Salvar la dignidad
Cuando un equipo no tiene un objetivo por el que pelear, debe hacerlo por el orgullo y la dignidad personal y, lo que es más importante, por la camiseta y el escudo con el que juegan. El lamentable espectáculo ofrecido por el Córdoba en Los Cármenes rozó lo inaceptable. Fue de una poca vergüenza tal que hace que cordobesistas de pro ya curtidos en mil batallas renieguen de unos jugadores que, a tenor de lo que hiceron -o, mejor dicho, de lo que no hicieron sobre el césped- ponen en entredicho su profesionalidad. Al chico rubio teñido y con flequillo de punta hay que decirle al oído que no es digno de llevar una elástica que antes de él defendieron algunos de los mejores futbolistas de la historia del fútbol argentino. Roque Olsen, Onega y Dominichi harían suyo el estupor blanquiverde al comprobar cómo un jugador del Córdoba se borra del partido 20 minutos después de haber saltado al terreno de juego desde el banquillo, que es donde debió quedarse. O mejor, haber cogido ya las maletas para volverse a Valencia, donde seguro va a estar muy poquito tiempo más. No se puede permitir que este futbolista siga jugando ni un minuto más en este club, cuya historia no puede ser mancillada por jugadores que no respetan a una afición que sabe más de fútbol de lo que ellos se creen.
Pero es que si no tiene perdón la estúpida expulsión de Cartabia, igual de sangrante fue la forma de autoexpulsarse de Íñigo López, un central con pasado reciente granadinista. En media hora hizo lo suficiente para allanar el camino de la victoria del Granada. Una pena, porque Íñigo siempre nos pareción un profesional entregado a la causa cordobesista, pero después de lo del sábado, permítanme que tenga mis dudas.
Y la verdad es que el Granada, por lo que demostró el sábado, es normal que tuviera que necesitar ayuda ajena para ganar un partido, porque no hizo absolutamente nada del otro mundo para llevarse un encuentro que era vital para manetener sus opciones de permanencia. La afición granadina recordará este duelo como aquel partido en el que los jugadores del Córdoba hicieron lo justo… para perder. En este tipo de encuentros gana el que tiene que ganar y, cuando el rival que está delante no se juega nada en el envite se nota; pero lo de algunos pasó de la raya. Con un jugador menos desde la media hora y con la habitual pasividad defensiva de todo el equipo, el gol de casa era cuestión de tiempo. Y claro, al filo del descanso, como casi siempre, un balón al área fue rematado por Mainz a las mallas. El desastre defensivo en las acciones a balón parado volvió a ponerse de manifiesto y el Granada se fue al descanso con el partido ya resuelto. Sí, porque el Córdoba ni estaba ni se le esperaba.
El ridículo espantoso llegaría a más en una segunda parte vergonzosa. Sin tensión, sin carácter, sin presentar batalla y concediendo un rosario de facilidades que el Franada fue aprovechando, pero como no queriendo hacer más sangre de la necesaria. Pantic, en su enésima petardada de la temporada, cometió penalti sobre Rochina, y El Arabi sentenció aún más si cabía el esperpento. Cartabia, con su descarada expulsión, terminó por cabrear a todos los que de una u otra forma sentimos este club como nuestro. Florin, uno de los pocos que le pone lo que hay que poner en situaciones como las que toca vivir, habló claro al final del encuentro y dijo que "todos estamos pensando ya en la temporada que viene y no salimos ni a salvar la dignidad". Porque, aunque un equipo quiera luchar -algunos lo intentaron al menos-, cuando dos o tres no quieren, es imposible. Derrota que debe traer consecuencias drásticas para algunos.
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