México lindo y querido

Uli Dávila, de menos a más durante la temporada, pasará a la historia como el autor del gol del ascenso El mexicano deberá volver en unos días a las filas del Chelsea

Uli Dávila conduce el balón en el partido ante Las Palmas.
Uli Dávila conduce el balón en el partido ante Las Palmas.
R. Cano Córdoba

24 de junio 2014 - 05:02

No ha sido una temporada fácil para Ulises Dávila (Guadalajara, Jalisco, 1991) pero terminó de la mejor manera posible. El delantero mexicano, que llegó en los últimos días del pasado mercado veraniego, partió desde su llegada a Córdoba con la presión de ser uno de los hombres importantes del tercer proyecto de Carlos González. En una temporada sin retorno, y con la obligación autoimpuesta de lograr sí o sí el ascenso, el menudo delantero mexicano pronto tuvo que acostumbrarse a convivir con la presión de un exigente objetivo que durante muchos momentos de la temporada pareció inalcanzable.

Y lo cierto es que le costó adaptarse, tanto a la ciudad como al rol que debía desempeñar en el equipo. Pablo Villa siempre defendió la importancia del mexicano en su esquema, pero no pudo hacer de Uli el hombre desequilibrante que el equipo necesitaba. Tampoco ayudaron las circunstancias en las que arribó el manito a Córdoba, tras una pretemporada con el Chelsea en la que se sintió desplazado desde el primer momento por un José Mourinho que no contaba con él, pero que tampoco aceleró su salida. A la espera de resolver su cesión, el mexicano trató de aislarse y prepararse físicamente, pero lo cierto es que en sus primeras actuaciones con la elástica blanquiverde ya dejó entrever una cierta falta de chispa, algo clave en su juego de desborde y verticalidad.

En contadas ocasiones destapó Uli el tarro de las esencias durante la primera vuelta para mostrar su categoría. Su actuación más sonada tuvo que esperar a la jornada 14, cuando endosó un triplete al Hércules en El Arcángel, en un partido que acabó ganando el conjunto blanquiverde por 4-2. Pero exceptuando aquella actuación estelar, poco más mostró el centroamericano, que poco a poco fue perdiendo importancia en el equipo y vio como disminuían sus minutos sobre el césped y con ello su confianza.

A mitad de temporada, la sensación que transmitía el delantero era la del enésimo fiasco del CCF a la hora de elegir a sus hombre de ataque, tradicional quebradero de cabeza de los técnicos que han pasado por la entidad en los últimos años. En sus peores momentos como blanquiverde incluso empezaron a sonar cantos de sirena que apuntaban a la vuelta de Uli a su país, algo que no llegó a concretarse.

Sin embargo, el cambio de técnico abrió una nueva opción para el mexicano, que tardó en entrar en los planes de Ferrer pero cuando lo hizo ya no volvió a salir. Tras un primer mes muy convulso en el que el equipo no lograba sacar resultados, el viaje a Sabadell -club con el que el mexicano debutó el curso pasado en la Segunda española- le abrió las puertas del equipo titular. El CCF cayó derrotado, pero el mexicano apuntó una mejoría que le llevó a consolidarse en el once inicial.

Llegó entonces la magnífica reacción del conjunto blanquiverde, apoyado en sufridas victorias fuera de casa como la conseguida en el Mini Estadi -con golazo de Dávila incluido- y en una mejora progresiva en casa tras el atasco de los primeros partidos como local de Ferrer. El mexicano asumió un rol más importante en el equipo, entendió que debía sacrificarse como el que más y comenzó a confirmar los motivos por los que el club se fijó en él durante el pasado verano. A pesar de no haber cuajado grandes cifras goleadoras, las estadísticas del mexicano comenzaron a mejorar ostensiblemente, acabando la temporada regular con 33 partidos disputados, a los que hay que sumar los tres que jugó en la fase de ascenso. Con siete goles marcados, el punta cedido por el Chelsea ha terminado siendo el tercer máximo goleador del equipo, aunque su aportación ha ido más allá de lo meramente estadístico.

En el momento de la verdad, Uli Dávila fue ese hombre clave que el Córdoba necesitaba. El destino quiso que el balón rechazado a duras penas por Barbosa llegara a sus pies para empujar la bola y entrar directamente en la historia del Córdoba y en el corazón de tantos y tantos aficionados, que a buen seguro gritaron y saltaron de alegría, para terminar recordando a Jorge Negrete, paisano de Uli, cuando cantaba aquello de México lindo y querido. El cordobesismo tiene nuevo ídolo.

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