Mamar en tiempos revueltos

Francisco Merino

01 de marzo 2009 - 05:02

Si en Córdoba se han hundido clubes por anemia de ingresos en épocas de bonanza económica, qué no sucederá ahora que la crisis se ha convertido en el eje de nuestras vidas. Los proyectos deportivos se tambalean al ritmo de una coreografía trágica: peor que no tener dinero es carecer de esperanza de obtenerlo. La especie de los trincones, los amiguetes del político de turno a los que nunca les faltaba su habitual subvención para "aventuras personales" que no interesaban más que a sus propios ejecutores, está en extinción. Éstos se caen pronto. Suelen morir sin luchar. Otros, los tiesos habituales, esos a los que se les caen las lágrimas de emoción cuando saborean el mendrugo de unos presupuestos aquilatados hasta el último céntimo, continúan en la pelea en un escenario parecido a El Álamo, aquel fortín de Tejas en el que poco menos de 200 colonos estadounidenses combatieron a un ejército mexicano de más de seis mil soldados. Todos los defensores murieron, pero quedaron en el recuerdo. Ésa fue su victoria. Como la de muchos equipos cordobeses.

¿Se acuerdan del Cajasur Córdoba y el Adecor en la Superliga de voleibol femenino? ¿Y del Grupo Pinar Adecor jugando contra el Barcelona un play off de ascenso a la División de Honor de fútbol sala? ¿Y del Villanueva, ese milagro que alcanzó la Segunda B del fútbol español con apenas diez mil habitantes? ¿Y el Montilla de baloncesto, que marcó una época en la Liga EBA? ¿Y el aire fresco del Unión Baloncesto Córdoba en la capital? Algunos habitan ya en el limbo de la memoria. Otros han crecido para atrás, como Brad Pitt en el papel de Benjamin Button, esa increíble historia de película en la que alguien nace anciano y muere niño. Las entidades profesionales de hace un lustro en Córdoba son ahora equipos de chavales que lucen los mismos colores y sueñan, en su bendita inocencia, con llegar de mayores a ese paraíso de las ligas nacionales del que fueron expulsados por las patadas de la falta de dinero y del respaldo de las instituciones. "Hemos dado un paso atrás para tomar impulso". Ése es uno de los más célebres asertos del mundo del deporte cuando se trata de justificar un descenso. Suele ser mentira si quien lo pronuncia ha caído víctima de los errores cometidos por él mismo. Muchos de los equipos cordobeses que ahora se mueven por los circuitos semiclandestinos de las ligas provinciales, alejados del foco de los medios de comunicación, de las fotos con los políticos y de la atención de los patrocinadores, no están ahí porque lo decidieran libremente. Son víctimas, pero no se sienten tales. Son auténticos supervivientes.

"No future", cantaban -berreaban- los Sex Pistols allá por los años setenta, antes de que sus lemas se transformaran en lucrativo merchandising y su estética punk se ajustara a los patrones del mercado. En Córdoba, Andrés López Ruiz emulaba a Sid Vicious en sus vaticinios, adaptados para la ocasión a la esfera del deporte. Rescatamos un titular del controvertido presidente y fundador del Juventud de Córdoba de baloncesto. "Este club no tiene futuro, sólo un eterno y duro presente". Brillante. Ahora el longevo dirigente está incrustado en la directiva del Cajasur Córdoba 2016, un híbrido nacido de la forzada mezcla entre el Ciudad de Córdoba y el propio Cajasur. El producto final anda todavía cociéndose, tratando de superar su inmadurez en muchos aspectos para labrarse un porvenir, entendiendo como tal llegar a mañana con las cuentas cuadradas en la pista y en la tesorería. Los jugadores cobran con un retraso de dos meses, una noticia que, por desgracia, está dejando de serlo. Que no te paguen por el trabajo realizado es, hoy en día, de lo más normal. Que los contratos firmados sean papel de retrete, un hecho cotidiano. ¿Dos meses de retraso? Para algunos, los jugadores del BC2016 son incluso unos privilegiados.

Los ricos de antes son los pobres de ahora. Los pobres de antes ya no son nada. En el fútbol, el deporte del exceso, la magnitud de la tragedia económica es proporcional a los niveles de gasto -frecuentemente desmesurado, sea por decisión propia o por la imbatible inercia- que había anteriormente. Los dos equipos más emblemáticos de la provincia atraviesan momentos críticos. El Lucena se aprieta el cinturón al máximo y en el Villanueva, ahora en Tercera, los jugadores comienzan a salir buscando mejores horizontes. Donde puedan cobrar a fin de mes, ni más ni menos.

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