MicroDosis aparecen la adolescencia, Los Ángeles (donde reside el artista), una vindicación de Nicolas Cage, el multiverso, películas de Thomas Vinterberg (Otra ronda) o la era TikTok. Todo un chute, aunque más controlado que cuando se metió en vena drogas y mucho William Blake (recuérdese el disco con Héroes El espíritu del vino).
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