El CCF y sus circunstancias
Algunos se imaginaban ya que llegando San Rafael, el día de los peroles y lingotazos variados, se iba a encontrar con el venerable Campanero -uno de los ilustres rafaeles de la ciudad- arrancando la hoja con el sí de la imaginaria margarita tamaño XXXXL en la que viene penduleando, delante de cámaras y grabadoras -ay, qué fallo-, su decisión de continuar o o no en la presidencia del CCF. El pétalo del "sí, me marcho", quiero decir. Y con él, todos los demás: desde el primer consejero hasta el encargado de pintar las rayas del campo. Barrida general con la escoba de los petrodólares y advenimiento de turbantes y chilabas al palco de El Arcángel, donde hasta la estatua del custodio saldría corriendo a esconderse en las letrinas ante la invasión, con la chequera en lugar de la sangrante cimitarra, de multimillonarios jeques árabes que recuperan posiciones de poder en Al Andalus desde un club de fútbol, este Córdoba que lleva desde los tiempos de Franco sin pisar la Primera División pero al que le salen pretendientes hasta de debajo de las piedras. Algo tendrá cuando lo quieren comprar.
Ya se imaginaban algunos, digo, a unos nuevos rectores aterrizando entre fuegos artificiales y vendiendo un cambio radical, trayendo a exóticos futbolistas en el mercado de invierno, contratando a directores deportivos con mucho nombre -como futbolistas, no como directores deportivos- y reclutando a cuadrillas para terminar las interminables obras de El Arcángel, que doblaría su aforo pasando a denominarse Guadalquivir Emirates. ¿Una pesadilla? ¿Un sueño? Quién sabe. El caso es que el 24 de octubre será sólo el día de San Rafael. Nadie se irá y nadie vendrá. Campanero estará en el palco, José Romero será el máximo accionista y dueño de la sociedad, el consejo de administración continuará respaldando de forma unánime la gestión de quien les escogió (faltaría más), José González persistirá en su misión de reconducir su trayectoria como entrenador poniendo sello propio a un proyecto a la medida, Emilio Vega andará estudiando el mercado para ver si encuentra algo interesante -ya que todo el mundo sabe ya que no va a "fichar por fichar"- y el equipo, el motor principal de todo, continuará rapiñando puntos allá donde pueda o le dejen para poder firmar la mejor clasificación blanquiverde de los últimos treinta y cinco años. No se inquieten por lo grandilocuente del reto. El listón no es tan exigente como para provocar una sobredosis de presión ni una crisis de ansiedad. Con quedar un puesto por encima del doce, basta para entrar en la historia. Muy fuerte. Cada uno con lo suyo, que ya es bastante. Además, el equipo está en racha -ha ganado dos veces seguidas, sin encajar goles- y no es cuestión de amargar el panorama ante tanta bonanza. Encima, Javi Flores vuelve a ascender a los altares del cordobesismo por provocar un penalti tras un gambeteo en el área del Xerez -valió para sacar los tres puntos- y sellar el triunfo ante el Girona con un chicharro en condiciones, de esos que hacen que se humedezcan los ojos de los aficionados más amantes de la estética, habituados a satisfacer sus apetencias con sucedáneos -eso sí, igual de efectivos- como rechaces, carambolas o jugadas de pizarra. Siempre hay quien disfruta más de lo nunca visto que de lo mil veces ensayado. Parece que el equipo va tomando buena pinta.
Mientras tanto, ante el hervidero mediático por el asunto de una venta que se antojaba inminente, el club se movilizó para lanzar un mensaje de tranquilidad: no pasa nada. ¿Que no? Dice el manual del empresario que los grandes negocios se cierran en la trastienda, nunca en el escaparate. Pues eso. Parece que el proceso de venta es imparable, pero no se hará de cualquier modo. Nadie podrá decir de José Romero, si finalmente traspasa su paquete, que huyó del Córdoba.
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