Prohibida la resaca... ¡aún hay más fiesta!
La expedición festejó por todo lo alto en Maspalomas el ascenso sin importarle la apretada agenda que le esperaba en Córdoba Gran Canaria quedó como si hubiera pasado un huracán
La expedición del Córdoba vivió una última noche larguísima en Gran Canaria, una ciudad que tardará mucho en recuperarse del palo sufrido el domingo con ese gol de Uli Dávila que le arrebató a la Unión Deportiva el ascenso a Primera División en el úiltimo segundo del último partido. Un premio que fue para los blanquiverdes, que para evitar problemas decidieron festejar su éxito en Maspalomas, al sur de la isla. Allí se juntó la noche con el día sin que nadie reparara en lo que a la plantilla le esperaba en suelo cordobés. Fiesta y más fiesta, sin dar lugar a ningún tipo de resaca. Un esfuerzo -si es que lo es festejar sin parar- que bien merece la pena por todo lo que significa lo conseguido en territorio insular. Porque el 22 de junio de 2014 ya es una nueva fecha para la historia del cordobesismo.
Como no podía ser de otra forma, el CCF liberó con fiesta y algarabía la tensión acumulada durante toda la temporada y multiplicada por mil en el interminable último partido con Las Palmas. La cena en el hotel de la expedición fue más larga que de costumbre y hubo licencias de todo tipo. El grupo de aficionados cordobesistas que también hacía noche en Gran Canaria esperaba que el lugar elegido para los festejos estuviera en la ciudad para ser partícipe de la celebración, pero tuvo que conformarse con brindar con parte del personal no deportivo de la entidad. Y no por mucho tiempo, pues la capital grancanaria se fue apagando, más rápido de lo imaginado en la previa. Porque todos estaban convencidos de que los festejos iban a ser suyos. De hecho, la plaza de La Victoria, el eje de las celebraciones amarillas, estaba preparada para no dormir; al final, se fue a la cama pronto, como si fuera un niño chico...
Porque al final la fiesta le tocó vivirla al Córdoba. La plantilla se montó de nuevo en el autocar ya pasada la medianoche y puso rumbo a Maspalomas, a una media hora de distancia de Las Palmas. La decisión llevaba una mezcla de respeto ante el caído en la guerra y de prudencia para evitar cualquier problema, pues los ánimos de los seguidores amarillos en el campo ya pudo verse que estaban un poco alterados. Afortunadamente, todo quedó en el barrio de Siete Palmas, en aquella guerra civil entre hermanos que provocó una vergüenza de carácter nacional que perseguirá durante muchos días a todos los grancanarios. Porque levantarse de un golpe de esta magnitud no es nada fácil, ni en el terreno deportivo ni en el emocional.
De hecho, ayer pocos querían hablar de fútbol en la isla. Y los que lo hacían era para felicitar a los cordobesistas que apuraban sus horas en terreno insular antes de tomar el vuelo de vuelta y criticar la actitud de los descamisados que colaboraron en abortar la fiesta amarilla con aquella invasión antes de tiempo que terminó por ayudar a los blanquiverdes en su camino hacia la gloria. La ciudad estaba dormida, medio desierta, como si hubiera sufrido el paso de un huracán que se hubiera llevado por delante todo lo que oliera a amarillo.
Menos mal que, para tratar de digerir el disgusto mejor, era el día grande de Las Palmas, que celebró ayer el 536 aniversario desde su fundación como urbe. Una festividad diurna, de carácter institucional con distinciones a personalidades y demás que, ya por la noche, tuvo continuidad en la playa de Las Canteras con las fiestas de San Juan. Casualidades de la vida que el punto álgido de los festejos en honor al patrón de la ciudad fueran en el mismo enclave que el cordobesismo hizo suyo durante el fin de semana. Aunque mucho tendrán que cambiar las cosas para que la fiesta sea tan grande como la que desde el domingo por la noche está viviendo el cordobesismo.
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