El Atlético Espeleño y sus Ítacas
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La entidad rojilla, camino de su 40 aniversario, acaba de cerrar una temporada sobresaliente en Tercera RFEF
La visita a Chapín fue el punto y final de la campaña para el equipo de Juan Carlos Quero
Pocas personas en el mundo han sido capaces de plasmar el significado pleno de la vida como Konstantino Kavafis. El escritor griego nos regaló a principio de siglo XX su majestuoso poema Ítaca, una auténtica declaración de intenciones sobre la importancia de disfrutar y paladear cada uno de los segundos de nuestra existencia, cada una de nuestras vivencias. La importancia, en definitiva, de valorar intensamente los momentos más allá de los posibles logros a alcanzar. Nadie como él para relatar el retorno de Ulises (u Odiseo) a la pequeña isla tras la Guerra de Troya. Diez años le costó al astuto héroe mitológico reencontrarse con Penélope, su eterno amor, y Telémaco, su hijo. Algo más, por el contrario, ha tardado el Atlético Espeleño en arribar a puerto con esa sensación de plenitud que solo te da el haber paladeado cada uno de los pasos desde 1983.
Porque la importancia del hito logrado esta campaña por los hombres de Juan Carlos Quero no reside en su excelente temporada en Tercera RFEF, sino en los aprendizajes desprendidos en el camino, en el ejemplo de superación ofrecido, en el fabuloso peregrinar hasta llegar al éxito, a su particular Ítaca. Todo va mucho más allá de lo meramente deportivo, mucho más allá de estos últimos diez meses. Las hazañas a las que últimamente nos está acostumbrado este equipo solo serán valoradas como se merece con el inexorable paso del tiempo. Y todo cuando el club está a punto de cumplir cuatro décadas de historia, 40 años de fútbol junto al Barrero que no han estado exentos de amenazas, de peligros, de infinidad de contratiempos que, como Ulises, ha sabido sortear de la manera más humilde.
Ni lestrigones en forma de poderosos rivales, ni cíclopes encolerizados ante la bravura rojilla, ni el feroz Poseidón, enmascarado tras muchas instituciones que pisoteaban presupuestariamente al plantel presidido por Antonio Úbeda, pudieron impedir otra proeza de los del Valle del Guadiato. Y por el camino en todos estos lustros, muchos días de verano, infinidad de paradas en puertos antes insospechados, como esas ediciones de Copa del Valle de los Pedroches allá por la década de los 80 con medio pueblo en peregrinación insuflando aliento; o esos ascensos a categoría autonómica; o aquella ronda previa de la Copa del Rey con tan infame resultado en tierras murcianas.
Experiencias que, pese a temporadas muy duras en las que los de siempre, los del pueblo, sacaban las castañas del fuego, sirvieron para seguir engrandeciendo tanto a la ruta en sí, como al carácter de un indómito guerrero con elástica roja. Ese alma espeleña, arropada por el trabajo altruista (y de agradecer) de muchas personas que durante estas cuatro décadas creyeron desde el primer momento en el fútbol en Espiel, siempre con la idea de Ítaca en mente. He ahí la enseñanza ofrecida por esta humilde entidad, no solamente en el ámbito futbolístico, sino en cualquier campo vital. Solo falta que esas futuras generaciones que hoy conforman la cantera del club -a las que hay que mimar- se contagien de ese dulce veneno que te inyecta La Roja cuando cubre tu piel. Sé muy bien de lo que hablo, no hay curación posible, máxime cuando tu sangre corre con más fuerza que nunca desde la calle Huertos a la Carretera de la Estación.
El deslumbrante mensaje que esconde el poema de Kavafis es la mejor metáfora que se le puede atribuir a la historia del Atlético Espeleño, equipo que, amén de los logros sobre el césped, ha dado una auténtica lección de luchar por un sueño cueste lo que cueste, de saborear cada semana el maravilloso privilegio de defender de la mejor manera posible a Espiel, un minúsculo islote en mitad de la inmensidad del océano. Pero con un corazón noble y una patrona en forma de Estrella que cada domingo mira de reojo al Municipal.
Ahora toca descansar, saborear ese mágico camino labrado a base de sudor y asimilar los aprendizajes para seguir creciendo. Pero una cosa, una vez finalizados los días grandes del municipio, ya es segura. Este club, este pueblo, ya ha ganado, se hizo verdaderamente rico en el camino de tan gratificante viaje. En definitiva, ya llegó con todo merecimiento a la maravillosa Ítaca.
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