El Córdoba que nos espera

Francisco Merino

07 de febrero 2010 - 05:02

Sonó como una profecía apocalíptica, pero seguramente algunos esbozaron una media sonrisa entendiendo que algo así tenía que llegar tarde o temprano. "La gente debe tener claro que éste es un año de sufrimiento", advirtió esta semana Lucas Alcaraz no sin cierto pesar, pero destilando esa sensación de control de la situación que tanto alivio está inyectando en el cordobesismo, que tiende a ponerse nervioso por su propia naturaleza o a desquiciarse, directamente, cuando solía escuchar en cursos anteriores los huecos parlamentos, repletos de excusas, de técnicos a los que la situación superaba de largo. El granadino sabe de qué va esto y, desde luego, no está en Córdoba para vender humo ni encandilar al personal con vanas ilusiones. Mientras él aguante el tipo, el cordobesismo tendrá una cota de esperanza aceptable en que la temporada no termine en un desastre. Lo que, por otra parte, es el objetivo básico de este club desde finales del siglo pasado. Que Lucas es el líder de este Córdoba es un principio universalmente aceptado este curso. Y un líder, entre otras cosas, es alguien a quien seguir sin hacer preguntas porque se entiende que él tiene las respuestas. La doble f: fe y fútbol.

"Aunque al principio hayamos cogido una distancia buena, tienen (los aficionados y en entorno) que valorar la dificultad cuando han llegado los problemas en forma de lesiones", explicó el técnico después del frustrante 0-0 ante el Rayo Vallecano, el segundo de la serie de tres en seis días que se completó ayer en Villarreal. En la Ciudad Deportiva del club amarillo no se frenó la espiral desgraciada en la que anda inmerso ahora el Córdoba. Perdió el encuentro y, aunque ninguno de los protagonistas lo dice por sentido de la solidaridad con los compañeros, la verdad es que se empieza a echar de menos -y mucho- a algunos. Ayer, el Villarreal B atropelló a un Córdoba remendado, en el que hubo más detalles románticos -seis cordobeses en el once titular- que argumentos futbolísticos. Ésta es su realidad. Éste es su camino.

Al Córdoba no le quedó ni el consuelo de detener su racha de improductividad ofensiva -cuatro partidos seguidos sin marcar-, además de padecer un marcador hiriente. Lo que faltaba para erosionar aún más la debilitada estructura blanquiverde, que ya siente en toda su crudeza los estragos de la competición.

Como se intuía, el mercado de invierno concluyó con más bajas que altas. Nadie se sorprendió. Se abrió la puerta a Fernando y a Dardo Caballero, se lesionó para el resto del campeonato Cabrera y Rueda, el eje en la zona central, se quebró por una mala caída ante el Betis y no estará en condiciones antes de dos meses y medio en la mejor de las previsiones. Las lesiones han sido un cañonazo en la línea de flotación. Y precisamente ahora, cuando el mar de la Segunda División está bravío.

Se ha sumado a la tropa un futbolista de efecto inmediato, porque no está el asunto para apuestas. Uruguayo, con 33 años y un historial sin medallas, pero solvente, Diego Scotti se definió a su llegada como alguien que había cumplido "un sueño". Tal y como están las cosas en el Córdoba, la gente espera algo de él. Con su rostro curtido y la fama que le antecede -la de mediocentro entregado, implacable marcador y anulador de estrellas rivales- recordó al mítico Señor Lobo de Pulp Fiction, aquel personaje encarnado por Harvey Keitel que acudía en medio de las situaciones más apuradas y se presentaba de modo rotundo: "Soy el Señor Lobo. Soluciono problemas". Al lado del directivo Paco Rojas, en la sala de prensa de El Arcángel, el único refuerzo invernal cordobesista no se anduvo por las ramas: "Soy Diego Scotti. Soy un profesional". No parece que el jugador -cuyo equipo de procedencia, el Racing de Montevideo, en el que era titular, se acaba de clasificar para la fase final de la Copa Libertadores tras eliminar al Júnior de Barranquilla colombiano- necesite rodaje, acoplamiento o una dosis extra de cariño, como algunos pibitos que no dan el tono si no se les recuerda contínuamente lo buenos que son.

Señores, esto es lo que hay. Y el viernes -vaya suerte también con la ampliación del calendario hasta el último rincón de la semana- viene el Cádiz a El Arcángel. El Cádiz. Lo dicho: apriétense los cinturones que vienen curvas.

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