Campeona de las tres culturas
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Naomi Osaka, de padre haitiano, madre japonesa y residente en Nueva York desde los 3 años, vio cumplido su gran sueño al jugar ante Serena
Nueva york/Naomi Osaka llora pero no de alegría. Acaba de ganar su primer título de Grand Slam, nada menos que el Abierto de tenis de Estados Unidos ante la legendaria Serena Williams, pero prefiere taparse el rostro con su gorra. La realidad no es como tantas veces la había soñado.
Las sonrisas que regaló a lo largo de la semana y que ya son una de las marcas registradas del circuito de la WTA, cambiaron a una risa nerviosa, que mezclaba nervios con llanto. La ovación que ansiaba recibir había sido tapada por abucheos del público, molesto por el polémico final que provocó Williams, con una discusión interminable con el árbitro portugués Carlos Ramos.
Su ilusión desde siempre era jugar una final del Abierto de Estados Unidos con la campeona de 23 torneos de Grand Slam. Lo soñó hace cuatro años, cuando coincidieron en el torneo Bank of the West Classic. Aquel día le tomaron las primeras fotografías con la leyenda y compartió una entrevista.
Apegada a su madre, fue a la primera persona a la que le dedicó su pase a la final, pero casi pegada recordó a Williams. "Mamá, lo hice. Te amo y gracias", gritó la japonesa en la pista, segundos después de ganarle a Madison Keys en las semifinales. De inmediato, la siguió con su ídolo: "Serena, te amo". Y continuó con sus muestras de amor. "Los amo a todos", cerró con una carcajada en la pista que despertó los aplausos de la multitud el jueves en la pista Arthur Ashe.
Pero no se quedó en eso. "Esto va a sonar un poco mal, pero yo en lo único que estaba pensando es que realmente quiero jugar contra Serena", explicó Osaka con una sonrisa cuando la consultaron por cómo había hecho para levantar 13 puntos de break ante Keys. "¿Por qué? Porque es Serena".
Pero más alla de la manera, Osaka ya puede presumir de ser la primera japonesa en ganar un Grand Slam. Y con ello, ya no le harán una pregunta que ya no disfruta, de siempre tener que responder sobre su identidad cultural. Ya no deber explicar tantas veces que nació en Osaka, hija de un haitiano y de una japonesa, pero que con tres años se mudó a Nueva York.
En uno de los palcos del estadio, las flamean banderas del pequeño país caribeño. "Como mi padre es haitiano, crecí en un casa haitiana en Nueva York", contó a lo largo del torneo Osaka, que tiene el color de piel de una haitiana, los ojos de una japonesa y habla el inglés como si se tratara de una estadounidense.
Entiende el japonés, pero prefiere expresarse en inglés. Ese complejo mestizaje la convierte en una jugadora diferente al resto en el circuito femenino. "Aunque crecí en una casa haitiana, mi madre es japonesa, así que también me crié en la cultura japonesa. Pero supongo que como he vivido en EEUU, también tengo esa parte", reflexionó la campeona.
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