Orgullo blanquiverde
Como no podía ser de otra forma, Las Tendillas acogió el fin de fiesta de un equipo que dio rienda suelta a su alegría ante miles de aficionados.
"Cuando voy por la calle y me preguntan, que si soy del Barcelona o del Madrid, yo levanto la cabeza orgulloso, y digo del Córdoba hasta morir". El orgullo de ser cordobés y cordobesista es algo que no se puede explicar con palabras. Y menos en estos días mágicos desencadenados tras el gol in extremis de Uli Dávila en el Estadio de Gran Canaria. Son jornadas para hablar con las lágrimas corriendo por el rostro, para decir las cosas con la mirada y esperar el consuelo del compañero que ha sufrido lo mismo durante todo este tiempo lejos del foco o del que nunca te esperas que aparezca para frenar una llantina sin explicación lógica, o sí. Pero también son días para dar rienda suelta a la pasión, que cuando va relacionada con los colores blanco y verde tantas veces maltratados, provoca una explosión de júbilo, que como corresponde vivió la apoteosis final en Las Tendillas. No podía ser de otra forma, porque siete años sin visitar al Gran Capitán son muchos, demasiados. De ahí el interés de la plantilla de que todo acabara en el eje de la ciudad, de que el fin de fiesta fuera donde tenía que ser, en el sitio más emblemático. Al menos la fiesta pública, porque la plantilla luego continuó celebrando la gesta apartada de los focos. Porque hoy empiezan las merecidas vacaciones para la plantilla, previo paso por el Juramento para hacer la ofrenda a San Rafael y ser recibidos en el Ayuntamiento.
Después de la fiesta organizada por el club en El Arcángel, los protagonistas volvieron a subir al autocar con destino a Las Tendillas, con un recorrido con destino a la Avenida de Barcelona y subida por el Realejo, barrio castizo donde los haya. Tras dejar atrás a San Lorenzo, San Andrés y Capitulares, la llegada a la plaza fue ya entrada la noche de San Juan. Un guiño con la historia vivida en la época reciente por el cordobesismo. Porque si bien el 22 de junio ya es una fecha mítica para el cordobesismo, sin duda la más grande por lo que significa romper con la historia y esos 42 años de frustraciones, lo es tras tomar el relevo al 24-J, cuando llegó la salida del pozo de la Segunda B en El Alcoraz de Huesca. Por cierto, también un guiño con el último rival, Las Palmas, que ayer vivió las fiestas del patrón más tristes de los últimos años. Porque el sarao de verdad estaba en Córdoba, donde tenía que ser, en una ciudad que está viviendo el más feliz de los sueños.
Las Tendillas empezó a acumular gente desde temprano y por fin explotó con la llegada del equipo pasadas la una de la madrugada. Era el momento tantas veces esperado, ese día que todo cordobesista había imaginado noche sí y noche también en sus cabezas y que por fin pudo disfrutar en primera persona. Es por eso que todo estaba permitido durante estos días, en los que una marea blanquiverde invadió las calles del centro. La locura era inmensa. Incluso los menos futboleros retrasaron la hora de irse a la cama para poder decir en el futuro que habían participado de una fecha inolvidable.
Bajo los sones del himno, especialmente emotivo para los cordobeses, la comitiva irrumpió en la plaza por Claudio Marcelo arriba. El disc-jockey tiró de música disco para una presentación personalizada de unos jugadores que dieron rienda suelta a todo lo que llevaban dentro, aunque sobrara una salida de tono de López Silva y alguna carga policial que causó heridas a algunos aficionados. Incluso los tocados físicamente se movían como si no tuvieran problema alguno. Todo para hacer disfrutar a una hinchada que, como cantan semana tras semana, en cada partido, "te sigue a todas partes, te anima, lanza su voz al viento y no deja de animar". Ahora lo hará en Primera. Sí, entre los mejores. Un lugar para selectos. Como Las Tendillas.
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